Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

lunes, 20 de enero de 2020

Machotes, malotes y rugbiers




  Desde el vamos, uno condena todo hecho de violencia, sea que lo protagonice un indigente de la periferia o un rugbier de clase mierda alta. Pero quiero ir más allá del nivel socio-económico o las situaciones puntuales denunciadas en los medios. Desde hace años, casi desde mi infancia, noto que la "masculinidad tóxica", la agresividad de los hombres, lejos de ser producto de estos últimos, emana directamente de mandatos femeninos. Sí, la culpa de la cultura machopistolesca la tiene la mujer. Sé que ahora mismo me deben estar odiando por estas palabras. Seguramente me odiarán más al terminar el presente texto. Pero al menos lean hasta el final y llenen su aversión a mi persona con buenos argumentos...

  Usualmente, los chicos populares en los cursos de primaria y secundaria son los malotes, verdaderas máquinas de hacer bullying. Del mismo modo, el patrón de la vereda suele acaparar la mirada de las más bellas del barrio. Varían las formas de referirse al macho alfa zonal, pero el fenómeno se repite en distintas partes del mundo: desde los suburbios neoyorquinos hasta las villas de Buenos Aires y alrededores, pasando por las barriadas copadas por las maras centroamericanas. En el inconsciente colectivo, se asocia la masculinidad con la violencia. Sea por arquetipos heredados o por carencias educativas, el mundillo de la criminalidad reproduce un patrón muy arcaico. Y siempre con mujeres voluptuosas bailando alrededor de billetes y armas. Ellas se prestan al juego. Nunca dicen que no. No les importa visitar a sus admirados delincuentes en prisiones putrefactas. Hasta se tatúan sus nombres. Se excitan al saberse hembras de especímenes duros deseados por otras. 

  El culto por la violencia, el amor por el varón malo y agresivo, traspasa clases sociales y grupos étnicos. Los chicos que juegan rugby en la Argentina son, en su gran mayoría, "nenes de mamá": concurren a colegios privados, saben inglés, viajaron a Europa, tienen futuro de universidad. Sin embargo, estos Tinchos suelen dar la nota por sus frecuentes episodios de grescas en bares, discotecas y fiestas. Como si fuera poco, en estos días, una piba denunció que un grupito de rugbiers la está chantajeando con sus fotos íntimas. Más allá de la condenable actitud de estos seres misóginos y antisociales, no deja de llamarme la atención su éxito con la platea femenina. Las Milipilis, chicas de buena posición económica, mueren por ellos. Hombrecitos fornidos, altos, blancos, muchas veces de ojos claros. Varios descendientes de ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes, franceses. "Arios". La bestia rubia recorre la Pampa Gringa en camionetas 4x4. Pega, mata, se emborracha, copula, viaja, se saca fotos. Las señoritas, y también las señoras, le regalan "likes" de a miles a estos hacedores de maldad. Las redes sociales los legitiman. 

  Si los violentos fueran condenados por la sociedad femenina a la soledad masturbatoria, de seguro cambiarían su conducta antisocial. Pero no: ellos resultan aprobados por la mirada lasciva de miles de admiradoras, que se entregan con placer a los ganadores de las batallas campales que se desarrollan en las ciudades argentinas todos los fines de semana. He escuchado a varias jactarse de los triunfos de sus novios en riñas callejeras. 

  En el otro espectro, el más bajo de la sociedad, vemos a malandras que suben fotos con armas en redes, tipejos que se enorgullecen de sus fechorías, jóvenes con frondosos prontuarios delictivos que son idolatrados en los barrios humildes. No les importa la cárcel porque saben que decenas de mujercitas sensuales irán a visitarlos. El chico bueno, honesto y trabajador, el verdadero creyente, no suscita miradas de deseo. Al contrario: el hombre normal suele ser reputado como débil, afeminado, aburrido, poco interesante. 

  Voy a dar otro ejemplo: miren las peleas de boxeo o UFC en los Estados Unidos. Observen al público: muchas mujeres que gritan de forma orgásmica al ver cómo un hombre desfigura al otro. Nunca una mueca de piedad. Igual que las romanas, que gozaban al contemplar la muerte de los gladiadores, en vez de empatizar con ellos. Fíjense ustedes la gran popularidad que tienen entre las muchachas aquellos varones que practican deportes de contacto...

  Vamos con otro ejemplito: policías y militares. Los uniformados, malotes al servicio del Estado, sádicos sublimados, también gozan de buen feedback con ellas. De hecho, muchos jóvenes ingresan a las fuerzas armadas y de seguridad para encontrar una compañera (o varias). Además de la estabilidad de un sueldo estatal, las féminas ven en estos duros sujetos potenciales amantes. Arden de lujuria ante tipos supuestamente bien entrenados, preparados físicamente, irrompibles. 

  Los machos luchan hasta la muerte por acceder al harén. Solamente los ganadores podrán copular. Los seres humanos no difieren demasiado de otras especies del reino animal. La cultura, el pensamiento racional y la conciencia de sí quedan a un lado ante el avance irrefrenable de los instintos más básicos. Vemos por doquier terribles cultos fálicos, perreos de reguetoneras en celo y otros rituales de apareamiento increíbles. Pavos reales ataviados con relojes caros, ropas importadas y "esos raros peinados nuevos", más tatuajes y otros ornamentos. 

  Entiendo que en otro tiempo se valorase al hombre fuerte. La mujer necesitaba protección. El ambiente no había sido conquistado por nuestra especie. Las fieras acechaban. La tecnología era casi nula. Ahora bien, ¿dónde queda el empoderamiento femenino y la evolución si se siguen con patrones de antaño? ¿Volver a las cavernas para copular e imprimir marcas en las paredes? Paradójicamente, la era de la internet nos retrotrajo a los días primeros de la humanidad: Instagram, Tinder y Happn dejan de lado la Palabra y vuelven otra vez a la imagen, al músculo, a la fiereza. Espartanos del crossfit. Desde ya, uno practica mucha gimnasia, corre, nada y sale a caminar varios kilómetros. El tema pasa por no hacer del cuerpo un fin en sí mismo, como si no hubiera otras cosas. ¿Dónde queda entonces el cultivo del alma, la virtud, las letras y la filosofía? Un culo no se hace más bonito porque vaya acompañado de una frase atribuida a Platón...

  Creo que deberíamos rever muchas cosas como sociedad. Las madres argentinas crían monstruos. "No seas maricón", le dicen a un niño que se queja de bullying. Lo mandan a clases de boxeo. Todo se resuelve a las piñas. Ellas, desde pequeñas, se sienten atraídas por los malotes del curso o del barrio. Nunca le dan una oportunidad de salir al chico tímido. El que lee, el estudioso, es tachado de nerd, freak y otros. Se estigmatiza al que escucha otro tipo de música o al que se peina o se viste diferente. Se exalta el modelo del macho oficial de pelo corto: el policía, el militar, el político, el cirujano. Incluso, los mismos delincuentes no difieren demasiado en aspecto de un gendarme: hombrecitos duros de pocas palabras y muchas armas. El muchacho que se muestra con libros no llama la atención. En cambio, el que se exhibe con el auto - la máquina, la fuerza y dureza de la técnica - consigue aparearse con gran facilidad.

  Ellas van a ver a los strippers, no a seres sensibles leer poesía o hablar de economía, historia y otras disciplinas. El joven argentino, deseoso de aprobación femenina, presto se anota en un gym y se olvida de la literatura y de lo  verdadero, lo bello y lo bueno. La guerra de los gimnasios, genial novela de César Aira, habla un poco de esto. Digan ustedes qué tipos de hombres son más populares en redes sociales como Instagram o Tinder...

  El hombre se deja moldear por los requerimientos de la mujer. Son ellas las que deciden, las que tienen la última palabra, las que forman la cultura e imponen pautas de consumo y cultura (también, y sobre todas las cosas, eligen quién coge y quién no: su vagina crea todos los valores). Contrariamente a la chusma que habla de patriarcado, yo digo que existe un matriarcado. La mayoría del personal docente, en todos sus niveles, es de sexo femenino. Del mismo modo, los chicos suelen quedarse con sus madres, luego del divorcio de sus padres. A su vez, en los medios de comunicación, ellas llevan la voz cantante. 

  En un plano más personal, puedo hablar de cómo me quieren moldear para que sea un chongo más: me dicen que me corte el pelo, que vista de manera más sobria (amo los colores estridentes); me piden que cambien el discurso, que sea condescendiente con las mujeres. Salvo hermosas excepciones, como la Virgen Atea, a la mayoría de las minas les gustan los machotes malotes: boxeadores, tatuadores, policías, delincuentes, gendarmes, strippers, políticos, narcos, crosfiteros, rugbiers y otros tipos pendencieros y fajadores. 

  Si ellas cambian, ellos lo harán... 

   

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