Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 23 de noviembre de 2019

El horror rojo



  Un tren a Joseph Lyon Schwartz. No busco ni encuentro. Me hago una historia en el viaje. Invento personajes y lugares, tergiverso sentidos; una obsesión por la continuidad de las calles me mueve lejos de la zona de méritos...

lunes, 18 de noviembre de 2019

Horror vivo




  Decir una cosa y hacer otra. 

  El discurso a veces brinda impunidad para los hechos. Definitivamente, las palabras están desligadas de las cosas.

  Intento convertir la masa amorfa de pensamientos en flores que adornen las autopistas para alegría de los ojos de millones.

  La Ciudad y su piel de cemento. Uno, con mil pensamientos y ninguna dirección, lejos del planeta en que vive Dios y la redención en forma de perdón. El pecado original de crearse un laberinto para no soportar el cuerpo desnudo de la noche.

  Y acontecen sentires que evocan a una tipa como vos, que no fuiste la Virgen Atea, la Piba Troska, la Señorita de Amargo o alguna por el estilo. Un milagro de exportación que no se nombra. Una suerte de Messi del género femenino que se extravió allá lejos y hace tiempo. Te regalo este párrafo malo, irregular, impreciso, delirante. No tengo nada para darte, solamente la risa sin motivo del Guasón.

  Ahora, en lo más de este instante, en lo más más, recuerdo nuevamente que tengo derecho a ser débil, que no me pueden obligar a ser fuerte y que no utilizaré la vida como vidriera para mostrarme como el toro bravo que no soy. ¿Vale la pena tirar los años en darse aires de hombre duro, soberbio y rico solamente para copular un par de veces por semana? El pavo real que busca aparearse y yo, el hombre que busca apartarse...

  

miércoles, 13 de noviembre de 2019

El vivo horror fin



  El deseo sexual lleva a muchos hombres desesperados a lugares inesperados. ¡Pobres! Sienten los huevos como bombas a punto de explotar. Verdaderas armas biológicas. La locura de evacuar o de detonar el paquete donde corresponda. Terrorismo seminal. 

  Masturbarse es escupir para arriba...

Vivo horror



  Alguien que en el silencio se odia y se ama, se oye y se habla, se besa y se mata...

El fin del fin



  El indio despierta en Chile y en Bolivia. Ya no lo anestesia el alcohol ni la religión. La resignación se convirtió en odio. La Bestia Cobriza matará a los que usan en vano el nombre del dios rubio de ojos raros.

El horror vivo



  Vuelvo a las páginas de sangre, a las imágenes de nunca y de siempre, a los vídeos de carabineros llorando y estudiantes riendo. 

El rojo vivo



  Me comenta un amigo que, si pudiera, me financiaría un libro acerca de las mujeres argentinas. Le agradezco el elogio desmedido e inmerecido. Eso sí: me jacto de ver la importancia geopolítica de la soledad, la falta de sexo y la impopularidad en redes sociales y aplicaciones de levante. Entiendo que el personaje del profesor de Sumisión, novela del francés Houllebecq, se convierte en musulmán para coger. Hay sistemas de creencias que rezan "satisfacción garantizada"...

lunes, 11 de noviembre de 2019

Sueños locos XCCCI (Horror en Once)





  Yo vi cómo fusilaron al Ucraniano en la cárcel. A mí también me querían mandar al otro lado. Nos pusieron a los dos de pie, frente al portón de salida, casi a modo de burla ("más rápidos vamos a sacar sus cuerpos de acá", dijo uno de los guardias, ante los gritos y risas de miles de ladrones y asesinos). El patio delantero del presidio platense se encontraba abarrotado de presos que querían ver el espectáculo de nuestra muerte. Además de la multitud en campo, había privilegiados en palcos: las ventanas enrejadas de las celdas, desde las cuales caían objetos contundentes, silbidos, escupitajos, papeles, orina, excremento; ira, carcajadas, maldiciones y miradas carentes de compasión. Ni una sola mujer en todo el predio.  

  Mi compañero recibió un disparo en la frente. Un francotirador, que no pude ver, procedió desde la terraza del edificio (las pericias determinaron eso; además, no había pelotón de fusilamiento ni nadie apuntando un arma frente a nosotros, solamente se veía la gran masa de cuerpos que exigían nuestro pronto deceso). Cuando cayó muerto el Ucraniano, se oyó una explosión de algarabía similar a la que genera un gol en el último minuto de la final del Mundial entre Argentina y Brasil. No sé por qué tanta alegría por la muerte de un preso político. Quizás la vida de un anarquista extranjero no vale nada. O, simplemente, los reos, en su aburrimiento y perversión, festejarían hasta la agonía del mismo Jesús, que más de uno tiene tatuado en el pecho tumbero y apuñalado. 


  Me alegraba la idea de morir mártir por mis ideas. La gloria eterna como recompensa de mi militancia terrena. Mi cara en las remeras. Mi nombre en los libros de historia y en las calles de todas las ciudades del país. El tiempo habría de juzgar sin misericordia a mis verdugos. La acusación de terroristas con la que nos persiguieron nunca tuvo fundamento alguno. Una difamación sin sustento. ¿Qué hicimos los miembros del Grupo 2001 para merecer destierro, proscripción, muerte y prisión? Decir la verdad se convirtió un crimen en la Argentina dominada por la oligarquía. 


  Yo miré con soberbia a toda la carne de presidio que me rodeaba. Sé que la mayoría de las personas privadas de su libertad son víctimas del sistema. Sin embargo, me daba bronca ver la poca solidaridad de clase. Como dice la canción, "todo preso es político", ¿no? Peor son los guardias, que sojuzgan a sus vecinos de barrios bajos, incluso hasta denigran a los propios familiares tras las rejas (creen que garrotear a sus hijos delincuentes les da mayor autoridad moral). Cuando se produjo el deceso de mi compañero, me sorprendí de no haber padecido la misma suerte. ¿Tortura psicológica? Pasaron unos segundos y ahí sí que el corazón me explotó. Se escucharon aplausos. Luego, silencio. A mis espaldas, el portón se abrió. Nadie se atrevió a intentar salir. Desde un parlante ubicado en lo más alto de la cárcel, se oyó una voz masculina distorsionada que decía: "El reo número 974.517 puede marcharse". No lo podía creer: ¿tantos enjaulados había a lo largo y ancho de la Patria? Un número contundente. Aunque nadie me crea, tuve la lucidez de pensar estas cuestiones en el fragor de la adrenalina del suplicio. 


  Sentí miedo de darme la vuelta y ser amasijado por la espalda. Por eso me quedé de pie, mirando al frente. Grité: "¡Exijo garantías de no ser fusilado a traición!" Cuatro penitenciarios me colocaron un chaleco antibalas y me escoltaron hasta la salida y más. Me acompañaron a pie un kilómetro, lo suficiente para que yo me sintiera más tranquilo. Ya entremedio de árboles frondosos al costado de una ruta, recuperé un poco la confianza. Las piernas me temblaban. Dos custodios me sostenían de los brazos. No pasaba ningún vehículo. Cuando quedé solo, caminé en dirección a Buenos Aires. "Todos los caminos conducen a Roma". Sonó un celular en el bolsillo de mi campera. Alguien lo puso ahí sin que yo me diera cuenta. La psicóloga del penal quería hablar conmigo. Me alcanzó con el auto segundos después. Me hizo subir y manejó un largo trecho, casi hasta las puertas de la Gran Ciudad.


- Me alegra que estés vivo, pero lamento la muerte del Ucraniano. Se nos fue un imprescindible. Si el cielo existiera, a su alma le quedaría chico. ¡No pasarán! Ya van a ver: las balas que nos tiraron van a volver. -


- Flaca, entiendo que estés mal, pero yo soy el que acaba de salir del infierno. Bajá un cambio con las frases hechas. Sé que "como a los nazis les va a pasar: adonde vayan los iremos a buscar". Comparto el sentimiento. Todo bien. Aunque ahora es tiempo de ver cómo sigue esto. Capaz nos cagan a tiros veinte metros más adelante, ¿viste? -


- Mirá, yo tenía algo con el Ucraniano. Perdón que esté así. Nadie lo sabe. No digas nada hasta que pasen unos años. Me alegra que salgas. Tené cuidado. Te van a acusar de cualquier cosa. Esto no termina. Yo te prometo seguir con el tratamiento, aunque sea en la clandestinidad. Lo necesitás. El seguimiento va a continuar, tranquilo.-


  

  Luego de deambular por horas, llegué al barrio de Once. Faltaba poco para que oscurezca. Hacía frío. Escuché las noticias desde una radio portátil que me compré en el camino (la psicóloga me dio plata y me dijo que descarté el celular). Una bomba había estallado en la zona, en la vía pública, un arma biológica: un gran  artefacto metálico se abrió y dejó escapar de su interior a miles y miles de pequeños insectos voladores, como cucarachas, que contagiaron una peste que fulminó a varios en cuestión de horas. Creo que se apuntó a la guerra psicológica: durante mucho tiempo, la gente sintió terror ante la presencia de un bicho cualquiera. Fumigar se convirtió en una obsesión. Las calles de Buenos Aires habían quedado casi vacías. 

  Alcancé la calle Presidente Perón. Vi, contra un paredón, a muchos judíos ortodoxos que lloraban y rezaban en hebreo. Quise acercarme, pero preferí respetar su duelo. Caminé para el lado de Pueyrredón. Ya en la estación de tren, mucha gente me miraba. Se veían velas encendidas, personas tristes, abrazos, llantos. Una jornada de oración interreligiosa por los muertos, pero con espacios específicos para cada confesión. En el centro del hall, una imagen de la Virgen de Luján dominaba todo. Pese a no ser practicante, me acerqué al espacio católico, más que nada por afinidad con el Papa Francisco y los curas que optaron por los pobres. 


  Me olvidé de contar que, en la entrada lateral de la estación, un señor judío me miró a los ojos y me reconoció. Asintió con la cabeza en señal de aprobación a mi persona. Quise saludarlo, pero sentía que podía comprometerlo y dejarlo en evidencia como simpatizante de nuestra causa. Ahí fue que decidí caminar hacia el centro, del lado de los católicos. En la parte de Bartolomé Mitre, la que da a la Plaza Miserere, se encontraban los evangélicos. 


  Cuando alcancé la imagen de la Virgen de Luján, un grupo de fieles quiso pedirme una firma. Realizaban una suerte de censo confesional, con la obsesión de mostrar que todavía hay más católicos que protestantes en la Argentina. Yo quise firmar porque me reconozco parte de la Iglesia, pese a diferencias políticas. Sin embargo, me abstuve al saberme buscado por el atentado con un arma biológica. Mi radio, y los televisores de la zona, daban mi nombre como sospechoso. 


  A través de redes sociales, se organizó una marcha desde Once a Plaza de Mayo. Aproveché y me perdí en la gran columna que salió de la estación. Alguien, que no voy a nombrar, me reconoció y me sacó de ahí. Tres días más tarde, se supo que el atentado fue perpetrado por el mismo Gobierno para encarcelar opositores y recortar libertades individuales. Al cuarto día, el régimen cayó y los fusilados fueron otros...        

lunes, 4 de noviembre de 2019

Sueños locos CXXX (Hitler y Alcides)



  Confieso que caí otra vez en el pecado de la adivinación. Pecado contra Dios o contra la razón (se supone que un egresado de la UBA cursó Pensamiento Científico, Filosofía, Sociología y otras materias que ayudan a ver lo nefasto del hecho religioso en sí). Prendí la tele y me puse a ver "Chamán Guraní", a través del Canal del Paraguay. Sobre un fondo que cambiaba de color todo el tiempo, a modo de experiencia psicodélica, hablaba un tipo cuyo rostro era una mezcla del de Hitler y el cantante popular Alcides (conocido por su tema "Violeta" y su pegadizo estribillo de "no la dejes ir, no la dejes ir, porque te lo digo yo"). Llevaba el bigotito igual al del genocida nacido en Austria. Curiosamente, también se peinaba como el Führer, pero teñido de rubio, pintarrajeado como techo de taxi, bien estridente, como si quisiera negar sus raíces negras. Sin embargo, pese a la férrea voluntad de germanizarse, el sujeto tenía las facciones, la expresión y el acento del ya nombrado intérprete tropical. Solía hablar mucho de Jacques de Mahieu en sus programas (nazi francés de teorías antropológicas y sociales disparatadas). Decía que los primeros guaraníes eran arios, que Colón fue un judío mentiroso y otras barrabasadas. Basado en un falso revisionismo histórico, negaba la misma historia, como si el dolor de millones no hubiera tenido lugar en los campos de concentración dirigidos por los nazis y sus colaboradores de los países ocupados.

  Dicen las redes sociales que el tipo es hijo de un criminal nazi y de una mujer paraguaya. No lo sé. Sí doy fe de que sus predicciones suelen cumplirse. A muchos amigos les ha dicho lo que iba a pasar o lo que debían hacer para evitar el mal. Incluso Rosen, un comunista descendiente de un polaco judío perseguido, lo veía, pese a insultarlo y querer romper la tele más de una vez. Yo me decidí a probar suerte y activé la videoconferencia. Me paré en el comedor y saludé al personaje más polémico del submundo bizarro: "Hola Chamán, soy Alan, de la Argentina, y quería saber qué va a ser de mi vida". Él sonrío sin mostrar los dientes y dejó correr unos segundos. "Hola, chamigo porteño. ¿Cómo le va? Mire, a 'uté' le va ir muy bien. Será el hombre 'ma' conocido de todo el mundo". No me sentí cómodo al recibir estas palabras de un antisemita. ¿Acaso habría yo de convertirme en un Adolf, en un Stalin? Enseguida, pensé que podía ser un Perón, un Borges; un Borges más un Perón con algo de la simpatía de Menem, el carisma de Guillermo Moreno y la misericordia y sabiduría del Papa Francisco con algo de la picardía de Maradona. Definitivamente, la Argentina tiene un destino universal. Yo mismo acuñé la frase benjaminiana: "Buenos Aires, capital del siglo XXI". Duhalde diría que estoy condenado al éxito. "Con fe, con esperanza", me alentaría mi amigo Scioli.     

  El Chamán y yo estuvimos unos segundos en silencio, yo con los pensamientos locos del párrafo anterior. Como para reponerme y no dejar un vacío que preceda al corte de la llamada, quise preguntar algo más: "Maestro, ¿seré conocido por algo bueno o algo malo? Yo quiero ser como Jesús, no como Hitler. No pretendo ofenderlo". Mi interlocutor rio con soberbia. Se lo notaba tranquilo, siempre dueño de la situación. "Mire, Alan, 'uté' será el hombre 'ma' conocido de toda la 'hitoria' mundial luego de 'Jesucrito'. Y no cometerá genocidio ni hará el mal. 'Dio' lo bendiga, chamigazo. Lo dejo 'poque' tengo mucha gente del otro lado que quiere hablar". Lo saludé con un "gracias", una sonrisa y un gesto de "chau" con la mano derecha y corté. Luego de unos minutos, quise apartarme de toda megalomanía, de todo delirio de grandeza. Comprendí que el mundo es lo que uno tiene a su alcance inmediato, más aquello que puede alcanzar con su esfuerzo, más la gente y los lugares que conocerá. Entonces, llegué a la conclusión de que voy a ser protagonista de mi propia vida, que no admiraré solamente logros ajenos y que lo mejor está por venir. Me fui a dormir tranquilo, sin miedo a morir en una cruz.  

Sueños locos CXXIX (Tincho y Milagros Pilar)




  Tincho, te vi luego de dos o tres años. Ya no eras el mismo, claramente: musculoso, bronceado. Los ojos celestes resaltaban por lo tostado de tu nueva piel. Se te veía mucho más rubio incluso. Tenías la sonrisa brillante como la de un negro, como la de la negra yanqui que se hospedaba en tu casa y se camuflaba en la oscuridad para oír conversaciones ajenas. Te volviste algo frívolo. Antes, tan profundo y poético. En tu nuevo ahora, luego de haber tomado la muy mala decisión de dejar a Milipili, mi amiga, te convertiste en un surfista casi de tiempo completo. Surf, mucho gimnasio y yoga ("para despejar la mente"). Te abriste un perfil de Tinder que arrasó vaginas al por mayor. También te metiste en Happn, ya que te pusiste a viajar más que de costumbre. Venciste la timidez. Saliste. La vida te convirtió a la religión de la promiscuidad. Nunca creí que ibas a devenir uno con las calles, uno con muchas mujercitas. Jamás dudé de tu hermosura, de esa belleza interior que se adueña del afuera. La serenidad te daba un aire de principito. Un Jesús nórdico; un vikingo malo las pocas veces que te enojabas conmigo. ¿¡Quién te ha visto y quién te ve!? ¿Dónde quedó el muchacho buenito que conocí, el que yo ayudé a matar?

  Me recibiste con calidez, debo decirlo. Pese al paso del tiempo y tu status de Play Boy, conservaste la hospitalidad musulmana que siempre te distinguió. Incluso, te volviste más generoso. Dejaste de lado la fiesta en curso para saludarme. Me regalaste una risa hermosa y miraste relajado hacia todos lados, como si hubieras querido que se acercaran tus amigas a conocerme. Igual, yo no fui por ellas ni por el alcohol, sino por vos. Te extrañé, te extrañé fuerte. 

  Más allá de tu cambio externo, nunca pudiste olvidar a Milagros Pilar. Yo tampoco, ¡y eso que no fui su novio durante doce años! Apenas amigo de un tiempo y, sin embargo, se me hace que la conozco desde siempre. En fin. Podrás estar con mil mujeres, pero ninguna como ella. Te diría que vayas a buscarla, man, Tincho querido, bro...    

Soldaditos del lecho



  Quizás haya deseos que nunca jamás se pierdan. Que no se digan, no quiere decir que no estén ahí, en una suerte de anhelo anónimo compartido por millones. Tal vez muchos seres humanos posean una tendencia a querer imitar ciertos dones de Dios. Para ser más específicos, ¿cuántos de ustedes querrían ser invisibles? ¿Qué harían de tener ese poder? Posiblemente, ya exista la tecnología para obrar el milagro. Sin embargo, no parece estar disponible la posibilidad real y accesible de sustraerse a la vista ajena...

  Otro sueño: saber qué piensan las mujeres. Mel Gibson protagonizó una película al respecto. Aunque esto se presenta como muchísimo más sencillo que hacerse invisible. En base al método inductivo, se pueden trazar perfiles de conducta presente y futura, a modo de clarividencia científica. Además, hay disciplinas que ayudan mucho, como la psicología despojada de izquierdismo y la biología evolutiva. En general, ellas querrán hacerlo con el rey. Aman a los malotes y desprecian a los buenos. Pasa que la cultura nos hace creer que hay un misterio femenino por descubrir. La impotencia mental masculina se inventa toda una religión que adora la vagina como un dios con el cual comulgar. Idolatría.

 De vuelta en el tema del primer párrafo, puede decirse que sería un buen ejercicio averiguar qué haría cada quien en caso de ser invisible. ¿Alguno cometería un crimen? ¿El deseo de invisibilizarse no implica acaso la voluntad firme de escaparse de la mirada de los otros? ¿Por qué esa intención? Yo reconozco que, si tuviera esta posibilidad, cometería muchos delitos: me metería en aviones e iría a muchas partes. Me serviría comida de los restaurantes. Subiría a trenes que van muy lejos. Y tal vez tomaría el dinero de la mesa de hombres importantes. Nadie puede matar al viento...