Lo del loco de Palermo que mató a puñaladas al oficial de policía no fue un hecho aislado. Venimos de una lamentable cultura de cuchilleros locos, ya desde los días de la colonia, pasando por la nefasta época del tirano Juan Manuel de Rosas. En dos ocasiones, quisieron apuñalarme: una vez, cuando trabajaba en una estación de servicio, un tachero me blandió una brava sevillana. Zafé de milagro. En otra ocasión, un adicto a la pasta base me sacó un fierrito largo y afilado y me salvé al tomar distancia con pasos dignos de Floyd Mayweather. Esto sin contar los episodios que vi de intento de homicidios cuchillo mediante. He observado cómo un automovilista quiso pinchar a otro por colarse en la fila para cargar nafta. Hace años que vengo advirtiendo sobre estas problemáticas de machos bravos y nadie me escucha. Cada día, caemos un poco más en la barbarie. Cada día, vivimos un poco más lejos de la civilización...
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