Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

martes, 8 de mayo de 2018

La rubia de ojos claros


 La rubia de ojos claros, bien raro que cotiza caro. Estas blancas palomitas se ven en casi todo Buenos Aires, pero su mayor proliferación se registra a lo largo del Corredor Norte de Capital y el Conurmalo: desde los narcocountries de Massa en Tigre hasta la Recoleta, pasando por San Isidro, Vicente López, Núñez, Belgrano y Palermo, se ve un desfile de modelos de Primer Mundo. Brillantes cabecitas y ojos esmeralda que denuncian acosos orientales desde sendas tribunas de doctrina. La Nación que soñaron Mitre, Sarmiento, Roca, Miguel Cané y tantos hombres ilustres. Hijas verdaderas de los barcos, viajo en el sueño imposible de disfrutar de su compañía. Yo, muchísimo de español, mucho de italiano, algo de indio y de alemán, pero lo infinito y eterno de porteño errante, vago y atorrante. El nómade de los barrios, me escabullo por calles ajenas para toparme cara a cara con bellezas caras, importadas, de exportación, que son y no son, que no pueden ser, que no, que no. En todo cuanto miro,  -el rostro de las transeúntes, o el de las revistas y la internet - hallo el color del mar y del sol en mujeres bárbaras, conquistadoras de empleadas domésticas índigenas, pero portadoras orgullosas de la bandera celeste y blanca, que tal vez fue confeccionada por bolivianas en algún taller textil clandestrucho.

  ¿Qué pensará la gente que me lee? No culpo ni elogio a nadie por haber heredado determinadas características físicas, cuyo origen remoto debe rastrearse en los días finales del Imperio Romano: pueblos germánicos se expanden por toda Europa y una élite guerrera se hace con el control de la Cristiandad naciente. Desde esos tiempos, se mató al Jesús judío, oriental, y se le dio vida a ángeles rubios de miradas azules. A partir de la entronización de los bárbaros y su dominio casi absoluto de las artes, cobra fuerza un modelo de belleza que perdura hasta nuestros días. Por mucho que se niegue, tal vez los caballeros las prefieren rubias. Dirán que el nazismo bebió de las aguas de este Rhin. Pero mi texto va más allá. Porque el tipo judío hegemónico lo detenta el askenazí, algo curioso, ¿no? Mi amigo el Rusito, joven bello de metro noventa, puede aseverar lo que digo. Cierto que Hollywood ha incorporado otras estéticas a su repertorio, lo cual puede que ratifique mi tesis: a medida que crece la influencia política y económica de una comunidad, crece su representación en los medios.

  En esta noche de lluvia, me he tornado más reflexivo que de costumbre. Hacía mucho que no se me escapaban párrafos tan largos. Pido disculpas si aburrí a alguien. Y sí, hoy me asaltó el loco de la deconstrucción, o de la duda, para hablar en criollo, sin jergas de académicos trasnochados. Pregunto: ¿cuánto de nuestro gusto nace condicionado por el medio social? Pienso que el cine y la tele me dejaron grabados un tipo femenino en mi mente: la rubia de ojitos claros. Adivinaron.

  La Argentina, pese a ser un país cuya población tiene mucho de europea, cuenta con grandes masas de gente de piel marrón y ojos pardos, lo cual deja trascender cierta justicia poética que barre un poco con el relato eurocéntrico. El tema está en que las humildes, las favoritas de Eva Perón, las así llamadas "cabecitas negras", no poseen casi visibilidad positiva en los medios. La publicidad se dirige a los segmentos que más gastan. Ponen rubias hasta para venderte un paquete de fideos. Y sí, las clases populares también compran el modelo ario. Por eso mismo la "beautiful people" acompaña la imagen de productos de consumo masivo. No olvidemos tampoco el desatino de tinturas chillonas que dan un efecto taxi en los techos de autitos muy oscuros. Lo mismo con esa manía de injertarse lentes de contacto de color. Aclaro, por si alguien no me comprende, que no me burlo de nadie, al contrario: entiendo que una parte de nuestras compatriotas padecen una terrible imposición cultural, un racismo autoinfringido, la negación absoluta de la propia identidad en pos de alcanzar un cielo de chapa y cables pelados. Ni hablar el tema de los nombres: sin ir muy lejos, mis padres me pusieron Alan y no tengo nada de anglosajón, solamente el genio maligno de la raza pirata (no digo "raza" en términos biológicos, desde ya que no).

  El conflicto principal que quiero plasmar, de paso cierro tan largo escrito, pasa porque uno mismo reproduce ciertos estándares de belleza. Digo, ¿la opción "nope" en Tinder no representa una suerte de genocidio simbólico? ¿Una eugénesis encubierta? Esto va también para la platea femenina. Al respecto, tengo una anécdota de mi corresponsal en el Sur del Konurmalo, Roberdán Lolamora: él, morocho peronista de origen tucumano por familia, me cuenta que "en Tinder y Happn, las nujeres buscan machos arios fatales, pero vos las ves y muchas tienen caras de vasija precolombina". Fuerte, ¿no? 

  Creo que más de uno se debe un debate interno. El de piel oscura quizás podría alejarse de la idolatría al amo blanco ojos de cielo. En mi caso, fui a Europa y pasé como local. No me sorprendió. Pero sí me dolió ver la discriminación de la policía migratoria a un negrito africano en un micro de la empresa Flixbus: lo trataron como a un delincuente. Entonces me doy cuenta de que, lamentablemente, nací privilegiado. Un apartheid naturalizado rige nuestras relaciones humanas, inhumanas en verdad. 

  En fin. Me hago cargo de la parte que me toca en culpa: me gustan las mujeres blancas y no siento casi atracción por las otras, así me regalen todo su amor. En este mundo de carne, apariencias e ilusión, olvido que la piel sirve de ropa nada más, mientras que el cabello, ese adorno tan valorado, aunque brille como el oro, no tiene ningún valor real. En la vorágine de esta vida, olvidamos que somos almas. Nos engañamos en el cuerpo. Hasta tenemos hijos y nietos y poblamos la Tierra de relaciones basadas en la imagen y el prejuicio. Nos dispersamos y multiplicamos en sombras de generación en generación. 

  Dedicado a Esmeralda Mitre.

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