Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 10 de mayo de 2018

Figuritas difíciles



 Lluvia sobre lluvia, sonrisa por sonrisa. Se mantiene la intención santa y profana de perdurar, de ejercer la rara habilidad de huir hacia adelante. Lo mismo, pero en otros términos, se leería así: el Diez lleva la pelota lejos de su arco, hace tiempo, le hacen falta. Doble amarilla para el infractor: fuera del campo de juego. La multitud grita y la prensa se agita por una foto del expulsado. El partido no termina más. En el banco de suplentes de ambos equipos, no hay nombres relevantes. A ninguno le sobra nada. Aunque en un principio los conjuntos salieron a matar o morir, el encuentro se volvió trabado, disputado, aburrido. Solamente el final ve una emoción, con una tarjeta roja. 

  Cambio de frente. Vamos a recalibrar las metas textuales. De la onda tribunera, pasamos a las tetas pálidas de la señorita de ojitos celestes con naranja y pelo ensortijado oscuro. Recuerdo que me leyó un texto de un hombre frustrado que, lejos de ser un artista, devino burócrata aburrido y melancólico por el amor que no fue. Aún tengo en la mente el relato de ese preso de la inercia. Todavía no concibo que exista desesperación por contar una rutina.

  Sigo por la misma, pegadito a la raya, casi afuera. Digo que hablo de vos, hoy, querida Señorita de Amargo. En el pasado, te inventé nombres despectivos, cargados de suspicacias milenarias. Prefiero, en esta nueva etapa de mi vida y escritura, reformularte mejor, más en tu propio ser, desligada definitivamente de las burradas que alguna vez pude haberte dicho. Te reconstruyo así: tetona, atea, zurda, feminista, ojos puro color, concha depilada, labios vivos, corazón caro.

  Vamos a inventariar musas de un plumazo. La Number One, por supuesto, mi amiga la Virgen Atea. Le debo todo. A ella y a alguien que al día de hoy cree que le quite un brebaje mágico (no lo hice). Cambio de página y afirmo que la Piba Troska también forma parte del altar ante el cual me inclino. Otra chica cuyo novio me genera respeto, agradecimiento y afecto. La tercer musa tiene el mérito de haber cosechado la mayoría de mis escritos destinados a una mujer. Se trata de esa que digo que vive en otro país. Una experiencia que se abortó antes de ver la luz de una mesa de café. Sin embargo, la soberbia prófuga del 2001 ha dado gran inspiración a mi modesto arte.

  Finalmente, Señorita de Amargo, me quedo con vos, como canta el autito chocador. Me quedo con vos en este párrafo. No sé. No te vi más. O tal vez me viste vos a mí y te alejaste de mi energía extraña, tan ajena a tu persona seria, solemne, buena. Sé que te cuento como lectora. Y sé que no supe ni pude darte lo que esperabas. Lamento con el alma que hayas conocido a este hombre mediocre que escribe porquerías. Definitivamente, te merecés a alguien mejor. Te juro que te hablo en serio, sin ironías. Admito mi fealdad en todo sentido. Por eso mismo, por saberme enteramente repugnante, te deseo un futuro digno de vos. Besos.

  

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