Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 18 de mayo de 2018

El PAMI abstracto (por Juan Tierradentro)



El PAMI abstracto

Esta mañana tuve que ir al PAMI. Ocurrió lo siguiente: apenas abrí la puerta del edificio, un vaho de geriátrico penetró por mi nariz, lo que me obligó a contener la respiración e ir permitiendo que el aire entre de a poco, hasta acostumbrarme al mórbido olor. Los ancianos se arrastraban como babosas humanas rociadas por la sal gruesa del tiempo, arrojada por el Estado, el Mercado, sus familiares y su propia voluntad; porque, no seamos necios: la forma de envejecer, más allá de los infortunios del mundo en-sí, la elegimos nosotros. Los empleados, gente joven, con aspecto de solteros trasnochados y decadentistas, hacían pasar a los viejos y los atendían con frialdad robótica, con un desprecio y una insolencia premeditados. Los viejos hablaban con voces temblorosas: palabras inconexas, manos suplicantes; no entendían una mierda lo que les decían. Las ojeras de los administrativos, sus ojos rojos, su postura de hombros y busto adelantado se cernían sobre la ignorancia senil de los pobres abuelos. Yo esperaba sentado, con un señor roncando a mi derecha y una viejita perfumada con colonia barata a la izquierda. Había al menos cincuenta personas esperando: no aguantaba más, deseé que entre algún desquiciado y nos mate a todos…

Eso es todo lo que imaginé la noche antes de ir al PAMI, cuando la gorda amable de Lidia me encargó el trámite. En realidad, cuando fui, no había nadie esperando: en un minuto me llamaron, en un minuto terminé la faena. No había olor, ni un enjambre de viejos sufrientes. El empleado tenía pinta de soltero decadentista, pero me trató muy bien, un tipo agradable. A veces la realidad es mucho más simple y menos intrincada que las telarañas imaginarias de la mente.

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