Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 26 de mayo de 2018

Coordenadas



  Voces masculinas, en inglés, que ordenan matar. Cambio y fuera. La infantería avanza lentamente hacia su objetivo. Los insurgentes no advierten nuestra presencia. Un helicóptero arroja fuego de ametralladora sobre el pecho flaco de un elemento subversivo. Se oyen gritos. Comienzan las corridas. El campamento se desarma. Disparamos sin cesar y marchamos sobre los cadáveres del enemigo. 

  Pasa un tren vestido de azul. De él descienden tropas nuestras. Copamos todo el teatro de operaciones. La Torre nos pertenece. Fortaleza sitiada, fortaleza tomada. Las banderas de los vencidos ahora nos sirven de alfombra roja. La mierda de nuestras botas va directo a la enseña de su infamia.

  Me toca llevar el pesado escudo de hierro. Siento rebotar las balas. No temo, no retrocedo. Mis camaradas me cubren la espalda. La cámara de mi casco toma imágenes de los terroristas en agonía. Somos una fuerza contrainsurgente que tiene por mandato no tomar prisioneros. 

  Cerca de nosotros, una autopista. Comandos vestidos de negro usan sogas para bajar a las arenas de la muerte. Los amotinados jamás nos vieron llegar. Están rodeados. No saben qué hacer. 

  Unidades de apoyo hacen valer el poder de sus lanzallamas sobre la abundante vegetación que rodea las rejas perimetrales del predio a recuperar. El sol pega fuerte sobre el asfalto del estacionamiento. Calor, humo, sangre, sudor. De parte de los derrotados, solamente lágrimas.

  La chatarra sirve de refugio improvisado para las fuerzas enemigas, que se ven superadas en número. Un grupo de cercados toma rehenes en un centro de salud cercano. Nuestros francotiradores negocian con bocas de acero. Ningún inocente resulta herido. Liberamos a ancianos, mujeres y niños. Una escuadra de aviones pasa y le deja un regalo a los guerrilleros en desbande.

  Diez minutos después, el operativo está terminado. Abatimos a doscientos sujetos. Tomamos la torre por asalto y ejecutamos al cabecilla de la rebelión de un tiro en la frente.

  Colocamos a los muertos en el playón. Permitimos que los reporteros tomen fotografías. Las viudas lloran ante la mirada inflexible y fría de nuestro comandante, que se retira en un coche negro sin identificación, pero con una baliza roja en el techo. 

  Cerca del atardecer, las ambulancias de la Cruz Roja se llevan los cuerpos. 

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