Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 17 de mayo de 2018

La respuesta (por Juan Tierradentro)



 La respuesta.

  Tener frente a vos la perspectiva de la nada. Pero no la nada abstracta en la que las mentes filosóficas más brillantes se hundieron y enloquecieron. La nada real: no tener nada que hacer, ninguna obligación, ninguna cámara filmándote, ningún jefe hijo de puta edeñándonte la sangre, ni siquiera las demandas ancestrales de tus familiares, vivos o muertos. Hacerle la cola al maldito de Cronos y que se coma el tiempo de otros, el de esos asustadizos seres humanos que se espantan cuando alguna especie de ocio los acecha. Cuando el joven Dostoyesvski estuvo preso, le bastaba ver desde una miserable ventana una porción de cielo azul para que su mente obtenga toda la fuerza que necesitaba para resistir el martirio. Un hombre en una sórdida celda, esperando que lo ejecuten, privado de todos los tesoros de la vida, solo necesitaba eso: treinta centímetros de cielo azul y su vida cobraba sentido y se justificaba. Las cosas pulsan nuestras cuerdas, pero nosotros ponemos la melodía. La enfermedad del mundo ha sido siempre la del instinto más poderoso: el miedo. Y la criatura humana construye imperios de terror para no enfrentar la maravillosa nada misma, esa perspectiva sin límites que son las horas en la que no existe obligación alguna. Escucho los pájaros, unos niños hablando, alguna moto circulando y la vida perpetua siempre ahí: en los árboles, en mis intestinos, en todos los cerebros, en estas palabras. ¿Qué hacer frente a todo este milagro, frente a este permiso bendito que Dios puso en mi corazón? La respuesta está en la misma pregunta. Respondela vos.

  Aclaración: este texto pertenece a mi columnista estrella Juan Tierradentro. El primero de muchos que publicaremos en este portal. Muchas gracias por su visita. 

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