Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

lunes, 21 de mayo de 2018

Sobre el lenguaje argentino (por Juan Tierradentro)



  Sobre el lenguaje argentino

Hace un tiempo vi un documental colombiano en donde, no sé por qué motivo, entrevistaban a lo que serían los "villeros" de Medellín. Gente del arrabal, lúmpenes en términos marxistas. Me llamó poderosamente la atención cómo hablaban: la prolijidad del lenguaje, la riqueza verbal que dominaban, las pausas, la correcta entonación de las palabras. Sacando alguna que otra jerga, el modo de expresión no variaba sustancialmente de aquellas personas bien educadas que pueden hablar haciendo un uso justo y limpio de la lengua. Estoy viendo El Marginal, la serie de los Ortega, donde se muestra con descarnada claridad el infierno de la vida carcelaria en un penal Argentino, "San Onofre" en la ficción. Allí se encuentra James, alias "Colombia", al cual es una delicia escucharlo hablar si se lo compara con los bandidos argentos. Me pregunto por qué en este país hablamos tan para el orto. El lenguaje es un sistema: tiene ciertas reglas, un orden interno, una perfección intrínseca en su concepción original. No está mal introducir nuevos modos, palabras que brotan en determinado tiempo, giros que también demuestran que estamos hablando de una entidad viva, que se mueve, que marcha junto a la cultura y las necesidades expresivas de cada momento. Pero en este país, literalmente, lo destruimos, lo rebajamos y lo fritamos en la olla de nuestra desidia y desfachatez. Más allá de la excitación folclórica que nos pueda generar hablar de esa forma tan libre, tan desestructurada, creo que hemos llevado esta libertad hacía un margen donde el lenguaje deviene en sonido gutural, en plasticidad grotesca, en articulación ininteligible, una especie de chauvinismo expresivo donde los códigos se comparten de forma casi sectaria, acentuando aún más las diferencias inherentes a la "clase".
Uno de los aspectos que resalta es el tema del insulto, el "pathos del puteo", la pasión agresiva que palpita en el argentino promedio. Vanagloria de muchos: "Nadie putea como nosotros". ¿Y? ¿Cuál es la gracia de putear como un marrano? Signo de violencia crónica, enfermedad cultural, huella de resentimiento social, seña de inquietud y ansiedad. En fin: no pretendo el retorno a ese lenguaje aristocratizante, dificultoso, trazado e inaccesible de los burgueses misántropos de fines de siglo XIX y mediados del siglo XX; esto vendría a ser una reacción elitista ante la bestialización de las formas lingüísticas reinantes. La onda es aprovechar al máximo todo lo que la lengua nos ofrece, hablar como si fuéramos refinados lectores que pasean por la calle y que en ese fluir aprehenden los modos que sintetizan el habla de los distintos estratos, grupos sociales, etc. Es decir: tener la plasticidad para expresar una bella intuición a través de un lenguaje poético, comunicar un hecho concreto de la cotidianidad con la frialdad objetiva de un científico y por qué no, largar una hermosa puteada cuando nos apretamos un dedo con la puerta. Como dijo Juan Perón: "Todo en su justa medida, armoniosamente".

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