Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 12 de abril de 2018

Sueños locos CXVII (Embajador argentino en Francia)



  Tuve la dicha de ser nombrado embajador argentino en Francia. Luego de 16 años de desaciertos amarillos, Macri y Vidal, fue un gran honor representar a mi país en el extranjero, en el marco de un gobierno peronista, obvio. De todas formas, mi designación no estuvo exenta de problemas. A causa de mi identificación con la Iglesia Católica, los sectores duros del progresismo, y del kirchnerismo residual, exigieron mi remoción. El Presidente me mantuvo en mi puesto contra viento y marea. El espíritu de Francisco hizo el milagro. Por otro lado, y no va por fanfarronear, ninguno de los "intelectuales" de izquierda posee mis credenciales. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero algunos han afirmado que soy una mezcla de Houllebecq con el Turco Asís y que, solamente por ello, me hago merecedor de todo cuanto obtuve en mi larga vida. 

  Volví a Buenos Aires a los tres años de mi nombramiento. Se especulaba con mi renuncia por motivo de la escritura de esa novela cuyo nombre no quiero recordar. Ni bien llegué a Ezeiza, dije, en una improvisada conferencia de prensa, que no iba a abandonar mi cargo y que, como si fuera poco, tenía pensado acompañar a la gestión en un nuevo mandato, que lo daba por hecho. Un grupo de curiosos me aplaudió al escuchar mi discurso soberbio. No quiero hacerme el popular, pero solamente los ultras de izquierda me odian. Pese a esos sentimientos tan negros, tan rojos, ellos me leen. Aunque afirmen que lo hacen para burlarse de mí. No les creo.

  Llegué a la Argentina una mañana fría de junio. Recuerdo que me alegré al ver el sol, casi siempre ausente en París, Pagrís para los que la padecemos todo el año. De Ezeiza, fui directo a un hotel en Retiro. Quise pasar por mi barrio de pibe, Villa Lugano, pero la custodia no me lo permitió. "Señor, usted no puede ir a un barrio conflictivo sin avisarnos con dos horas de antelación. Si quiere, planificamos un operativo y lo llevamos. El Presidente nos encomendó que no haga de las suyas." Definitivamente, no me gustó la actitud de los cuatro hombres que me llevaban casi prisionero. Uno de los agentes, Walter Rossi, no paraba de reírse y de hacer bromas con el chófer. Sentí rabia en ese momento. Pero gracias al Tano, estoy vivo para escribir estas memorias que ustedes leen con pasión (eso espero).

  Ya saben de mi ideario católico (y caótico). Bueno, la gente de San José de Flores me organizó una recepción. Yo me bauticé allí, a los 16 años. Guardo un grato recuerdo en mi corazón. Convertirme al Catolicismo fue lo mejor que me pasó en la vida. Ya lo dije en muchas entrevistas. Desde ya, acepté con gusto el agasajo. Pero esa noche quería dormir, luego de tan largo viaje, y con el cambio de horarios a cuestas. En el hotel, no pude gozar de la siesta.

  Fui con mi señora, la Gringa, y mi hijo más grande, Miguelito. Mucha gente en la Basílica San José de Flores. Todos de traje. Ingresamos por la nave central y estiramos las manos hacia los costados. El nene no entendía mucho. Cinco añitos, pobre. Mi mujer se sentía feliz, pese a no hablar castellano y pese a ser mitad anglicana y mitad judía. Ella odiaba lo social, la exposición pública. Pero en Argentina se soltaba, se transformaba, se dejaba admirar. 

  Luego de veinte minutos, saludamos a casi todos los presentes. Cientos de personas. Muchos no me leyeron jamás. Sin embargo, me consideraban un genio. Me saqué fotos con todos y conversé con los curas, que nos recibieron muy bien. Me acuerdo que Miguelito quería salir corriendo al altar. Menos mal que la Gringa lo paró. El nene jodía con ser cura. Se ve que Dios le marcó de muy chico el camino que habría de seguir.

  Nos sentamos al fondo de todo, por humildad real, no demagogia. Pero la gente nos obligó a ir a la primera fila. El cura párroco abrió el acto con un discurso donde citaba a Cristo, a Perón, a Francisco. Se escuchaban aplausos y aplausos. "El hermano Alan nos demostró que se puede ser católico, argentino, peronista y culto. La erudición no es patrimonio de la izquierda, al contrario. Además, ustedes saben que este varón se hizo de abajo, creció en Villa Lugano, barrio históricamente olvidado del Sur de la Ciudad. Nos tenemos que mirar en este obrero de la palabra, que padeció el martirio en vida, cuando mucha gente de la política lo quiso callar al Juan el Bautista moderno. Nunca se rindió. Por eso mismo, por su perseverancia en el signo de la cruz, venció a la muerte. Gente, yo estoy orgulloso de que este santo se haya convertido a la fe verdadera en este templo". Se me soltaron algunas lágrimas. Le traduje al oído a mi mujer lo que el sacerdote dijo. En verdad, un exagerado total. Pero su testimonio me llegó. Algo de verdad había. La Gringa, muy emocionada, le contaba a mi nene lo que decía el señor de la fe. Miguelito lloraba, pero lloraba por ver a sus papás conmovidos, no entendía todavía del Peronismo, el Papa Francisco y el martirio en vida. Y no sabía qué es Lugano. Nació en Londres, pobrecito. La escuela de la calle no habría de tenerla nunca. 

  Se me acercó el jefe de mi custodia, el Tano Rossi. Pensé que quería mirar a la Gringa. Todos se enamoran de mi mujer a primera vista. Pero no. Me venía a dar un mensaje: "Señor, tenemos información de que lo quieren matar. Ahora van a hacer un baile, como un vals, antes de que hable el obispo. Tenemos que aprovechar para salir por la puerta lateral izquierda. De ahí, escapamos por Ramón Falcón." Desde ya, tuve que obedecer a "mi jefe". País de vigilantes, me dije. Tomé al nene a upa y le dije a mi esposa que había alguien afuera que tenía que ver...

  Llegamos a la puerta lateral izquierda del templo, muy cerca de un confesionario. Antes de salir, miramos hacia arriba, hacia el lado de Plaza Flores, frente al altar, y nos sorprendimos con la presencia de unos músicos y un coro de niños increíble. Me pareció extraño, sí, lo de los antifaces y las máscaras: como si fuera el Carnaval de Venecia, los hombres y mujeres, elegantemente vestidos, escondían sus rostros de forma picaresca. Sinceramente, una iglesia no está para eso, pero bueno. Medio masónica esa onda. Me acordé de la película Eye Wide Shut. Muy recomendable. Uno, como embajador y hombre de mundo, ha visto muchas cosas raras, cosas del demonio. Aunque semejante aquelarre en el sitio de mi nacimiento en Cristo... 

  Le pedí al Tanto Rossi que nos lleve al coro, que tiene pasadizos laterales que van a la cúpula, la cual a su vez tiene aberturas que van hacia la casa parroquial. "Tano, te pago si querés, pero me tenés que sacar de acá, por favor". El rubio, orgulloso, me rechazó el dinero: "Señor, su vida está en peligro. Posiblemente, el loco que quiere matarlo está en el coro. Vámonos, por favor". 

- Tano, cerca de la sacristía hay una tarima en desuso, con una tela negra que la envuelve. Mi don de clarividencia me dice que ahí hay alguien. - 

  Efectivamente, fuimos y encontramos a una mujer escondida ahí. Tenía dos escopetas y varias molotov. Los presentes en el templo no se dieron cuenta de la detención porque los custodios y policías de civil rodearon a la terrorista con gran maestría. Yo quise darle dos buenas trompadas en el mentón por meterse con mi familia. Me banco las balas traicioneras de los zurdos, pero nadie toca a mis hijos, a mis nietos y a mi mujer. Me contuve porque no podía caer por una denuncia de "violencia de género". Los marxistas son expertos en provocar. Y a mí no me van a cachar, eh. Esto me recuerda cuando dije, en una reunión en Casa Rosada, que estuvo bien el fusilamiento de los que quisieron copar La Tablada...

  Vuelvo a mi infierno personal. La terrorista terminó esposada en la sacristía. El cura le echó agua bendita y ella se retorció y gritó como posesa, que de hecho tenía mil demonios adentro. Mi señora le metió un bife. Averiguación de antecedentes mediante, nos enteramos de que la tipa estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en la misma época que este servidor. Me guardaba bronca de aquellos años. En fin. Dios nos salvó de un atentado digno del Estado Islámico. Semanas después, las fundamentalistas de la ideología de género intentaron quemar iglesias, matar sacerdotes, asesinar a médicos provida y muchas cosas más. Pero fracasaron en todo y cada uno de sus intentos. Las locas esas se ganaron el odio de la sociedad entera. Todas esas amigas de Satán todavía están en prisión, o en el manicomio. 


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