Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 19 de abril de 2018

Londres por Alan




  Un sol contra otro sol. Soles. Los cuadros raros que se venden en la peatonal Florida. Pirámides en la luna, una mujer de verde que mira al espacio infinito, una nave al lado de una palmera, un fondo de estrellas. Imágenes imposibles. No sé por qué me acordé de esta locura. Ya que estamos, armo el paisaje que me gustaría para mí, en otro párrafo, el de abajo...

  A ver, me gusta Londres. Pongamos por caso Westminster, o Camden, dos subdivisiones de la capital británica. Lugares caros, obvio. Sigo. Salgo a correr todas las mañanas por Primrose Hill. Me lleno de energía para tener un buen día. Trato de robarme las pocas jornadas de sol que pueda tener el año. Termino de entrenar. Elongo desde lo alto de la colina, de cara al Eye of London. Saludo a la gente que pasa, que ya me conoce. Desciendo lentamente, mientras miro al cielo con alegría. 

  Por la tarde, enseño español en una academia o universidad. O voy a oficinas de personas de negocios. Me gano la vida con mi lengua patria. Converso sobre Argentina. Sigo con la explicación de los verbos. Doy la clase de pie, siempre. Transmito energía, recorro el espacio, interpelo a los estudiantes. Los hago repetir frases. Aprenden rápido. No dejo de sonreír. Cada tanto, suelto algún chiste. Tal vez, por qué no, soy profesor de literatura en algún lado, aunque parezca más complicado.

  A la noche, para ganar un poco más, trabajo unas horitas en un hostel. O un bar. O cuido a un anciano, del cual me hice amigo. Obvio que no soy rico. Tampoco me interesa. Sí me gustaría una novia. Me cuesta consolidar vínculos durables. El país donde nació Black Mirror. Lo bueno es que tengo una vida íntima más rica que en Buenos Aires. Ser extranjero ayuda. La calidez sudaca cotiza en bolsa.

  Desde ya, esto tiene más de delirio que de realidad. En verdad, Londres no es para todos. Una ciudad cualquiera del Reino Unido tiene alquileres y transporte más accesibles. Confieso que una vez me colé en el subte para poder comer. Salí de la boca de subte de Swiss Cottage como si el Underground fuera un monstruo del cual escapé. En criollo, me sentí Maradona luego de hacerle el gol con la mano a los ingleses.

  Cinco días estuve en Londres. Desde ya, lo mío no sirve como parámetro. Sin embargo, opino. Hay gente que habla y nunca salió del país. En mi breve estadía, fui excesivamente feliz. Cuando esperaba el Flixbus en Victoria Coach, una terminal de micros desde donde me fui a Bruselas, me sentí muy triste. En 33 días en Europa, solamente en la bella capital inglesa sufrí por la partida. 

  Desde ya, las Malvinas son argentinas. Una cosa no quita la otra. Siempre se ha dicho que las relaciones entre ambos países van del amor al odio con pocas escalas. Sin ir muy lejos en el tiempo, fue durante la gloriosa época de Menem que, en mi infancia, recibí, por parte de mi padre, dos alcancías de metal con motivos típicos londinenses: cabina de teléfono roja y buzón de correo, también rojo. Desde ese momento que algo rondó en mi cabecita. Si mi niñez se hubiera dado en la era kirchnerista, con el canal de televisión Paka-Paka, probablemente sería un adolescente con ganas de conocer Machu Pichu. Da para cuestionar el así llamado "eurocentrismo".

  Anyway. En un par de añitos, si Dios quiere, me veo en el Reino Unido. Si se da Londres, mejor. Obvio que éstas son cosas que uno dice. "Una golondrina no hace verano", suele repetirse. Podría decirse que un turista no deviene necesariamente en emigrante. No lo sé. Sí puedo afirmar que llegué a caminar más de doce horas seguidas en la otrora capital del mundo. Conocí las tiendas baratas, como Iceland, el DIA inglés. Me colé en el subte, lo dije. Me congelé al lado del Támesis. Compré alimentos en las tiendas de los caballeros simpáticos de tez marrón y aspecto oriental. Hablé con hispanoparlantes expatriados. En síntesis, hice un viaje de exploración, no de turismo clásico, pese a haber cometido el pecado capital de pagar 27£ para subir a esa ruedita tan loca. Y bueno, ingresé al British Museum, lugar gratis ya que los anfitriones se cobraron todo con conquistas bélicas.

   Me cuesta cerrar el texto. Simplemente dejo estos retazos de pasado y futuro a disposición del mundo. Para el que pueda ir, le digo que vaya. Londres es una ciudad cara, pero Buenos Aires tampoco se caracteriza por ser muy barata que digamos. Vale decir que el sol porteño, molesto en verano y salvador en invierno, cuenta como algo que extrañaría en una eventual estadía prolongada en el país del cielo nublado. Obvio que también echaría de menos a mis afectos. Pero veo allá un porvenir que acá no. Seguridad y oportunidades laborales no abundan donde se mata por un boleto de colectivo. Alguno me dirá que los británicos han asesinado a muchos. No lo niego. Pero contestar semejante burrada comunista no sirve para tapar la inseguridad infernal que se vive - "vive" parece ironía - en la Argentina.

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