Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 6 de abril de 2018

Sueños locos CXVI (Dormir en la calle)





  En la calle, rara vez se duerme bien. Mejor dicho, casi no se duerme. Yo, por lo menos, suelo mantenerme con un ojo abierto. Siempre tuve miedo de ser pateado por algún caminante. Hay gente que cree que los indigentes somos culpables de nuestro destino. Por esa razón, nos atacan o, lo que se da a menudo, llaman a la policía para sacarnos de las puertas de sus casas. Temen que las mismas pierdan valor por nuestra presencia andrajosa. Sospechan que podemos obrar como "entregadores", es decir, aquellos que pasan información a delincuentes para que roben propiedades cuando sus dueños no están. Y bueno, tenemos fama de borrachos y drogadictos, muchas veces con justa razón. En lo personal, no gasto las pocas monedas que me deja la mendicidad en vicios. Tampoco hago mis necesidades en cualquier parte. Y hasta me las rebusco para darme una ducha diaria, ya sea en los baños de una iglesia, o en algún lugar del Estado. Intento no abandonarme. Así y todo, no consigo trabajo. Me cuesta. Pero no me doy por vencido.

  Habrán notado que el grueso de los que dormimos en la calle paramos en zonas céntricas, o donde hay estaciones importantes de trenes. El espacio público, aunque parezca extraño, resulta menos conflictivo que cualquier barrio residencial. No hay dueños que exijan nuestra retirada. Obvio que a la mañana dejamos que los comerciantes comiencen su labor. Para ello, levantamos campamento rápidamente. Muchos locales nos guardan las frazadas y el colchón durante el día. Y así pasamos las horas de vigilia hasta bien entrada la noche, cuando afloran las peores miserias ciudadanas.

  Todo lo anterior a modo de panorama general. Yo hace menos de tres meses que empecé a contar ovejas a cielo abierto. No tengo mucha experiencia en esto. Me cuesta adaptarme. Prefiero caminar toda la noche y dormir durante la mañana en algún parque, si el día acompaña. Si llueve, me refugio en alguna biblioteca. De paso, leo un poco. Intento que el encierro de vivir sin techo no me gane la cabeza. Se hace lo que se puede.

  Lastimosamente, el otro día me tocó perder. Me quedé dormido en un rincón, a eso de las tres de la madrugada. Hacía mucho calor, una noche húmeda de mosquitos, sin nada de viento, insoportable. Había caminado mucho y ya no aguantaba más. Quería una "siesta" hasta el amanecer, que no estaba tan lejos. Dos horitas y algo y listo. Cerré los ojos ni bien me eché en la vereda. Las baldosas seguían calientes por el recuerdo del sol de la tarde. Me había tumbado de costado, casi en posición fetal. No necesitaba almohada. Unos veinte minutos después, desperté abombado, transpirado. Como si estuviera borracho. Siempre me entristece darme cuenta de que no tengo casa. Mientras duermo, me olvido de todo. Pero bueno, uno se incorpora de repente y se da cuenta de que le falta la mochila con todos sus papeles. Me toqué el bolsillo y sentí que vibraba el celular, menos mal. Pero perdí mi mochilita, con lo poco que tenía. Ahí guardaba documentos valiosos, como mi título secundario. En el pasado, estudié. Pero la vida me fue empujando a la banquina. Si hago trámites engorrosos, puedo tener de vuelta mi analítico. Con eso, puedo presentarme a una entrevista de trabajo. Pero mi cuaderno de poesías ya no lo voy a poder recuperar nunca más. 
  

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