La avenida Corrientes guarda en sus librerías misterios que el tiempo reserva a sus elegidos. Libros y más libros aguardan lectores en las cada vez menos frecuentadas casas del saber. Yo no sé el por qué de semejante apostasía cultural. Buenos Aires, otrora Capital Cultural de América, es hoy una vulgar ciudad de tenderos y usureros. Aunque seamos minoría, todavía quedamos algunos fieles visitantes a esos olvidados centros de la vida literaria.
Una tarde cualquiera salía de trabajar con tres pesos en el bolsillo. Esto fue el año pasado. No hablo de tres pesos de hace doce años. No. Tres pesos de ahora, que apenas alcanzan para pagar un pasaje de subte y quedarse con cincuenta centavos de yapa. Una mierda. Es como decir que se puede comer con seis pesos al día. Esa vuelta tuve suerte de poder comprar un libro de tapas rojas. La ley de oferta y demanda se hace sentir en un mercado editorial que se limita a los vendehumos (escritores de Best Sellers). Por esta razón se liquidan a esos pobrecitos libros amarillentos como si fueran gatitos lisiados que nadie quiere adoptar. La eutanasia es la solución final que nuestros gobernantes proponen para el mundo entero...
El libro de tapas rojas arrancaba desde la primera página hablando de crucifixiones y acontecimientos similares. Reconozco en su desconocido autor una gran inspiración para hablar sobre hechos magistrales. Naturalmente que esa novela me acompañó a todas partes durante una semana. Iba prisionera en mi mochila viajera como quien sigue a alguien a todos lados. Será que la vida quiso entretenerme que se me ofreció más accesible y misteriosa que nunca...
Leyendo esas páginas amarillas de olvido mas nunca de corrupción, me di cuenta de que un pintor judío puede tomar la crucifixión de Cristo como el modelo estético de dolor más perfecto. Esto es algo sorprendente si vemos lo insolentes que suelen ser los hebreos con el que ellos llaman "el crucificado" (esto si no ahondamos en el Talmud que es un compendio de blasfemias escritas por rabinos de todas las épocas). Es increible la sensatez que exhibe el libro de las tapas rojas.
Ojalá vuelvan a editarlo nuevamente. Es excelente. Uno puede discutir muchos aspectos morales, religiosos, políticos e ideológicos con los artistas judíos pero hay muchos de ellos que poseen un genio sin igual. Es cierto que muchos se esmeran en atacar el cristianismo malgastando todo su talento pero no es menos cierto que existen hombres extraordinarios como Daniel Baremboim que son amados por todos excepto por los sectores de derecha de su propio pueblo.
El libro de las tapas rojas me hizo pensar y reflexionar mucho acerca del arte y la condición humana. Es milagroso que un judío utilice la Pasión de Cristo para pintar el dolor de la existencia en este valle de lágrimas. Es como Schopenhauer, que se se crió en el protestantismo pero maduró su intelectualidad a la sombra del catolicismo y el budismo. Lo mismo con otros ilustres protestantes alemanes como Goethe y Wagner, que bebieron sus aguas redentoras en las siempre vírgenes e incontaminadas fuentes de la mal llamada "Edad Media" (a mi juicio, fue la mejor época de la historia por el esplendor de la Iglesia y la fuerza del cristianismo en su conjunto espiritual).
Al terminar de leer el libro de las tapas rojas, noté que mis manos me sangraban como si hubiera sido crucificado al igual que nuestro Dios y Señor. Al lavármelas, pude ver las heridas que las estacas habían dejado en ellas. No puedo negar que me sentía bien ya que había resucitado pero la lectura de la novela Mi nombre es Asher Lev deja marcas profundas en la persona que tiene la sensibilidad suficiente como para leer y emocionarse. El autor de esta obra maestra se llama Chaim Potok.
ACLARACIÓN: este libro existe, no es una ficción de mi mente. Mi nombre es Asher Lev escrito por Chaim Potok.
No hay comentarios:
Publicar un comentario