Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 28 de septiembre de 2018

El ejército de Onán (por Juan Tierradentro)



El ejército de Onán.

La suerte me ha dado a conocer a un grupo de hombres que no pudieron, por singulares motivos, acertar en el hoyo de las artes amatorias. Tan intenso es el patetismo de estos espíritus que me he propuesto trazar someramente una radiografía de sus terribles disfunciones, no por ramplonería, si no para aprender de ellos y su drama.

Checho Baronetti, hombre de campo, rudo y pertinaz en los quehaceres rurales, por desgracia de un parto dificultoso, quedó idiota. Pero esto no lo afectó en sus impulsos conspicuos: todo lo contrario, quienes lo conocen atestiguan que vivía "entroncado", es decir, todo el día con su miembro reproductor tieso y listo para la acción (que nunca llegaba). Incapaz, por timidez y tosquedad, de abordar a una mujer por motus propio, visitaba con insistencia las lóbregas calles de Villa Cariño. Cigarro humeando en la boca, ojos entornados, paseaba como un flaneur, eligiendo con ademán de príncipe el tugurio donde iba a realizar su descarga láctica. Peculiar modus operandi: cuando estaba a punto de pasar, lo invadía un terror inexplicable y huía a su casa, atravesando mil kilómetros campo adentro para ejecutar la faena onanista que lo tranquilizaba hasta el próximo intento. Baronetti, preso de un pavor irremediable, jamás copuló.

Roberto Pajens, quien recibió el beneficio de una cara perfecta, metro ochentipico y una voz magnética, no salió del Reino de Onán. Sedujo a cientos de mujeres, las besó, las hizo llegar al orgasmo con sus manos, abrazos, susurros y promesas, pero su pájaro nunca entró al nido bendito. Volando incansablemente por cielos idílicos, el ave podría haber sido un mito del primitivo mundo griego. Su inmersión a los 14 años en los arrables frustó el ánimo de su coraje: una morocha del barrio Zaspe se le apareció intempestiva. Su novio se había ido y la casa quedó libre. Pajens, que estaba tomando un "priteado", se dejó seducir por la joven de caderas fértiles y labios carnosos. El joven era virgen y la morocha, arrebatada por la belleza del gringuito, procedió, sin delicadeza, a querer hacer todo junto. Roberto se inhibió y el gorrión no puedo cantar. Su pene reblandecido no pudo entrar y, en desesperada sustitución, quiso hacer magia con su dedo índice. La mujer, privada del goce viril, lo echó a patadas y lo humilló frente a sus amigos, haciendo una seña que Pajens nunca olvidará. Su desventurado desvirgue lo hundió en el ostracismo eréctil y jamás volvió a detener la caída del ave: si se detenía, pensaba, podía llegar a morir.

Jorge Pajiagua es el San Agustín del siglo XXI. Con una diferencia: el santo, de joven, había sido lúbrico y activo en las artes conspicuas. Pajiagua siempre posó de serlo. La acción no confirmaba su vanagloria dialéctica en la mesa de los bares, en las rondas de amigos y en los recreos de la facultad. Mitómano desenfrenado, dijo haber copulado en los lugares más raros: Estambul, Pekín, Bolivia y hasta chamuyó con haber embarazado a una mujer de la Polinesia, al mejor estilo Paul Gauguin. Si bien era cierto que había frencuentado esos lugares, lo único que hizo fue homenajear a Onán en los hoteles de todo el mundo. Las mujeres quedaban enloquecidas cuando lo escuchaban relatar, con pomposa oratoria, sus aventuras exóticas, pero cuando lo invitaban a encuentros más íntimos, el marcial Pajiagua, adoptando la pose de un lejano Play Boy, metía intrincadas excusas para esquivar, como un campeón, el terror que la realidad le generaba. Pajiagua, lejos de ser un campeón del placer, es un patético experto en la "puñalada al revés". Un agravante de su psicopatía de autosatisfacción, que lo asimilaba al santo, provenía de un poderoso sentimiento de culpa que brotaba luego de sus fantasías lascivas. Para aminorar el sentimiento,  cultivaba en secreto una enfermiza mariolatría, escribiendo unos extraños poemas a la virgen que había concebido sin acostarse con nadie.
Creía que así, por una súbita alquimia, quedaba libre de esos místicos reproches que lo atormentaban.

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