Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

domingo, 23 de septiembre de 2018

Un sueño loquísimo (por Juan Tierradentro)



La muerte Argentina

Yo no sé para quién jugaba. La Nación estaba en peligro. Me encontraba en un estado de vacilación, confuso en una atmósfera de intereses contrapuestos. Las cosas temblaban desde lo invisible: la primera agitación del día iba a producir el caos total: un robo, una puteada, una gresca... daba igual. Lanata se iba a entrevistar con un grupo de anarquistas. El gordo fue hasta la sede del sindicato, yo estaba atrás de él. Tocó la puerta, le abrieron y dos tipos enormes lo hicieron pasar. Apenas entró, uno le dijo: "Te agarramos, gordo puto". Lo habían traicionado. La idea era lincharlo. Y comenzó la hecatombe: apenas raptaron al periodista, comenzaron a sonar unas sirenas apocalípticas y la Patria se ennegrecía en medio de una batalla campal. Los diversos sectores se precipitaron al combate como fieras heridas ante un pedazo de carroña. Manteros, feministas, estatales, estudiantes, gendarmes, militares, fuerzas de seguridad extranjeras, lúmpenes con cuchillos, jubilados con bastones, remiseros, senegaleses de ojos amarillentos, piscopátas alienados, maricones trasnochados, colectiveros iracundos y prostitutas violentas se hacían mierda en una batalla difusa. No había ningún tipo de demarcación estratégica, ni siquiera un esbozo de organización: la furia destructiva de los argentinos rugía en medio de un panorama atronador. Helicópteros, tanques de guerra y aviones campeaban sobre la arena y todos se daban puñaladas traidoras, tiros a quemarropa, arrebatos ponzoñosos. Macri y la cúpula de tecnócratas asustados que lo rodeaban se tomaban el palo. La Embajada de Estados Unidos les había asegurado una vida apacible en diversas partes de Europa. El Pueblo se sacaba la careta y se mataban entre todos. Yo, inexplicablemente, cada vez que iba a ser ajusticiado, era salvado por una extraña suerte. Sentía olor a pólvora, a sangre, caminaba sobre los cadáveres y a cada rato venían personas a amenzarme con armas de todo tipo. A algunos los enfrentaba, a otros les imploraba piedad... sobrevivía milagrosamente en medio de la bullanga de las pirañas sedientas de sangre. La guerra duró todo un día. Al final de la jornada, los medios de comunicación no sabían cómo interpretar el colapso, un silencio fúnebre detenía el ritmo de las redacciones, no había nada qué decir. Había muerto el país: esa era la única interpretación posible. Al amanecer del otro día, un grupo de hombres planeaba la resurrección. Yo los vi reunidos: me invitaron a participar. No acepté. Estaba vivo, era lo único que me importaba, me sentía un paria; el destino del país me importaba un huevo. Es más: celebré la fractura, la desidia y el delirio acaecido. Yo los vi reunidos, una vez más: eran las nuevas bacterias del Gran Queso Argentino. ¡Salud!

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