Este escritor blanco que soy yo caminaba por la calle junto a una amiga que es una lavandera celeste. Un albañil marrón le gritó que le quería comer el marrón y yo le di un golpe en la boca muy fuerte que lo mandé al hospital junto a la enfermera blanca (me gustaría ver si con unos cuantos dientes menos se atreve a piropear a una jovencita que podría ser su hija). Por ese exabrupto un gendarme verde me amenazó con llevarme al calabozo pero los testigos pálidos que allí habían me dieron la razón. Mi amiga y yo nos fuimos a los del tendero amarillo a comprar algo para comer.
Un mecánico negro pasó por casa a saludar y se quejó de que su trabajo es una mierda. Dijo que negro es el ladrón que a diario lo quiere robar en la estación de subte sin que nadie diga nada. Yo le dije que él es un mecánico a secas pero él me retrucó diciéndome que es considerado un mecánico negro por parte de quienes lo explotan a diario. Ahí nomás se descargó diciendo que hace años que está viviendo todos los días misma rutina hija de puta.
Mirábamos la tele con la lavandera celeste (es dueña de una tintorería pero no es hija de japoneses a pesar de tener algo oriental en su pasado). En un programa apareció un hombre color rosa que ejercía la prostitución. Asco. Apagué esa porquería y compartí la cena junto a la chica cuya belleza le había costado una visita al dentista al albañil marrón.
Mientras comíamos unos fideos con salsa a la bolognesa nos pusimos a conversar muy risueñamente. Ella ama las charlas y las visitas a mi casa. Es una amiga muy buena que no cobra ni la tintorería ni el lavadero que tiene pero me exige mucho amor .Dice que soy su escritor blanco. Yo me vuelvo un escritor rojo cada vez que me habla así porque me sonrojo muy a menudo.
- ¿Por qué en una sociedad supuestamente democrática se habla tanto de la realeza, de Máxima de Holanda y de Kate de Inglaterra y de la española plebeya que accedió al trono?-
- Tenés razón. Esos son los mismos que se quejan de Cristina Kirchner diciendo que es una reina. Es pura contradicción. Me da bronca esos derechosos de miércoles.-
- Bueno, a mí me dan bronca los militantes rojos y los liberales de todos los colores. Son la misma mierda marrón pero pintada a gusto del consumidor tarado.-
- Alancito: no quiero que nos peleemos. Sigamos comiendo en paz.-
- No importa. Yo decía que las mujeres son frívolas y tontas. Hablan de príncipes azules y no de mecánicos negros, albañiles marrones, esclavos de cuello blanco, comerciantes grises, panaderos doraditos, pasteleros color chocolate, verduleros verdes, carniceros rojos y muchos otros que yo no recuerdo. El hecho de hablar de principe parece indicarnos que en el inconsciente colectivo hay ciertos arquetipos que valoran a la realeza como forma de vida.-
- Ya sé que sos monárquico pero no quiero oir nada al respecto.-
- La sociedad no debe ser tan contradictoria.-
Seguimos comiendo. Yo le dije a la lavandera celeste que había leído la carta de una solterona judía a un rabino. Ella le escribía sus dramas para encontrar al hombre ideal. El religioso judío, con el pragmatismo que caracteriza a los orientales, le dijo que no debe buscar una invención suya fuera de su mente. El rebe le dijo que hay hombres pero son reales al igual que ella. Por esta razón no puede enamorarse de idealizaciones y cosas semejantes. Se sabe que en la vida de los judíos importa mucho la religión, la raza, la familia, el patriotismo, la cultura, la educación y también, le pese al comunista que le pese, el dinero, el oro y los bienes que sirvan a la especulación. La lavandera celeste me escuchaba y se reía mientras yo hacía el elogio del realismo judaico. Hay algo que es verdad y es que no se puede vivir de la magia a menos que uno sea mago. Mi invitada no aguantaba la risa. Yo seguía elogiando la simpleza que tienen los hebreos para las cosas de la vida. Muchas taradas pierden sus días en soledad por no haber mirado a su alrededor.
Entre el sabor del vino y la pasta, la lavandera celeste me dijo que soy su príncipe azul cuando no soy más que un sapo verde...
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