Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

martes, 28 de abril de 2020

Locura total mía



Por primera vez en la vida, tengo miedo de volverme loco. Nunca me pasó. Ni siquiera en situaciones límites (y atravesé varias). Salí a tirar la basura y al almacén y me sentí un astronauta flotando sobre la superficie de la Luna. A los pocos pasos de escapar de mi casa, tropecé y caí. Atontado. Como si nunca hubiera caminado Lugano. Desconocí completamente el barrio donde vivo desde hace veinte años. Miré el cielo de la tarde con extrañeza. Nada me resultó familiar. Volví perturbado a mi arresto domiciliario. Me afecta mucho no poder salir a correr bajo el sol. Necesito entrenar al aire libre para liberar endorfinas y regularme desde lo hormonal y psicológico. Ayer sufrí insomnio. Un pajarito madrugador se burló de mí con su cantar impío. El paso del primer premetro de la mañana evidenció mi fracaso en el sueño de dormir en calma. En el fragor de esta angustia, pienso - desvarío - que más me valdría que me lleve el coronavirus de una vez y no quedar vivo, pero demente. No veo la hora de ir corriendo duro desde los monoblocks del Uno y Dos hasta Pompeya. Pasar la Villa Olímpica y la chusma picante de Soldati. Divisar desde una cortada el Puente Alsina. Crearme y creerme dueño de mundos inciertos por la fuerza de mis piernas. Mostrarme ante las bellas mujeres como un caballo alado, Pegaso del Konurmalo que va por ahí esquivando pedazos de hombres rotos por las drogas. Quiero ese latir desesperado al retumbar en el pecho, vivir tan fuerte como la muerte, y quedar con la presión bien baja, sin aire, sin alma (por unos instantes). Estirar, respirar, retornar, resucitar. Ver unas nubecitas desde el pasto y abandonarme a la alucinación del estado natural. Preguntarme por el buen salvaje de Rousseau y por la tendencia innata del hombre al pecado (concupiscencia). ¡Qué lindo cuando los muslos y las pantorrillas parecen desintengrarse! ¡Esa sensación de cagarse encima en plena marcha! La lucha contra enemigos imaginarios, la persecución, el pasar por las iglesias y persignarme, la peregrinación en trote hacia la nada, el corazón mirando al Sur. El olor insoportable del Arroyo Cildañez, la torre absurda del Parque de la Ciudad, los colectivos hacia el centro del abismo porteño, el sonido del Ferrocarril Belgrano Sur a lo lejos. Dios quiera que pueda recuperar mi libertad, mi rutina, mi paz. En esta peste, quise ser Boccaccio, pero aquí me ven, como un devaluado Dostoievski, uno marca Pindonga...

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