lunes, 19 de septiembre de 2022

Dos sueños de un futuro inquietante

 



  En el primer sueño, un paraje rural en el límite entre Córdoba y Buenos Aires. Gringos aindiados, sin acento cordobés. Casas grandes, pero humildes, de una sola planta y carentes de cualquier ornato. Eso sí: todas con jardín. La joven mujer del muchacho que me invitó a su morada vendía caballos. Entre 1.500 y 3.000 dólares. No sé si caros o baratos, pero a ese valor ella los sacaba como pan caliente. Se acercaba casi hasta la calle y ahí nomás efectuaba la equina transacción. Lo que más me impresionó fue un edificio gigante, que se veía lejano, de color marrón inglés y techos coronados de indescriptibles formas, más el agregado simil pabellón argentino de la Exposición de París. Pregunté qué carajo era esa mole, que desencajaba con el paisaje circundante. Mi anfitrión me dijo que le saque una foto a la estación de tren, "orgullo local, porteñito". Agregó que "queda a 16 cuadras" y que "podemos ir caminando".

 El otro sueño lo contaré mañana...

  

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