Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

lunes, 20 de mayo de 2019

David Fiascovich (Capítulo V - No te matarán)



  El televisor se encendió solo en la casa de David Fiascovich. Un canal informativo anunció, con una música alarmista, una noticia de último momento. El conductor del programa se puso serio y comentó a la audiencia qué había pasado hace instantes: "En este momento, Pedro Garnero, hombre fuerte del sindicalismo nacional, se encuentra internado en terapia intensiva tras ser atacado a balazos en los cruces de las Rutas 99 y 201. Fuentes policiales indicaron que podría tratarse de un ajuste de cuentas. La agresión se produjo en horas de la madrugada del día de hoy. El único parte médico hasta ahora señala que el paciente se halla en estado reservado. Ampliaremos". Luego, la programación continuó con entrevistas a modelos, consejos para tener las nalgas turgentes, recetas de cocina, trucos sexuales e historias de niños que quieren ser niñas. Todo Notas suele alternar entre lo frívolo y lo importante como si nada. Cualquiera queda con los ánimos alterados luego de ver cadáveres y culos de actrices casi al mismo tiempo. Ansiedad, consumo, miedos...

  David Fiascovich odiaba los canales de noticias. Prefería informarse con diarios. Creía que la tele era demasiado estimulante. En cambio, con la lectura, pensaba que podía llegar a filtrar algo de tanta realidad en exceso. Una vez, Pedro "Carnero" Garnero, cuando eran amigos, mucho antes de la pelea en la Plaza Leonardo Mattioli, le había dicho que en los monoblocks de Peronia el viento corre más fuerte que en otro lugar porque, "según un principio de la física, la masas masas de aire tienden a acelerarse cuando son comprimidas por las estructuras de los edificios". Esta explicación del carnicero, sindicalista y exboxeador le había quedado saltarina en la cabeza. Creyó que podía aplicarse a cualquier cosa. Por ejemplo, los medios: toman un hecho, real o imaginario, y lo aprietan tanto que salta como un líquido cuya botella es estrangulada con las dos manos. Todas estas comparaciones tenía pensadas escribirlas alguna vez. De hecho, en los libros que llegó a publicar años después, figuraban conceptos semejantes. Los fenómenos existen, están ahí, pero determinados factores pueden retardarlos o acelerarlos. 


  El joven Fiascovich entendió que la tele no se prendió sola así porque sí. Una voluntad lo quiso, la misma que regía su vida desde hacía unas semanas. No cuestionó. Intuyó que debía ir al Hospital Ernesto Guevara a ver a su amigo-enemigo. Más allá de la pelea en la plaza, que no la quiso ni supo su causa, sentía aprecio por el "Carnero" Garnero. En los días tempranos de la adolescencia, supo cuidarlo como a un hijo y darle consejos. Pero, lamentablemente, mujeres chismosas y resentidas metieron cuña entre los dos varones, que ya no habrían de compartir asados, cervezas y charlas nocturnas sobre la vida, la calle, el sexo, la política y los excesos. 


  David miró el celular, por costumbre. Un mensaje: "Tenés que ir al hospital a visitarlo". Eso nada más. De número desconocido. Comió un poco de fiambre que tenía en la heladera, tomó una taza de café y un vaso de agua y se fue. Se puso el mismo pantalón y la misma camisa que el día de ayer. Eso sí: se bañó. Creía que el día empezaba luego de la ducha matinal. 


  Ya arriba de la moto, lamentó mucho lo que le sucedió a su amigo y enemigo. Recordó los partidos de fútbol, las conversaciones sobre temas varios, las anécdotas de la cárcel que le contaba el carnicero y sindicalista. Todavía no terminaba de llegar el sol a la Ciudad. Eso aumentaba la sensación de angustia. 


  Al llegar al Hospital Ernesto Guevara, nombre de médico al fin y al cabo, un hijo de Garnero lo estaba esperando, apoyado contra una pared: "David, vamos a entrar por atrás. Acá hay muchos periodistas y policías y te van a ver. Piensan que puede venir uno a rematarlo". Fiascovich siguió a Juan Domingo Garnero en esa vuelta manzana cargada de un silencio incómodo. 


  Una vez en la sala de internación, Fiascovich vio muchas mujeres: las pasadas, presentes y futuras de la vida de Garnero. También se encontró con varios hijos suyos, como diez entre varones y mujeres de distintas edades. Hasta dos bebés muy pequeños. El "Carnero" solía decir que era "el Abraham de los barrios: mi descendencia es incontable, como las estrellas del cielo".  La numerosa escena familiar confirmaba estas palabras, dichas en días de vino y juerga. 


  Toda la gente allí presente, incluyendo dos médicas y dos enfermeros, querían que David Fiascovich dijera algo. Para eso había venido. Hasta expresidentes se acercaron a ver el estado de salud de uno de los hombres más pesados de la Argentina. El joven visitante, ante las miradas impacientes, improvisó: "Gente, me duele mucho todo esto. Yo lo quiero como a un padre y eso lo saben, más allá de la pelea de la plaza, que no organicé yo. Dicen que se dio por plata, por apuestas. No importa. No me sentí bien al luchar contra Pedro. No piensen otra cosa. Por otro lado, creo que va a estar bien en unos días. Tenemos que rezar."


  La familia y el personal del hospital lloró al escuchar estas palabras. Fiascovich se dispuso a irse, pero no sin antes agregar algo más: "Este viejo adversario despide a un amigo". Luego de eso, se acercó al paciente, entubado con respirador artificial, cables, sueros y sondas, y le tocó la mano. No pudo evitar emocionarse. Nunca creyó que habría de pronunciar la frase de Balbín en el funeral de Perón. Se escucharon aplausos. Las médicas pidieron calma. Personal de seguridad tuvo que desalojar la sala ante tantas ruidosas manifestaciones de dolor que se sucedieron. 


  Fiascovich no consideraba a Garnero un adversario. Pero le nació decir eso a sabiendas de que la gente creía que había una fuerte enemistad entre el "Carnero" y el joven. 


  A las 10 a.m., David Fiascovich llegó a la oficina. Chzantún lo esperaba de pie, en la entrada del rascacielo de la consultora que lleva su nombre. 


- David, sé que estás mal. Hoy no quiero que trabajes. Descansá. Te deposité algo de plata de más en tu cuenta. Quiero que estés bien. Hoy no hagas nada. Pero mañana andá a ver a Marcelo Levi. Me dijo que tiene algo importante para darte.-


- ¿Y cuándo me reincorporo al trabajo entonces? -


- Cuando vos quieras y puedas. La prioridad no pasa por ahí. Vos hacé caso y no cuestiones. Sabés que nunca vas a encontrar jefe más generoso que yo. Andá antes de que me arrepienta, pibe. Yo también estoy conmovido. Garnero es amigo mío desde hace veinte años.-


  David se fue a su casa y pasó el día ahí. Comió, durmió una siesta, hizo gimnasia y habló por teléfono con familiares y amigos de Garnero. Parece que evolucionaba favorablemente con el paso de las horas. Tres tiros recibió: uno en el pecho y dos en el abdomen. 


  Al día siguiente, bien temprano, David se acercó al negocio de Marcelo Levi, el comerciante judío. Un hombre del cual no se sabía la edad por su aspecto juvenil. Aunque se sospechaba que llevaba unos cuantos años en su haber por la larga historia de vida que podría deducirse de sus anécdotas: soldado en Israel, gigolo en Europa, vendedor de coches en México, ajedrecista en la India, actor porno en California, seguridad en una discoteca en Londres, profesor de hebreo en España, instructor de kravmaga en Brasil. Tuvo más trabajos todavía. Pero ya sería muy largo de enumerar. La barba candado, los ojos pardos y la risa pícara, más el pelo bien oscuro ensortijado, le daban un aire de sensualidad y misterio. Dueño de una envidiable delgadez, solía vestir ropa ceñida al cuerpo, marcado por ejercicios de todo tipo. Fiascovich le decía "El Demonio" por su aspecto refinado y enigmático. Al merecedor de tal apodo no le gustaba esa referencia. Se creía un tipo común con algo de suerte, nada más.


- Buen día, Señor Don Levi. -


- Buen día, idiota. -


- Yo te saludo con amabilidad porque después te enojás y me querés patear las bolas. - 


- Me enoja que me tomes de estúpido. Escúchame una cosita, Fiascovich, el tiempo es plata y no puedo pasarme la mañana con un chistoso. Lo que pasó con Carnero es grave y vos vas a hacer justicia. En el depósito hay una pantalón negro deportivo y una campera del mismo color muy abrigadita. Ropa blindada israelí. Te vas a poner eso y, mañana por la tarde, a la hora en que los delincuentes duermen la siesta, vas a atacar Villa Infierno. Tenés que poner al "Loco" Cristóbal y al "Turrón" González. A todos los que están con ellos también los vas a matar. Solamente tenés que perdonar a los niños. El resto, para el otro lado. Es gente muy peligrosa.-


- ¿Vos estás loco? ¿Qué fumaste, Demonio? -


- ¿Viste que vos estás con esto de cambiar los Diez Mandamientos? Hoy te voy a dar uno nuevo: "No te matarán". Vas a estar bien. Hacé lo que tenés que hacer. No preguntes demasiado. Vos sabés que hay una voluntad más allá de nosotros que está jugando esta partida. Somos piezas de ajedrez nada más. La otra opción es que abandones el juego y vuelvas a una vida chata, rutinaria. Se te está ofreciendo la posibilidad de ser el héroe de una novela.-


  David Fiascovich abrazó en silencio a Marcelo Levi y se fue a pie hasta su casa. Dejó la moto en la puerta del negocio. Sintió necesidad de caminar y de ver mutar la mañana fresca en mediodía templado. Sabía que ya no iba a ser el mismo. Al día siguiente, una gran misión lo esperaría...  

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