Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 10 de mayo de 2019

David Fiascovich (Capítulo III - Marcelo Levi)



  David Fiascovich encontró una nota manuscrita arriba de la mesa: "Ir a la tienda de Marcelo Levi". No dudó ni un segundo y salió de su casa convencido de que algo bueno habría de esperarlo. Ahora bien, ¿qué podría encontrarse? ¿Armas? ¿Autos usados? ¿Ropa deportiva? ¿Cuchillos de colección? ¿Libros de historia? ¿Armaduras medievales? Imaginó mucho. Lo mandaron con uno de los comerciantes más locos de la Ciudad...

  Fiascovich caminó rápido por la vereda. En medio de la avenida, marchaban miles de personas por muchas causas: Derechos Humanos, libertad para los presos políticos, aumentos de sueldos y jubilaciones, defensa de la salud y la educación pública, erradicación de la pobreza, fin del capitalismo, igualdad entre el hombre y la mujer y las minorías sexuales, reconocimiento de los pueblos indígenas, separación de la Iglesia y el Estado, legalización del aborto y más (varias de estas consignas aparecían en pancartas llevadas en alto por los manifestantes). De fondo, se escuchaba una canción que decía algo de "banderas rojas" y "banderas negras". 

  David Fiascovich, mientras marchaba en sentido contrario a la multitud movilizada, se preguntaba qué habría de darle Marcelo Levi. "Espero que el paquete esté pago porque él, como buen comerciante judío, compra barato y vende caro". Sus pensamientos fueron interrumpidos por un grito: "¡Burgués!" Una chica con una remera alusiva a la Unión Soviética se dedicaba a insultar a los transeúntes ajenos a la protesta. 

  Un hombre encapuchado, todo vestido de negro y muy alto, le dijo algo al pasar a David Fiascovich: "No usarás en vano el Nombre del Hombre". Él entendió que "el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones: en nombre de la humanidad, del pueblo, de los humildes, de la nación, mataron a millones". Una mujer negra se le interpuso: "Tenés razón". Dicho esto, ella se perdió entre la gente. 

 Fiascovich caminaba cada vez más rápido, en un intento desesperado por huir del frío y de todo lo que le había pasado hace instantes. "¿Señales?", se interrogó. Piel de gallina. Sintió que se le contrajeron los testículos. Un policía le preguntó si estaba bien. "Sí, algo afiebrado. Gracias por preocuparse, señor. Ya estoy por llegar a mi casa". Siguió su marcha.

  Veinte cuadras después, ya en la tienda de Marcelo Levi, vio un libro en la vidriera: No usarás en vano el Nombre del Hombre. Entró al comercio sin saludar y tomó entre sus manos el volumen de tapa roja y letras negras: las páginas se hallaban en blanco. Mil páginas creyó contar. ¡Todas en blanco! Un título nada más...

- David, en mi negocio se saluda: "¡Buenas tardes!" Tenés peores modales que un delincuente. Bueno, escúchame una cosa, me dijeron que ese libro es para vos. Las hojas deben quedar en blanco para siempre. Eso es una. La otra novedad: hay una caja negra en el depósito con la banderita de Israel. Ahí tenés un traje que te vas a poner junto a unas zapatillas que tengo detrás del mostrador. Para que salgas a correr y hagas un poco de ejercicio. Te va a hacer bien a la cabeza.-
- ¿Cuánto te debo? -
- A mí no me debes nada. Lo único que te pido es que saludes cada vez que pasás por acá. No seas maleducado. Ahora, andá con la ropa y las zapatillas puestas hasta la Plaza Leonardo Mattioli. Ahí te espera un desafío. Te va a ir bien. Vos déjate llevar nada más...
- Gracias, Levi.-
- No hay de qué. Somos judíos.-

  David Fiascovich se cambió, dejó la ropa que tenía puesta en el negocio y se fue corriendo. El traje negro y las zapatillas le dieron ganas de entrenar sin esperar a llegar a la plaza. Pensó en eso de "somos judíos" que le dijo Levi. Generalmente, personas antisemitas le recordaban su condición. Él se sentía un ser humano y nada más. Aunque no renegaba de las creencias de sus antepasados. Por otro lado, por  causa de su abuelo materno, un italiano católico, fue bautizado de bebé. Es decir, también era cristiano. Un Juan el Bautista de este siglo. Como si fuera poco, en la preadolescencia, tomó la Primera Comunión y el Bar Mitzvah casi en paralelo. Le pareció bien congraciarse con toda la parentela y recibir dinero y obsequios de todos lados. Ya de adulto, tuvo curiosidad por religiones de Oriente y leyó mucho al respecto. Comenzó a admirar a un tal Krishnamurti, un hombre de la India. 

  El joven de fe corrió hasta la Plaza Leonardo Mattioli. En el camino, intuyó que un amor lo estaría esperando. Un amor u otra grata sorpresa. Tal vez, más dinero del que ya le habían dado en la semana. O un reencuentro con un amigo. Incluso, un auto nuevo. Cualquier cosa. ¿Un paseo en helicóptero? ¿Una mascota? ¿Otro libro? ¿Un espectáculo teatral? ¿Un evento religioso? ¿Un discurso político? La intriga lo llevó a estirar sus largas piernas en zancadas dignas de un atleta olímpico. David Fiascovich vivía ansioso. Ahora más que nunca. 

 Vio mucha gente en la plaza. Acertó cuando especuló con la posibilidad de un espectáculo. Pero no sabía que él habría de ser el protagonista de la noche...

  Un hombre alto y corpulento, de ojos pardos, cabello negro ensortijado y tez grasosa, gritó su nombre: "¡Fiascovich!" Toda la multitud calló al oír a Pedro "Carnero" Garnero: exconvicto por doble homicidio, ahora atendía una carnicería como fachada. En verdad, seguía ligado al mundo del crimen, el narcotráfico y el contrabando. Pese a haber purgado una condena de doce años de cárcel, conservó contactos con la política, el sindicalismo, la prensa y el lado oscuro del ámbito empresarial. Prácticamente, era el dueño del Sur de la Ciudad. No tenía estudios y apenas sabía leer y escribir, sin embargo, contaba más dinero que los profesionales más prestigiosos de la Argentina. Oriundo de los monoblocks de Villa Peronia, supo ganarse un lugar en la vida a los golpes, literalmente: primero como boxeador y luego como custodio de importantes personalidades. Su carrera en el box se vio interrumpida por un disparo que recibió en la pierna derecha, cuando fue a robar un banco.

- Fiascovich, te desafío a un mano a mano. ¡A ver cuánto me durás, Rusito! Hace rato que te tengo ganas. ¿Vos te creés más que yo por haber ido a la universidad? ¿Sabés lo que sos vos? ¡Un nazi judío! No existís, ¡estúpido! Te voy a arrancar la cabeza. ¡Vamos a pelear!-

  Un grupo de paraguayos borrachos comenzó a gritar y a escupir a Fiascovich. No eran los únicos que alentaban a Garnero: las mujeres se encontraban muy excitadas ante el hombre guapo del suburbio. Desde las ventanas de los edificios de la zona, se escuchaban cosas como "¡judío de mierda!" y otras linduras. Definitivamente, David iba de visitante contra el pesado Goliat de la Argentina corporativista. 

  Garnero tiró un potente derechazo a la cabeza de Fiascovich, pero el muchacho se agachó justo a tiempo. Sintió que el traje que le dio Levi lo movía. "Déjate llevar", le dijo el comerciante. Se relajó. Creyó que podía ser un sueño. Un jab de izquierda casi lo duerme, pero volvió a esquivar el golpe con maestría. Luego, fue para atrás, con la guardia baja (quería cubrirse, pero no podía subir los brazos por la presión de la ropa, que actuaba como una armadura teledirigida). 

- ¿Me estás estás cargando, Ruso? ¡Vas a ver! -

  Fiascovich vio cómo su cuerpo pegaba pequeños saltitos a los costados. No sabía qué o quién controlaba el traje, pero supuso que se trataba de un genio o de algún programa de inteligencia artificial nunca antes visto. Se dejó llevar. Imitó el pasito hacia atrás de Michael Jackson, la famosa "Caminata lunar". La plaza gritó bien fuerte. Pedro "Carnero" Garnero se sintió un toro burlado. Perdió la razón y corrió hacia adelante con intención de hacerle una llave al joven torero para luego montarlo y romperlo a puñetazos. Pero David acertó una potente combinación de derecha, izquierda, derecha sobre la cabeza de su retador, el cual cayó seco sobre la canchita de fútbol.

  Un secuaz de Garnero, Javier Alfonso Ríos, le apuntó a Fiascovich con una pistola calibre 45. Iba a rematarlo en la cabeza, a corta distancia, pero un perro de raza rottweiller recibió la bala por él. No sintió el impacto. Tampoco sangró. El disparo rebotó en el costado derecho de la cabeza del can, justo arriba del ojo. El animal mordió con todas sus fuerzas la mano izquierda del hombre, que soltó el arma y cayó del dolor. 

  David se acercó hasta el pistolero herido, se agachó y le susurró al oído: "Vos no te la bancás a mano limpia, como un hombre". A todo esto, la chusma se había ido de la plaza al escuchar las sirenas de la policía, que estaba por llegar. El rottweiler se acercó al vencedor de la noche y, con voz robótica, le dijo: "No usarás en vano el Nombre del Hombre". Fiascovich comprendió que no debió hablarle con enojo al adversario derrotado. "No se hace leña del árbol caído", pensó. El perro le guiñó un ojo.           

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