Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

miércoles, 8 de mayo de 2019

David Fiascovich (Capítulo II - Tu prójimo te amará más que a sí mismo)



  El celular sonó a las 10 a.m. Llamada de número desconocido. Fiascovich atendió: "Hola". No escuchó a nadie. Quiso cortar. Hasta que oyó dos veces su nombre: "David, David". 

- ¿Sí?-

- Soy yo. -
- ¿"Yo" quién? -
- Yo soy el que soy.-
- Uh, ¡genio divino!. -
- Hoy desactivé la alarma. Por eso no te despertaste. Igual, no vas a tener problemas en tu trabajo. Tengo un plan maravilloso. Quería que descanses esta mañana. Estás durmiendo muy poco. Te necesito muy concentrado, querido Fiascovich.-
- ¿Vos me vas a pagar el día?-
- Sobre la mesa hay un cheque para compensar las molestias. Pero eso no es lo importante. Te dejé un libro en el buzón de la entrada. Lo vas a llevar hasta la casa de tu jefe. Todo por hoy. No preguntés más nada. -
- ¿Vos sos Dios? -
- Menos averigua Dios y perdona.-

  "Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía". Sin embargo, David Fiascovich sentía una cierta felicidad al ver la rutina interrumpida por esta aparición inexplicable. Creyó que podía tratarse de un reality show o algo por el estilo. O un casting de alguna agencia de inteligencia para probar nuevos agentes. Incluso, sospechó de una broma de sus amigos. Pero ellos no le pagarían sus deudas solamente para hacer un chiste sofisticado. ¿Algún admirador homosexual muy acaudalado? Tal vez. ¿Una chica? Difícil. 


  Interrumpió todas las especulaciones al ver el cheque sobre la mesa. La cifra duplicaba un mes de sueldo. No se asombró. Tomó el papel con naturalidad y lo guardó en la billetera. Se propuso ser cómplice del juego pase lo que pase. Ya estaba adentro. Aceptó que cosas maravillosas habrían de ocurrirle de ahora en adelante. Sin pensar demasiado, tomó una ducha, se vistió, bebió una taza de café de un sorbo y bajó los tres pisos por escalera. Agarró el libro depositado en el buzón: La fuerza es el derecho de las bestias. Firmado por su autor: Juan Domingo Perón. Sabía que su jefe tenía una obsesión con el controvertido líder político argentino. Sonrío al pensar lo feliz que haría al "Polaco" con semejante regalo. 


  Ya en la calle, sintió el frío del viento y el solcito sobre el rostro pálido. Hacía mucho que no respiraba con esa sensación de alivio. Nunca faltó al nuevo trabajo. En verdad, hacía menos de un año que había empezado como cadete en la Consultora Chzantún. El CEO de la compañía, que lleva su nombre, le ofreció un puesto en la oficina. Pero David, amante de moverse al aire libre, pidió ser el chepibe, para sorpresa de familiares, amigos, compañeros y vecinos. "Un tipo muy raro", decían de él.


  En la Avenida Asís, se encontró con Rebeca, la esposa de Daniel Chzantún. Se saludaron con un beso en la mejilla. Ella lo abrazó. David se sonrojó. "Justo iba para tu casa. Quería hacerle un regalo a tu marido", dijo y mostró el libro del General Juan Domingo Perón. 


- ¡Otra vez ese viejo fascista!-

- Yo no hablo de política. No me interesa. Quería tener una atención con el Polaco. Vos sabés que le debo mucho. Él me dio un trabajo cuando nadie apostaba nada por mí. -
- ¡Sos un amor! ¡Pobrecito! ¡Se nota que no conocés a mi marido! Pero está bien. Vamos a casa. Llevá vos el libro del nazi ése. Yo no lo pienso tener en mis manos.-

  Caminaron algunas cuadras hasta la casa de los Chzantún. Charlaron sobre temas varios en el trayecto: familia, trabajo, estado del tiempo y otras nimiedades. David no tenía muchas ganas de hablar. Pero ella insistía: "¿Cómo está tu mamá?" "¿Y tu papá?" "¿Vas a hacer la maestría?" "¿Te sirve lo que te paga mi marido o querés que hable con él?" "¿Cómo te trata el frío?" "¿Estás de novio?" Fiascovich, con paciencia y una sonrisa, contestó con brevedad todas las preguntas. Básicamente, seguía solo, sus padres se hallaban bien, el invierno lo afectaba un poco y los estudios quedaban para más adelante. Obvió hablar del tema sueldo. Sabía muy bien que en esta nueva etapa de su vida los problemas monetarios serían parte del pasado. El cheque en la billetera le daba una seguridad que nunca había sentido. 


 Al llegar a la mansión, ubicada en un coqueto barrio de casas bajas, Rebeca Chzantún besó a Fiascovich y lo empujó contra un sillón. Ella hizo todo el trabajo: le practicó sexo oral, se montó sobre él y ambos acabaron. El joven se sorprendió por su óptima erección. Siempre se había sentido inseguro en la materia. Pensó que tal vez su amigo invisible introdujo Viagra en el café. 


- ¡Qué lindo que sos! -

- Vos sos linda. Yo soy un chico común.-
- ¡No digas eso! -
- Bueno, me voy antes de que el Polaco nos encuentre y nos mate a los dos. No le puedo hacer esto. Encima, falté al trabajo. Todo mal.-
- Te sorprendería su apertura mental.-
- Asunto de ustedes. Yo soy el empleado.-

  David le dio un abrazo muy fuerte, se vistió y se dispuso a marcharse en silencio. Pero ella quiso darle dinero. Él empujo su mano con suavidad y dijo que "está bien, yo lo hice porque me parecés linda. No soy un prostituto." 


- Si no querés tener problemas con mi marido, agarrá la plata que te doy y la metés en el bolsillo. Es una orden. A mí no me vas a discutir en mi casa, ¡pendejo de mierda! ¡Vení! ¡Dame un beso! ¡Dale!-


  David Fiascovich obedeció a su ama. No tenía muchas opciones. Hacer enfadar a la mujer del Faraón no le parecía un buen negocio. Así que sin haber trabajado ese día, entre el cheque mañanero y el efectivo que le dio Rebeca, tenía el equivalente a tres meses de su sueldo (sin contar con los mil dólares de ayer). Más la felicitación de Omar Chzantún al día siguiente: "¡Un libro autografiado por Perón!" 


  A todo esto, el cadete se sintió mal por haber tenido relaciones con la mujer del hombre que le dio un empleo cuando estaba en la ruina. En el fragor del sentimiento de culpa, le llegó un mensaje al celular de un número desconocido: "Tu prójimo te amará más que a sí mismo".  


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