Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 25 de abril de 2019

Sueños locos CXXV (Amigo de Donald Trump)



  Me han preguntado muchas veces por el carácter de mi amigo Donald Trump. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero al hombre dorado, el mejor presidente que tuvo los Estados Unidos en toda su historia. Creo que no habrá otro igual. Bien, resulta que, en un encuentro diplomático en Berlín, pasé uno de los peores momentos de mi vida...

  Trump pidió hacer una pausa en medio de la reunión. No le gustó cómo iban las negociaciones económicas con los líderes de la Unión Europea. Costumbre suya torear a Merkel y compañía. Sin más, se paró y se fue a una barra ubicada a un costado del lobby del hotel. Pidió un café. Yo me acerqué para conversar un asunto importante con él, pero justo se había ido. Creí que se dirigió al baño (los hombres poderosos también tienen sus necesidades, ¿no?). Me quedé a solas con la infusión que habría de beber el tipo más importante del planeta. Eso, supuestamente, no le gustó a un agente del Servicio Secreto que, con bruscas maneras, vino a intimarme...

- Señor, ¿qué hace usted con el café del Presidente? -

- Yo lo estoy esperando. Soy su amigo y asesor. -

- Venga conmigo. 

  El tipo medía dos metros. Traje gris, medio pelado, delgado, ojos celestes. Un robot al servicio de la seguridad presidencial. Me tomó fuerte del hombre derecho y me llevó a otra barra del hotel. Le pidió un espejo a una camarera, para luego pasarlo sobre mis ropas, como si se tratara de una lupa gigante ("quiero asegurarme de que sus prendas no tengan agujeros donde haya podido guardar una cápsula con veneno"). Me incomodé. Casi me largo a llorar. Una acusación grave recaía sobre mí. Luego de pasear el espejito sobre mi saco y pantalón, comenzó con el cacheo tradicional. "Señor, usted tiene un orificio justo aquí" (sus manos se hundían en mi trasero). No podía más de la impotencia. Si hacía algo, me creerían sospechoso. O acabaría con una causa por disturbios. Rogaba que vuelva Donald a su mesa y que viera lo que me ocurría. 

"Alan, es todo una broma", me dijo el guardaespalda del Presidente. Acto seguido, pasó mi amigo Donald Trump, se rió sonoramente y me levantó ambos pulgares. Casi me desmayó. El hombre del Servicio Secreto me abrazó y me pidió disculpas ("fue una orden del Comandante en Jefe").  

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