Cito dos frases del gran poeta de la Argentina, Ricardo Iorio: "Ya no maltrates a tu animal pues no lo debes vencer sino amar y salvar" y "la tentación es gigante, la tentación es legal". Desde ya, saqué totalmente de contexto ambas expresiones y las injerté en mi prosa de hoy, con otro significado.
Tema tabú de nuestro tiempo la soledad y la masturbación masculina, pornografía mediante. Los más de los hombres se muestran como cogedores fatales ante sus amigos. Pero sabemos que pocos tienen éxito a la hora de acceder al podio vaginal. Digamos la verdad: ¿cuántos pueden vincularse con las mujeres que realmente desean? Muchos se resignan a quedarse con la primera que les dio bolilla. Así se gestan parejas infelices, infidelidades, insatisfacción sexual, gastos en prostitutas y todo el entramado social de los fracasados del coito.
A diferencia de millones, acepté el desafío del todo o nada: me doy con chicas de mi agrado o soporto en mi cuerpo la ebullición infernal de semen. No vale usar a nadie para apagar el fuego lácteo. No generar falsas esperanzas, no mentir a la otra persona, no engañarse a uno mismo para hacer pasar por deseado un encuentro cualquiera.
A lo largo de estos seis años sin amor ni sexo, he tenido varias oportunidades de acabar con la sequía y hacer llover blancas bombas por ahí. Pero no. Me impuse un código de conducta casi ascético. No sé cuánto más durará esto. Pero les aseguro que no soy "muy selectivo", como podrían creer. Sin embargo, sigue esta época de porno y pajas de supervivencia...
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