¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde oí que el artista no ama en la mujer más que el reflejo de su propia obra, previamente ejecutada en su cerebro? Digan ustedes, ustedes mundo, quién dijo tamaña verdad hecha para mí, verdad finita, verdad personal...
¿A qué viene este torbellino de ideas fuertes? Hace unos días, alguien me comentó, a través de estas páginas, lo siguiente: "Acaso pasaa tu vida enamorado y contemplativo??? Buscas mucho Alan.".
Respondo a lo que me escribió esa personita, probablemente mujer, probablemente una rubia del Interior que vive afuera: no paso mi vida enamorado. Y, contrariamente a lo escrito en el primer párrafo, no proyecto mi obrita en chicas que veo ni busco correspondencias entre mis gustos y virtudes ajenas. Funciono con un esquema clásico: las musas motivan mi creación.
No sé por qué, pero mi don de clarividencia me dice que me comentó la Rubia de Kill Bill. La saludo entonces, te saludo entonces. Habrán visto ustedes, vos, cómo cambio de tiempo y persona con bastante fluidez, aunque esta última palabra no me simpatice por ser la heroína que se inyectan los posmo.
La mujer fundamental en mi vida, la que me salvó de la muerte, es la Virgen Atea. Junto a ella, ha obrado la Piba Troska, versión más terrenal y accesible de la primera, que ha tomado muy malas costumbres de Europa, construcción cultural decadente en muchos aspectos. Digo, ella sigue siendo la misma. Pero parece francesa a esta altura. Destino fatal de los expatriados olvidar el acento de su patria.
Bueno, la Virgen Atea se fue a Europa. Ya la hice trabajar demasiado en mi obra. Descansa. La Piba Troska vive en Argentina, no es cosmopolita. La tengo cerca. Pero descansa también. Me queda, entonces, la Señorita de Amargo, pero no sale de un pasado lejano, de un amor precoz de 2012. Y de la Rubia de Kill Bill no supe más nada. Murió ahí, en una orgía con tipos bellos que no la quieren como la quise yo, castamente, en ese glorioso verano porteño de 2016.
Ahora conocí a Azul Schlimberg. Hay una amistad incipiente, tibia. No creo que el tiempo, la vida y Dios jueguen en mi favor. Como era de esperarse, tiene novio, condición que ostentan las mujeres que me gustan (no sé por qué, pero las solas no suelen atraerme físicamente ni desde el trato y la conversación).
Vuelvo al comentario que suscitó todas estas reflexiones: no vivo enamorado, pero sí soy muy contemplativo. Eso sí: yo no busco mucho sino que encuentro poco y nada. Pasan los años y estoy cada vez más solo. Voy a llegar a los 30 sin contar aunque sea con una amiga "con derechos", como se dice hoy.
Como le dije a mi amigo Juan Tierradentro, columnista de este humilde espacio, cada tanto sufro la crisis de la soledad. Me angustio y me siento mal. Más de una vez no le hallé sentido a la vida. En sí, tuve una trayectoria afectiva y sexual muy desgraciada. Me inicié con una prostituta a los 14. Volví a tener relaciones a los 18 recién, también dinero de por medio. Hasta los 21, todos los meses, cada vez que cobraba mi magro sueldo, iba a algún prostíbulo a reventar mi bolsillo y mis testículos, llenos de frustración. Meses antes de cumplir 22, pude tener mi primera vez con una no profesional, una amateur, "lo normal". Dos años después, una relación fugaz con la Señorita de Amargo. En síntesis, tuve intimidad no rentada con dos chicas nada más. Fracaso total. Como si fuera poco, llevo seis años sin sexo. Me desafié a no ir con rameras. Lo considero "trampa". El problema estriba en que no consigo el éxito ni en persona ni a través de medios como Tinder, donde se reproduce la gloria de los machos alfa y el infierno de los pobres miserables como uno.
No digo, a todo esto, que tenga esperanzas en desarrollar un vínculo íntimo con la señorita Schlimberg. Pero me consuelo al verla. Me hace bien. Ella no sabe nada de estas miserias humanas que cuento aquí. Creo que ni siquiera en un estadío de mayor confianza le participaría todas estas penas. Me basta la gracia de verla y de escucharla. Mi soledad se apacigua en compañía de Azul.
Siempre digo, voy a dejar de leer esto pero al tiempo caigo de nuevo como las hojas de los árboles en un nuevo ciclo.
ResponderEliminarSiempre hay algo interesante, esto de hoy es muy bueno.
pd: a mi también me gustan las letras pero las mías son demasiado personales como para publicarlas.
Carlos Villa
Muchas gracias, Carlos. Estoy fluctuando mucho en intensidad y calidad narrativa. Voy de textos muy cortos a trabajos más largos y esmerados. Son ciclos, como las hojas, que surgen en primavera y se marchitan en otoño. Saludos cordiales.
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