Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 26 de octubre de 2018

El Ninja y la Argenvilla (por Ignacio Drubich)





Con la cara completamente destrozada, las manos temblorosas, los pelos formando rastas de sangre, se arrastró tres metros por el suelo. El Ninja lo había cagado a trompadas: estaba en cuero, los enormes pectorales se expandían en una lenta respiración; las manos en pose de rezo, un tigre con la boca abierta se agigantaba en su pecho con cada exhalación; descuidado y victorioso, le agradecía a alguna deidad oriental. Los 20 años de experiencia en las artes marciales se habían vertido sobre la figura de Alan, al cual no le bastó una dieta estricta y meses de entrenamiento. ¿Una lluvia, un tornado, un terremoto? de patadas, piñas, reducciones, trabas y ganchos habían desfigurado ese rostro que brilló en Europa, que amó en la Argentina, que veía el horizonte bermejo todas las mañanas en Lugano, ese reflejo arquitectónico tenebroso, lienzo tétrico del populismo peronista. Pero se arrastró de forma pertinaz y logró agarrar el chumbo que le había dado Arce y que por honor no peló al inicio del combate. "Por Argenvilla, macho loco", masculló. Y retumbaron, secos, tres tiros. Una bala entró por la boca del tigre; la otra, por la perfecta tabla de abdominales y la tercera le atravesó los testículos. El Ninja puteó y respiró por última vez: un manto de oscuridad invadió su campo visual; lo último que vio fue la sonrisa roja y desfigurada de Alan; lo último que escuchó, una sonrisa sardónica que le daba endemoniada sepultura en la Ciudad de Buenos Aires.

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