Mundo feminazi

  La mugre por uniforme y el grito histérico como himno de la Internacional Feminista. Se las ve de verde, de rojo o de amarillo, como la sorora Silvia Lospennato. Aunque se digan "empoderadas", muestran con orgullo esa tendencia irracional al llanto (¿es para tanto?). Saben de qué hablo: feminazis. Nacionalsocialistas de la ideología de género, ese totalitarismo de hoy que quiere imponer el aborto obligatorio (negarle a los médicos la objeción de conciencia recuerda al régimen de Hitler, que colocaba sus prácticas eugénesicas por encima de las creencias de los ciudadanos).

  Todos los órdenes de la vida yacen bajo la estricta vigilancia femifascista: exigen se hable su lenguaje "inclusivo", persiguen la fe de las personas, demonizan a sus opositores, incitan a cometer crímenes de odio, se erigen como partido único transversal a toda la partidocracia. Desde ya, el movimiento tuvo un origen popular, democrático (lo mismo que el muchacho de bigote que empezó hablando en bares). Pero hoy resiste con violencia extrema cualquier clase de cuestionamiento.

  Muchos me criticarán por estas comparaciones. Pero considero que cada aborto equivale a un asesinato. Ergo, estamos ante un genocidio sin igual en la historia del mundo. Rusia, China, Europa y los Estados Unidos han aniquilado más seres humanos con la "interrupción del embarazo" que todas las guerras de todos los siglos juntas. Todo en nombre de los derechos de la mujer.

 Esta corriente histórica, a diferencia de otras, no se sustenta en prejuicios de clase, religión o nacionalismos. Detenta cierto "universalismo". El burgués a expropiar, el judío a erradicar, el negro a segregar es el hombre en su conjunto, más si todavía se encuentra en el vientre materno. 

  Dios no permita que este Klu Klux Klan de la copa menstrual se haga con los destinos de la humanidad. Donald Trump, Vladimir Putin y Orbán son nuestra esperanza en lo político, junto al Papa en lo religioso. No perdamos la fe, que la victoria del Señor se acerca.