- Caminar solo entre monobloques que no me conocen. Así soy yo: miembro único de la banda de la soledad (y no hablo de "la Soledad", si es que existe alguien con ese nombre por estos lares. Además, no mezclo los nombres con artículos). Un hombre que camina la avenida, tal vez algo lejos de sus sueños, soldado de la frontera de sus pensamientos y sus avatares devotos de marcar paz y signos de victoria constante.
Viento, viento fuerte como pedo de Satanás. Olores que vienen de atrás, del Riachuelo y más allá, donde las quemas hacen de la basura aire y del aire, basura. Demonios, pajas e insomnio; gritos, chiflidos, ladridos y motitos ruidosas de eyaculadores precoces (de semen y balas). "En el Oeste está el agite" y en tu Norte, mis fantasías.
Por los puentes peatonales, de una tira de bloques a la otra, sin tocar la vereda. Una posibilidad para ir a los negocios sin ser atacado por los autitos pisadores. Un barrio de avanzada diseñado para no mojarte con la lluvia y el tráfico ("calles inteligentes alemanas para armar", amar y mamarse). Sin embargo, los soretes de los perros te caen de abajo hacia arriba. Porque todo lo perfecto debe sucumbir para gloria exclusiva de Dios, el primer monopolio de la historia, el celoso manipulador que no se puede denunciar. Así, bajo tan terrible patriarcado celeste, todas nuestras torres babélicas ven ruina, plagas, basura y vandalismo de paganos grafiteros. Y yo hago torres de baba por las minas, por las vagas, las fisuras, las locuras y este himno de manos barriobajero.
El mundo, como el barrio, como la vida, como todo. Porque los motivos no dan cuenta de un lugar tan nuevo como aquella tecnología que todavía no existe. Uno y Dos, conmigo sos la Trinidad, la fe y el refugio de las almas pobres del destierro.
Uno y Dos, como vos y yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario