Queda de mi lado. La imposibilidad de conocer nuevas personas obliga a un repliegue duro sobre el propio ser. La época veda entablar conversaciones con vecinas y compañeras de estudio y trabajo. Todo está mal. Masculinidad como nuevo pecado original.
La cruz de estar solo, de no ligar, de ser el loser en el siglo de los chongos nazis elegidos para el mete-ponga. Y yo, profeta del desierto y lo incierto, me hundo en arena, barro, sal, ocaso y paja.
Los campeones morales, los futbolistas de Islandia, nos roban las mujeres con la fuerza vikinga de su imagen. Uno, triste sucaca, ni clasifica a nada ("sucaca" lo escribí así a propósito).
Voy a parafrasear a los progres, en defensa de los pobres: se criminaliza la fealdad. El varón normal ni siquiera merece soñar un coito. Máxime que la masturbación es violación telepática.
El hombre menesteroso y feo no debe dejar descendencia. Por eso los pañuelitos verdes de Caballito, Palermo, Belgrano y Recoleta piden el aborto para los humildes. Buenos Aires se convertirá pronto en una ciudad como Amsterdam: gente rubia en bicicleta que festejará la muerte de los enfermos y los débiles. Hermosas personitas de ojos claros que no comerán animales. El Partido Verde.
La verdadera victoria de Hitler es que los demócratas e izquierdistas, que dicen aborrecerlo, hayan cumplido su sueño de crear una raza superior. Ni las SS pudieron hacerlo mejor.
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