Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

miércoles, 21 de marzo de 2018

La Mesías



  Cuando era ateo, allá por el 2005, en un otoño triste de mi adolescencia, vi a una vieja con una remera que decía "Dios es mujer". Pese a que todavía no había ingresado en las aguas benditas de la Iglesia Católica, sentí un rechazo natural por esa propaganda absurda. Por más que me digan "misógino", "patriarcal" y todas las sandeces repetidas ad nauseam por la izquierda, digo que el Señor es el primer varón, el hombre entre los hombres, creador y redentor. Sin embargo, ahora me corro de mi lugar de católico fervoroso y paso a un jugueteo: ¿por qué nunca oí hablar de "la Mesías"? Me parece raro. O pasé la vida distraído, o, efectivamente, casi no se ha concebido el mesianismo en clave femenina. 

  Extraño que, en este tiempo de profunda experimentación con la lengua castellana, no haya surgido la voz que predique el advenimiento de la Mesías. Una pena. Tenemos presidenta, pero no una redentora, una salvadora. Tal vez el progresismo conciba un hecho encarnado en lo colectivo. Es decir, la idea de alguien poderoso quizás choque con una manera gregaria de ver el mundo. No me da el intelecto para ahondar más en el tema. Dejo la puerta abierta.

  Ahora vuelvo a la clave íntima. A ver, yo aguardo a la Mesías que ha de redimirme. No del pecado, no de un hecho social como un siglo de incredulidad. No. Espero la salvación de la soledad, ¿la salvación de mí mismo? 

  El juego pinta interesante: ¿habré de ser como los judíos, que esperan a un mesías que no ha venido todavía? ¿O aguardaré un regreso, tal cual los cristianos, que velan por la segunda venida del Señor Jesús? ¿O me pasará, tal como a los hijos de Israel en el último día del mundo, que me hallaré frente a frente con quien rechacé? 

  Me veo como a un judío en cuanto a mi concepción de lo mesiánico. No creo que haya habido en mi pasado ni rastros de la Mesías. Sí tuve grandes profetas y matriarcas, tipo la Virgen Atea, o la Piba Troska, personajes literarios de mi creación que tienen inspiración en muchachitas de mi entorno.

  Espero a la Mesías. Ojalá no tarde cinco mil años en llegar. Ahí sí que podría perder la fe para irme al ateísmo en cuestiones del amor, lo que me dejaría a un paso de ser un bolchevique de las relaciones humanas. O un mero materialista, un coleccionista de cuerpos. 

  Quería dejar tratado el tema con claridad. Para mí, para mi yo futuro, para mi conciencia. Para los que siguen mi obra. Para los que la estudiarán a futuro. Para todos. Tal vez haya escrito también para la Mesías. Nunca se sabe. El día y el lugar de su aparición permanecerán en el misterio hasta la consumación de los hechos. La fe se trata de esperar. 

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