Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 23 de diciembre de 2017

Sueños locos CXII (La caída de Macri)





  Aclaro que no celebro lo que pasó con Mauricio Macri en diciembre de 2018. Pero diez años después, me siento lo suficientemente lúcido y maduro como para elaborar una crónica de lo que vi. Aunque no me crean, lamenté los hechos: un presidente que renuncia en medio de desmanes callejeros es una pésima imagen para el país, un monstruo que espanta inversores foráneos y cerebros nacionales. Todavía estamos pagando las consecuencias de que ningún gobierno no peronista no pueda terminar su mandato desde los días de Alvear. 

  Todavía no entiendo cómo fallaron los servicios de inteligencia de todo el país. Quizás no los teníamos. No sé. Pero no puedo explicar la falla casi simultánea de toda la seguridad pública. Fue como si todas las fuerzas del crimen y de la izquierda se hubieran unido en un mes. Mejor dicho, no "fue como si" sino que, efectivamente, todo el espectro kirchnerista, comunista y delincuencial se aunó contra un enemigo en común.

  Según me contaron, hubo una reunión de militancia en Villa Lugano, en los primeros días de diciembre. Cincuenta personas había, quizás algunos más. Tengo entendido que se trataba de una interesante "multisectorial": referentes barriales, pibes chorros, troskos, kirchneristas. Alguien muy pesado pidió que no haya celulares en la juntada. Se revisó a todos los presentes, cosa que ningún servicio informe sobre lo que habría de suceder a la madrugada...

  Treinta hombres armados irrumpieron a las 2 a. m. en la Comisaría 52. En menos de cinco minutos, aniquilaron a todos los policías y prefectos apostados allí. A su vez, se hicieron de las armas de los abatidos, de los vehículos, celulares, dineros, uniformes y de otros elementos. Media hora después, los insurrectos consiguieron desarticular otros destacamentos de la zona, incluidos aquellos emplazados en Villa Soldati y el Bajo Flores. De más está decir que los presos fueron liberados, pero con una condición: sumarse a la revuelta.

  En una suerte de populismo extremo, se incitó a las masas a saquear los supermercados y centros comerciales de la zona, como Jumbo Parque Brown, sito en las avenidas Cruz y Escalada. La chusma, agradecida por la "redistribución de la riqueza", apoyó el accionar subversivo. Todos los barrios del sur de la Ciudad se convirtieron en menos de 24 horas en fortalezas inexpugnables de la revolución en marcha. Por dar un ejemplo más concreto, los monoblocks de Lugano 1 y 2, con sus puentes peatonales y los departamentos situados en pisos altos, daban un refugio ideal para francotiradores. A esto hay que añadir que la mayoría de los vecinos se sumó a la construcción de barricadas para impedir el ingreso de las fuerzas especiales. Solamente algunos helicópteros sobrevolaron la zona durante las primeras horas. Pero uno de los aparatos, perteneciente a la Policía Federal, cayó por el fuego de una ametralladora. Tampoco servía el envío de drones porque caían como moscas ante el veneno de los fusiles robados a la Gendarmería Nacional. 

  Las redes sociales ayudaron a propagar el incendio: millones de anónimos se sintieron motivados a tomar todo lo que querían. Los saqueos se expandieron sin obstáculo alguno. ¡Hasta se llevaban autos de agencias y fábricas! El único delito prohibido fue la violación: tribunales populares ajusticiaban a todos los que fueran acusados de semejante bestialidad. Es más, cuando se liberaron a todos los presos del país, los libertos se encargaron de finiquitar a aquellos que fueron condenados por crímenes imperdonables contra niños y mujeres.

  En algún momento, Macri pensó en sacar los militares a las calles. Pero las leyes no se lo permitían. La Ley de Defensa Interior es clara. Aunque la Constitución permite ciertas interpretaciones... No obstante, tampoco las tropas del Ejército querían prestarse a una guerra civil. Y menos con el riesgo de terminar en el banquillo de los acusados por crímenes de lesa-humanidad. Por otro lado, tampoco había armamento, transporte y combustible para semejante despliegue. Se sabe que las Fuerzas Armadas cumplen un rol ornamental desde el regreso de la democracia. Así que los pocos efectivos de los grupos GEOF, Halcón, Albatros y Alacrán que sobrevivieron a las matanzas se dedicaron a cuidar a los políticos y sus familias. Ya estaba todo perdido. 

 La Blitzkrieg fue imparable: en 48 horas casi toda la cuenca del Río Matanza-Riachuelo había sido tomada. Primero, como dije antes, cayó la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. Al día siguiente, fueron conquistadas todas las dependencias policiales de Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora y La Matanza. Cada preso liberado se convertía en un soldado fanático de la Revolución. La gente aprovechaba para hacerse de autos, zapatillas, ropa, comida. Los policías que vivían en los barrios eran pasados rápidamente para el otro vecindario y sus armas quedaban en poder de los verdugos. La oposición se acallaba con argumentación de fuego: nadie podía manifestar queja alguna so pena de fusilamiento.

  En verdad, no había liderazgos visibles en todo este proceso. En los vídeos difundidos en redes sociales, los sujetos aparecían con las caras tapadas. Decían que el capitalismo nos esclavizó durante siglos y que era hora de recuperar lo nuestro. En tres días, solamente resistía Puerto Madero. Macri se había fugado a Uruguay junto a todo su gabinete. De allí, fue a Estados Unidos, donde lo recibió Donald Trump.

  Muchas empleadas domésticas, cansadas de los malos tratos de sus patrones, acometieron revoluciones a escala y mataron a los zares y zarinas que tanto dolor causaron a miles. Cada obrero, cada obrera de la Argentina, aprovechó la ocasión para vengar las afrentas cometidas por patrones y mandones. La Avenida del Libertador se convirtió en el lugar de residencia de los que antes eran los más bajos de la escala social: empleados de limpieza, vigiladores privados, mucamas.

 Hay que decir, en honor a la verdad, que esta locura se vivió solamente en las grandes ciudades de la Argentina: Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Bariloche, Mendoza. En el Sur, la RAM, Resistencia Ancestral Mapuche, tomó algunas tierras, pero no pudo avanzar más porque mercenarios altamente entrenados, contratados por los grandes terratenientes, defendieron la propiedad extranjera del suelo patrio. En Malvinas, hubo algo de zozobra, aunque los kelpers se sintieron respaldados por una de las flotas navales más poderosas del mundo. 

  Al cuarto día, seguía resistiendo Puerto Madero. Desde allí, los poderosos se fugaban a Uruguay. Muchas familias querían ingresar, pero las más eran rechazadas. Cada cual aguantaba en su casa lo mejor que podía. Los medios de comunicación acabaron en poder los insurrectos, claro está. Lo mismo con el Aeropuerto de Ezeiza. El mundo miraba con asombro lo que se desarrollaba en nuestro teatro de operaciones.

  Desde los países limítrofes, llegaban refuerzos para la causa revolucionaria. En un momento, los gobernantes de Chile, Paraguay y Brasil, hombres liberales, quisieron parar a sus connacionales de izquierdas, pero reflexionaron que lo mejor era dejar que la bomba estalle en otro territorio.

  En todo Occidente, especialmente en Latinoamérica, se reforzó la seguridad de las capitales para evitar un efecto contagio. En YouTube, los vídeos provenientes de la Argentina causaban furor. Los principales diarios del mundo exageraban los sucesos de acá, pero de nada servía. También se mentía mucho y hasta se hablaba de canibalismo. 

  Al quinto día, comenzó el envío de alimentos a Venezuela y Corea del Norte: la producción agraria fue expropiada. La gente de la Sociedad Rural ya se había exiliado. Con alimentos baratos, los regímenes dictatoriales habrían de estabilizarse. Europa y Estados Unidos miraban con preocupación el porvenir. Los jóvenes de los suburbios iniciaban protestas violentas en todas partes. Vladimir Putin festejaba.

 Al sexto día, la Prefectura Naval Argentina abandonó Puerto Madero rumbo a Uruguay. El barrio más caro de la Argentina era ocupado por las clases más pobres del país. A causa de la "movilidad social ascendente", las villas dejaron de existir. 

  En honor a la verdad, mucha gente de dinero se plegó a la movida. Los jóvenes blancos y universitarios servían de voceros ante el mundo. Muchos chicos vieron a sus madres asesinadas por las empleadas domésticas, aunque el impulso revolucionario podía más (o el miedo a viajar con mamá, no lo sé). Una de las pocas cosas buenas de aquellos días de sangre fue el amor interclases: antes, era pecado mortal que una chica o un muchachito bien se juntara con alguien pobre de tez trigueña. Ahora se había convertido en la última moda. 

  La gente grande de dinero siguió distintos caminos: exilio, fusilamiento, suicidio, o infarto. Ojo, hubo viejos bien posicionados que se acomodaron y aprovecharon la coyuntura para hacerse de algo más. La verdad, existieron muchos matices en todo lo acontecido. No se puede explicar de forma lineal el complejo entramado social argentino.

  A la semana, ingresaron por el Puerto de Buenos Aires miles y miles de soldados de la OTAN dispuestos a pacificar el país. Otros tantos entraron por la Patagonia, por la Cordillera de los Andes y por aire, mediante paracaídas. En tres días, medio millón de hombres recorría la Argentina en medio de combates cuerpo a cuerpo. Una semana más tarde, todos los subversivos armados fueron asesinados o capturados. La mayoría decidió pelear hasta la última bala. El poderío extranjero y su vasta experiencia se hizo sentir: los tanques de guerra y toda la tecnología de punta consiguió aplastar a guerrillas urbanas que jamás imaginaron una intervención extranjera tan rápida y eficiente. 

  Pese al resultado de la contienda, los argentinos exiliados prefirieron no regresar. Eso sí: pudieron recuperar el control de las grandes empresas y capitales. El campo, el petróleo y toda la actividad regresó a sus dueños nacionales y extranjeros. Y, obvio, se cortaron los suministros para Venezuela y Corea del Norte. Estados Unidos y Europa vieron un grave peligro en la conformación de un eje del mal con nuestro país. Se prefirió cortarlo de raíz.  

  En los primeros días de 2019, se consensuó entre todas las fuerzas políticas, y entre las potencias extranjeras, que Sergio Massa asuma el mando provisorio de la República hasta octubre. Ese mismo mes, resultaría elegido con casi el 75% de los votos (recuérdese que buena parte del electorado macrista fue muerto o exiliado). 

  Hay que reconocer que, gracias a la #RevoluciónVeinteDieciocho, las villas dejaron de existir: los humildes pasaron a vivir en los mejores barrios de la Ciudad. A su vez, como parte de un nuevo pacto social, se garantizó el acceso real de los jóvenes de bajos recursos a la universidad (mediante asistencia económica, alimentaria y habitacional).  

  Al día de hoy, luego de dos mandatos de Massa, un peronista moderado, y gracias a la eliminación de sectores muy recalcitrantes del macrismo, se vive mejor que hace diez años. Se goza de paz social, se cerró la famosa "grieta" con los kirchneristas - muchos perecieron en manos de la OTAN - y se evita todo conflicto, so pretexto de no repetir errores del pasado. 

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