Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

viernes, 27 de octubre de 2017

Sueños locos CVIII (Feministas asesinas)





  Dormía en mi casa de Nueva Zelanda lo más tranquilo hasta que escuché un ruido. Me pareció raro sentir algo en un país tan seguro. Creí que podía tratarse de un espíritu, espíritu de Buenos Aires: escuché voces hablar en castellano en un país angloparlante: "¡Vamos a matar a este macho ahora que está dormido! ¡Es un patriarcal! ¡Le tenemos que cortar la pija a este hijo de yuta! ¡Le cabe por facho!" Otra voz, también femenina, acotó: "Sí, hay que hacer concha al verga éste. Pero ya, porque se va a despertar y seremos más que una menos". 

  No entendía lo que escuchaba. Pensé que era una pesadilla. O, quizás, alguna broma de algunas amigas argentinas que fueron a visitarme de sorpresa. Sí, las voces tenían claro acento porteño, puro puro. No había mezcla de otra patria en esas palabras tan feas. Igual, no me iba a levantar. Me daba pereza cualquier clase de comprobación. La realidad, para mí, era la fatiga que me retenía al paréntesis mortuorio del dormir.

 Tenía un enorme crucifijo en mi pieza, un Cristo fosforescente. Soy un tipo religioso pero moderno. Más que Jesús, parecía un alien. ¿Se acuerdan del capítulo de Los Simpson en que aparece el Señor Burns en un bosque cubierto de un aura verdusca y dice, con voz débil y afectuosa, "les traigo amor"? Bueno, así era el dios que imperaba en mi espacio personal. Las feministas misándricas vieron a Dios en mi habitación y comenzaron a parodiar el Avemaría: "Dios no te salve María, llena eres de vómito, maldita tú eres entre todas las mujeres y maldito el fruto"... Prefiero cortar ahí. Muy fuerte lo que escuché. irreproducible.

  Tuve miedo. Creí sentir dos mujeres más detrás del umbral. Aclaro que la puerta de entrada a mi cuarto no estaba de frente sino de costado, casi pegada al pie de mi cama, ésta última contra la pared. Si ellas se me iban encima, quedaba yo literalmente "entre la espada y la pared", suponiendo que tuvieran ese tipo de arma, cosa probable visto y considerando que las frikis son capaces de cualquier excentricidad, al mejor estilo Anita Sarkeesian.

  Yo empecé a rezar. Si era un espíritu del mal, se iba a ir al escuchar el Nombre de Dios y el de su Santa Madre. Si se trataba de feministas, al menos moriría con una oración entre los labios, como un mártir: el Cielo habría de esperar por mí sin pedirme pasaporte el buen San Pedro. Lo que más me gusta pronunciar en mis peores momentos: "Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén." Ciertamente, la hora de mi muerte se acercaba. Pero, de forma milagrosa, tomé valor y repetí el Avemaría varias veces. Las comunistas de género gritaron pero no osaron moverse de sus lugares. Me paré encime de la cama y grité "¡vade retro, Satanás! En el Nombre de Cristo, te ordeno que te retires". Las locas de la ideología universitaria chillaban, lloraban, denunciaban "sexismo" y vomitaban toda su jerga financiada vía déficit fiscal. Yo tomé un crucifijo de mano de la mesita de luz y se los mostré a las cuatro, que estaban paradas un pasito más adelante del umbral. "No regresen nunca más".

  Obviamente, denuncié el hecho a la policía. Fueron detenidas. Pero, como se arrepintieron, levanté los cargos. Dos de ellas se hicieron monjas luego de la experiencia. Las otras dos abandonaron la diabólica ideología de género y viven hoy una vida como Dios manda.    

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