Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

lunes, 24 de julio de 2017

Cielos



  Se pierde tiempo al tratar de explicar un milagro. Dirá alguien que la fe es el pecado de la pereza en su máxima expresión. De este lado, decimos lo contrario: exige un gran esfuerzo creer. No es sencillo descreer de tantas efimerades. También hay complicación en inventar palabras para expresar pasiones poco frecuentes en los habitantes de este siglo. Quizás, cuando uno sea solamente un par de líneas en alguna enciclopedia virtual, se dé el caso de que algún vocablo de la nueva jerga fluya alegre por el espacio. Mientras tanto, la felicidad mora en contemplar con serenidad los desvelos de los otros. 

  Perdí, gané; gané, perdí. No puedo envolver con ninguna genialidad inesperada los huracanes de mariposas que en torno a mí revolotean. Me esfuerzo, vano, en superar ciertos techos, pero no hago más que cabecear el piso de arriba para grito de gol de los que me quieren fuera del partido. 

  Confieso que no existe píldora que pueda contra la impotencia moral de no alcanzar ciertos objetivos que uno se propone, a saber: saber. Sí, la ignorancia y la debilidad me condenan al infierno de perecer sin fin en un suplicio cuya contraseña no puedo recuperar.

  Más allá de la hibridez del estilo, del lujo del cruce de épocas, quiero hablar con claridad y honestidad ahora, sin jueguitos de palabras: la verdad mía es que me cortaste la cabeza desde la primera mañana que te vi, cuando trajiste el sol y el cielo ante la escasez de mundo. No olvido el caminar veredas tempraneras, húmedas, con sensaciones de febrero a flor de piel, corazón y alma helada. No olvido tampoco el nacer de un marzo, mi mes, en el destello de esos ojos tuyos que sustraje ante la ceguera de todos. Porque sí, porque fui malvado desde un principio: te veía perderte por alguna esquina y gozaba por dentro en ardiente locura, siempre con las imágenes que la mente me creaba para los dos. 

  No te voy a mentir, ya no tengo nada más para perder: siempre me imaginé en una situación de soledad fabricada como el mejor ardid. Te vi ahí, sola en un rincón. Vos frente a mí. Intento darte un beso. "¿Qué hacés?" Sigo. Te abrazo. "¡Basta!" Me detengo y te miro con una media sonrisa. "¿Me vas a pegar, linda?" Recibo una cachetada de tu parte. Te pido que me pegues más fuerte, una y otra vez. Sobreviene la rendición: una mirada sincera y nuestros labios que se unen en la paz de los que no se engañan. 

 Me gustaste de entrada, de salida; me gustó tu camisa blanca, tu cola en jean, tus ojos y el sol que pasaba por la ventana de la iglesia. Podría decir vitraux pero ya sería un barroquismo. Prefiero alejar a los santos de mi pecado. Dios me perdone lo que te voy a ofender: quise ser sacrificado en el altar de tu cuerpo pero vos no me hallaste víctima propicia. Quizás me viste alguna mancha, no sé. Algo más: de un año a esta parte, he pensado más de una vez que has elegido a otros antes que a mí. Eso me perturbó y me perturba mucho. Por un lado, me siento herido al saberme excluido de tus libaciones. Aunque por otro lado, me genera excitación verte sacerdotisa de esos paganos que te adoran sin saber que te hice objeto de mi devoción. 

  Tal vez no te interesa, María mía, el verme profanar tu santo nombre con un rosario de fantasías e inmoralidades varias. Ah, obvio que también está tu veta feminista. Pero no me importa que me digan que soy un macho español y todo ese catecismo de campus universitario anglosajón. Te voy con la posta, a lo argentino: te veía desde el banco de la iglesia y no podía evitar tener erecciones. Siempre supe cubrir mis faltas ante los ojos otros pero la mancha queda ante Dios, ante mí y, ahora, ante vos también, receptora muda de esta eyaculación de sinceridad suicida.

  Eyaculación de sinceridad suicida, creadora de apocalipsis y edenes. Bien. Ahora, al escribir esto mismo que estás leyendo, te imagino vengativa y más. Pero recuerdo que has leído de mí cosas peores, más procaces. Entonces me tranquilizo y vuelvo a resurgir en abyección y demencia. 

 Nada más por decir. Sólo queda tocar...  

No hay comentarios:

Publicar un comentario