Vivir lento pero morir rápido adentro, minuto a minuto de un asalto a una paz, a una soledad tan segura. Y sí, la pasión es desmedida. O es la medida de uno. Pasión en mis labios sin otros labios, pasión en un cuerpo infernado. Fragancias cielosas, caricias que te van a esperar por siempre, secretos de una iniciación a la verdad de la vida y fantasías de que nadie te arrebate de mis manos, la fantasía de ser yo nada más en tu Edén.
Inalcanzable e imposible son palabras inventadas por vagos.
Ojalá fuera dueño, al menos inquilino. Disfrutaría vivir en tu cuerpito aunque me desalojen por la fuerza al tercer día. La calle sería palacio al llevar vivo el recuerdo de vos en mi mente preñada de los dos.
No hay traición ni deserción. Renuncio a vos si no puedo ser yo, eso dije. Hoy prefiero ignorar el mundo con tal de no sentir la avidez de los otros, su hambre, su rapacidad. No soy soldado que huye para servir en otras guerras, prefiero morir en tu trinchera, atado en el alambre de la mirada gris.
Vos, tabula rasa. Yo, sin temor a la página en blanco, dispuesto a escribirte, a hacerte un libro, una novela de mil páginas, una lectura para toda la humanidad, un elogio para vos misma, una experiencia y una enseñanza para toda la vida. Y sí, soy lo siguiente, lo que vendrá.
La experiencia hecha cuerpo y alma y polvo nosotros, limados por la juventud, por las ganas de vivir hasta no vivir, hasta que los ojos nuestros sean luces en el cielo de la noche porteña.
La capacidad regenerativa no se envidia, se ejerce, se práctica. Es el arte de empezar todo el tiempo porque el éxito, como dijo Winston Churchill, es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.
Ayer no importa.
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