Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

lunes, 29 de febrero de 2016

Sueños locos LX (Fantasma de Oriente)




  La internet da para todo. Desde un libro de caras donde la gente subasta su dignidad hasta un desfile infinito de imágenes que va desde Cristina Kirchner con un Papa Francisco sonriente hasta un Hitler desnudo y con un testículo menos. Todo menos todo. Es difícil de creer. Pero hubo algo que realmente me impresionó. Vi que en Perú hay una academia ninja que forma guerreros para combatir a Sendero Luminoso. Me alisté. No había que pagar nada. Sólo estar dispuesto a pasarla mal.

  Una vez en el país de los incas, me recibió una mujer muy hermosa de piel cobriza y cuerpo para una erección eterna. Ni los dibujos mentirosos de una computadora podían crear cola semejante. Todo era perfección en ella: abdomen marcado de hombre rudo, brazos trabajados, piernas firmes. Pese al perfume, el pelo largo, las botas de taco y caña alta, el tapado de cuero ceñido, las calzas untadas y el top colapsado, tenía algo muy viril, una impronta que podía enamorar por igual a hombres y mujeres. Me dio la mano en un apretón duro. Me miró derecho a los ojos con una sequedad típica de macho loco de arrabal sudaca. Nada de beso en la mejilla, abrazo o sonrisas, pese a tener una dentadura muy blanca, y más blanca todavía por el contraste de la tez naturalmente parda pero abrasada por el sol de tardes enteras de ardiente entrenamiento militar. 

  Me recibió en la Academia. Nada de aeropuertos o terminales de ómnibus. Me dijo que tengo que callarme y aprender. Que los tipos de Sendero Luminoso no perdonan. Que Sudamérica está en una cruzada contra los narcos. Que si soy un infiltrado o un criminal, ella misma se encargaría de matarme cuando menos lo espere. El predio era de unas cuantas hectáreas. Era un campo despejado poblado por algunas casas y barracas militares. Estaba cercado por un alambre electrificado. Del otro lado, una espesa selva se insinuaba con una frondosidad de ensueño o pesadilla, depende de la posición del observador. Porque creo que de haberme metido ahí, podría haber quedado sin piel. Sin embargo, esa vegetación densa irradiaba una belleza sin igual de troncos en orgía de naturaleza viva y muerta, plantas que iban y volvían como un desierto de vida, misterio y consumación de otras civilizaciones, de otras muertes.

- Yo mato tipos. Soy mujer pero mato hombres. Maté a miles. Y tú podrías ser uno de ellos. Te recomiendo que te calles y que obedezcas en todo. Aquí estás para aprender, argentino. Porque Sendero no perdona. Y yo tampoco. Soy la Amazona de este lugar. Y tú eres uno más. Si descubro que eres infiltrado, no volverás a Buenos Aires pues te haré comida de las bestias. Conmigo no se juega, ¿has entendido? 

  Yo asentí. Estaba asustado. Estas palabras me las había dicho luego de mostrarme cómo utilizar la espada. Cortó varios troncos como si fueran queso. Después rompió gruesas tablas de madera con los puños. Y lanzó estrellas de puntas afiladas contra una pared. Tiró dardos. Disparó un arma contra un ave que terminó en nuestro almuerzo. Todo esto en menos de veinte minutos. No se cansaba jamás. Cada tanto, me castigaba la panza con puñetazos casi invisibles. Yo caía siempre y ella decía que con esa debilidad no iba a durar ni dos días en una selva infectada de terroristas. La jornada continúo con toda una tarde de pileta: me echó a una muy honda y me pidió que pasé ahí hasta que ella se cansé de arrojarme piedras. Tenía que sumergirme más y más para esquivar los piedrazos. O debía cubrirme con las manos en forma de casco. Así me tuvo varias horas. Yo ya sangraba de los brazos como si fuera Cristo crucificado. Cuando estaba a punto de rendirme, el sol a pleno en el cielo y más a pleno en mi frente, ella saltó como una bomba sobre mi humanidad y me regaló una patada feroz que pude amortiguar gracias a que tuve el refleje de hundirme. Acto seguido, intento ahogarme desde atrás pero yo le eché agua a los ojos y nadé rápido hacia adelante. Intentó alcanzarme pero yo ya había escapado. Salí a tierra dispuesto a correr un maratón. La india me felicitó. Me pareció mentira pero se rió. Dijo que estaba bien por ser el primer día pero que la próxima vez debo combatir hasta el final o salir a superficie solamente con una finalidad táctica como puede ser buscar un objeto contundente para lanzar. 

  Tuve veinte minutos de descanso. Luego fue correr y correr alrededor de un fuego muy grande, con un humo muy poderoso que parecía matarme con cada bocanada de aire. Cada tanto escuchaba disparos. Estaba aturdido. Pero tenía que correr. Las piedras me llovían. Las esquivaba como podía. Pero algunas me dieron en las piernas. Me costaba moverme. Después de dos horas de eso, diez minutos de descanso. Ella me dijo que debía meterme en un pozo a media cuadra de ahí. Era muy hondo y olía muy mal. Creo que había mierda en el fondo. Me empujó. Caí cuatro metros en esa montaña de caca. No podía soportar ese hedor. Me dijo que me iba a quedar ahí tres días sin comer. Me tiró dos botellas de agua de tres litros cada una. Lo único que tenía para sobrevivir. Las horas ahí se me hicieron infinitas. Pero nunca me quejé. Me refugié en mis recuerdos. Me acosté sobre la porquería y dormí. Mis pensamientos fueron mi calma. Obvio que despertar en esa inmundicia no era lo más lindo del mundo pero peor es la rutina. Al pasar el tiempo fijado, ella me tiró una soga y me hizo subir. Me bañó con una manguera y me tiró un jabón en la cara. Me pidió que me desnude. "No me impresionan los tipos sin ropa." Me limpié delante de ella. Luego me dio de comer una sopa medio rara y dos pedazos de pan. Cuando yo pensaba que iba a poder dormir en una cama limpia y medianamente cómoda, me mandó volver al pozo. Dijo que fuera corriendo y que me lance a toda velocidad.

  Así fueron pasando las semanas:entre gritos, corridas, perradas, pedradas, golpes, calor, mosquitos e infiernos de todos los colores. Pero lo más raro, lo más alocado, fue el final de esa pesadilla soñada: ella me abrazó bien fuerte y se dispuso a descender de lo alto de un edificio conmigo soga y arnés mediante. Me dijo que podía tirarme desde el aire. Yo temí que ese era su plan para liquidarme. Sentí que podía morir. Me aferré con todo a su cuerpo y le besé el cuello. Mi espalda miraba el piso. Su pecho comprimía el mío. Si iba a morir, que sea besando...

  Obvio: sigo vivo. Se ve que cumplí con el entrenamiento y di pruebas de honestidad. Gente como uno puede combatir a los narcosatánicos de Sendero Luminoso, que de luminoso tiene lo que yo de chino pero bueno. Aquí quedamos.

sábado, 27 de febrero de 2016

Otras saludes




 El paso repentino del día a la noche y de ésta a la mañana entre gritos de terror, porque la ventana se abre y mañana no sé si es mi sol. Porque abundan los cielos pero no alcanzan las manos para meterlos en la bolsa de mis sueños. Y solamente eso, la memoria del circuito imposible, del alambrado al que adorné con una flor que lleva lo mejor de vos. Me acuerdo de ese domingo volátil que me vio parir un sacrificio horrible en forma de cruz. Todavía me duele ese viaje al ocaso, esa sensación de fracasar bajo para ganar algo que no se puede perder. Sólo tengo improvisaciones y deseos probables. El miedo me hace irme de golpe en despertares brutos, en menguas del sentido y realización. Veo, veo, muero, muero. Y algo de todo eso se hace esperanza. Resisto. Existo. Me luzco ante la tormenta desesperada de ayeres y árboles caídos. Me seduzco a mí mismo al darme la fortaleza que merezco para ver una nueva vida crecer entre los prados renovados.

  Tengo detrás de los ojos la emoción de saberte con un viento que de alguna manera me pertenece. Me paro delante de esa dicha de abrirte las puertas al mediodía, al cálido emblema del afuera que se rehúsa a devenir incienso. Porque no se adula sino al que se odia. Y yo amo, amor de lo que soy capaz de dar, de darme hasta el firmamento consumido por las miradas que eché en forma de pitadas arriesgadas, en la esquina en la cual se dobla el universo como una servilleta de papel.

  Si vos podés ser dueño del alba, no llores por lo que no tiene nombre. Podés disfrutar del silencio y hallarte suficiente. Porque la respuesta respirá para vos. Ojalá pudiera ver mis horas compuestas por esa dulce música que deslinda el corazón del dolor, esa música suave que te hace un ser mejor, alguien que sabe del olvido y del perdón, alguien de paz. 

  La aurora vuela lejos en cielos ajenos, en mares otros. Pero yo me rebelo a no creer, a ser quieto en un callar reverencial. Sí, podrán criticarme pero esto es una vida que salva, un mar de sangre que sigue a salvo en mi cuerpo granizado por el sinsentido de los que eligen mal. 

  Allá, fuego. Y acá, a través de toda distancia, una montaña se alza para adornar el privilegio de una espera sin par. Solamente hago poemas. Y me veo en vos, que abrís esta ventana de puro aburrido. Y te ves, de este lado, cercado por el sol. Y aumenta tu dicha al saberte agraciado. Algunos dicen que nada depende de nosotros. Otros predican lo contrario. Yo siento que estamos en el vamos y en el vamos; en el mar y en el mar. Porque vamos surfeando una ola que nos ahoga y nos refresca, una sal que mata y calma. Esas horas de té que rehacen la vida. Ese es el tiempo que vale todos los dolores. Si pudiéramos prolongar el más allá del más allá, esa gracia infinita que nos envuelve en una luz serena y templada, podríamos hacer uso de las las que nos han sido dadas desde antes de nacer.

  Tengo ganas de decir lo nuevo. Pero no puedo. En tu vasta sabiduría, todo es déjà vu, déjà vu. Todo es fue. Nada nuevo bajo el sol, ¿pero qué sol? ¿Será un sol cansado de mirar? ¿Un sol quemado por su luz? ¿O es Dios que, lleno de sí mismo, no repara en lo que pasa debajo de sus narices? ¿Y qué pasa si el Señor estornuda? 

  Vamos al encuentro de la fuerza, el poder y la gloria. Un mundo nuevo está naciendo ahora mismo. Vamos a ver lo que nos manda la firmeza de espíritu. Hay un nosotros que da unos saltos increíbles hacia ese horizonte que siempre intenta correrse para que caigamos en el vacío. En caso de que nos toque el descenso, sólo tendremos que sonreír: le diremos al mundo que estamos haciendo paracaidismo. Y eso haremos: bajaremos como cóndores hacia los ojos asombrados que nos mirarán más allá del resplandor de la saña. 

  Hay un sol que nos da lo que otro sol nos quita. Y luego un tercer sol, un tercer ojo. Y vemos que el paso repentino del día a la noche y de esta a la mañana es entre gritos de victoria, no de terror. Los cielos entran en los pétalos de una flor que se abre en Buenos Aires. Hoy es un sábado que me ve traer el descanso más agradable. No hay ocaso, nadie fracasa. Todo es mentira. El mal es algo que nos dijeron para que no pudiéramos ser felices.

  Y soy, somos, incienso, alba, cielo, prados, mañana, aurora, silencio, música, aura, magia, ilusión, amor, Dios, risas, nube, perfume, mar y miradas que se encuentran en el fondo de una copa de estilo. No podemos corregirnos. Seguimos el rumbo de un nuevo mundo que inaugura una razón para crecer en paz del alma y el cuerpo. Y bueno, somos un semblante susceptible de ser acosado por ciertas desgracias. Pero no debo, no debemos, perseverar en esas fiestas extrañas de privilegios inciertos y reinados inacabados. Somos grandes porque vamos a resucitar. 

  Hay que cortar con la noche y buscar algo mejor. 

  Más de más. Porque siempre descubrimos que somos inmortales en el refugio de su voz...

sábado, 20 de febrero de 2016

Otra velocidad





  Salir a correr y encontrarse con esos infelices que me tiran globitos de colores llenos de agua, bombitas que atraviesan la reja rumbo a mí. Y yo, que logro esquivar esos cuerpos y me hago todo un experto, un comando en medio de su falta de tino. Y ellos, que me insultan, que intentan de nuevo y fracasan, fracasan. Porque nacieron para perseguirme sin éxito. Bastardos. Una teñida me grita "¡Cerrá el orto!". Y mi devolución de gentilezas: denigro su inferioridad y desaparezco en el acto. El infinito me pertenece; el sol y este hombre que soy; yo, que traspaso el mundo y que puedo llegar a ser todo lo que quiero ser una y otra vez, como ayer también. Y voy sin que ellos vengan, y vengo y me vengo de los que me creyeron nada y no me creyeron nada. Todo para ver y sentir.

Madre espiritual

  Ahora sí, lo recuerdo: madre espiritual, no te puedo tocar. Te puede obsesivocompulsivar pero no tocar. Ahora sí, era eso nada más. Nada más que más besos inventados al azar, escenas de vuelcos y revuelcos que tal vez nunca se van a dar. Y es siempre regresar, regresar a lo mismo. Y eso es ser libre también. Porque volver muchas veces hace muy bien. No quiero perderme en un adelante si es un desierto. Prefiero quedarme en los anhelos de ternuras imaginadas y palabras retrucadas, expandidas al infinito de un silencio que susurra una voz para vos. Y eso. ¿Por qué querer otra cosa? Así va muy bien. No podría ir mejor. Lo digo por aquellos que me querrán tirar tierra. Pueden venir que les voy a echar varios polvos para que aprendan a regresarse adonde nunca tendrían que haber salido. Porque vamos a deformar el idioma solamente para

La mía

  ¡Ay de esas cuadras mías llenas de un infinito para vos! Y no regreso, no regreso nunca a tiempo. Voy por donde voy, sin más nada que decir. Todo para ver. Son trucos de la imaginación. Me quiero ir de estas curvas de incomodidad. Veo que no puedo ir más allá de este hoy, de este ayer que tan nunca he de beber. 

domingo, 14 de febrero de 2016

Sueños locos LIX (La loca rebelde)





 Un gran edificio de estilo inglés a mis espaldas, diría que era un campus universitario. Y yo, sobre el jardín, miraba la vida pasar. Frente a mí, una fuente de agua y algunos árboles en custodia de la vereda. Del otro lada de la calle, no sé. Sí, dirán que son impresiones vagas pero es todo lo que recuerdo. No puedo afirmar si era USA o Inglaterra. Para el caso, es más o menos lo mismo. No cambia lo esencial: academia del tipo anglosajón, es decir, una mole marrón de ventanas ojivales, mucho verde alrededor y chicas y chicos con libros en sus manos y mochilas de cuero marrón. De fondo, un cielo primaveral bien abierto a la luz del sol y a las flores que flotaban en brisas vivas. Lo sintetizo: estaba en un paisaje casi robado a Harry Potter. No fue magia. 

  A la salida de clase, el idilio de estudiar la literatura en el Paraíso, se me apareció un tipo negro muy bien puesto con ganas de romperme todo lo que se llama cara. Se movía lentamente hacia los costados, con pasos que insinuaban. Era como una pantera negra, como una fiera que observa con mucha atención a su presa. El sujeto mojaba con saliva sus labios gruesos, parecía que sufría sed de mi sangre. Se pasaba la lengua una y otra vez por encima de esos dientes blancos y perfectos como teclas de piano. Tenía hambre de mí. Me medía con la vista. Yo entré a ese baile sin gozar en lo más mínimo. Sentí el sabor de la adrenalina en los temblores que me agilizaban el cuerpo. Era un merengue que no se dejaba comer, una salsa espesa como para vomitar. Esa rumba me podía matar. Pero tenía que girar y girar. Yo miraba al afro directamente a los ojos y lo insultaba con terrible grito de guerra. Pero la perra ni se inmutaba y contraatacaba con trompadas y trompadas de infierno. No sabía cómo escapar a ese huracán del box. La historia de los cuadriláteros jamás vieron a un trompo rotar de esa forma. Era algo increíble. El Demonio de Tasmania era una tortuga al lado de esta tromba africana. ¿Qué hice yo para merecer esto? Los brazos míos recibían sendos machaques de este ágil púgil surgido de las canteras de la calle. Era un maldito perro pandillero, un loco que podía devorarse a tus hijos por sólo cincuenta centavos. 

  Estaba muy cansado de este canto a los diez minutos. Dichosos los ricos, que tienen guardaespaldas. De mi lado, siento despecho por esta traición que me hizo la vida de "nacerme" pobre. Le dije al negro, "oye, ven, vamos a bailar". Y mi pie no paraba de sacudir el pasto. En vano busqué polvo para maquillar los ojos de mi rival. En vano. Porque el césped gozaba de un mantenimiento excelente. No quiero con estas palabras hacerte sentir mal pero creo que a veces todo es dar y no recibir nada más que unas palizas. La costumbre. No pretendo amargarte pero no era azúcar lo que estaba sobre mi rostro sino gotas de sangre. Unos golpes bombeados me dieron de soslayo sobre mi humanidad y me tajearon las manos, las orejas y el costado de la cabeza. 

  "Tú no te me vas, mujer", le dijo el negro a una colorada de anteojos que veía con una enorme sonrisa como este infeliz me zurraba para el campeonato. Sí, no me había dado de lleno pero en cualquier momento podía matarme. Yo me equivoqué al aceptar pelear con él. Apenas vi a ese coso oscuro de cuerpo perfecto, debí haber huido. "Soldado que huye sirve para otra guerra". Mi respiración se me iba a parar, mamacita. Era moverse de un costado al otro, era recibir puños capaces de romper paredes. Él sabrá el porqué de tanto castigar. "Mi vida se va acabar", era escéptico al tener frente a mí una bestia de la guerra. Como si fuera poco, las patadas también formaban parte del repertorio de mi asesino. ¡Qué sorpresa! La Tierra va a temblar cuando yo terminé de contar toda esta historieta de golpazos de fuego.

"Te juro que me muero, estoy perdido y no sé qué hacer", le decía a Dios. Mientras me escudaba en mis brazos desangrados y cortados, le hablaba al Señor: "Te busqué y no te encontré. Muchas veces. Mi corazón se va a parar y me moriré. Recibe mi espíritu". Estaba agitado. El gamberro no me daba respiro. Por mucho que me cubría, por mucho que intentaba retroceder, algunos golpes sacudían mi cráneo aunque no eran impactos profundos. 

  Mi soledad, yo ante la muerte. "Todo se va a acabar", me lamentaba para mis adentros mientras el fucking nigger intentaba meterse por afuera de mi guardia maltrecha. Hubiera deseado cierta presencia en ese entonces pero todo era lejos, frío, distante. Todo eran espejos, ríos, instante. "Se siente que viene de frente el fin". Lo que no dejaban de venir eran las piñas del café y los gritos y pregones de la pelirroja. "Ya estalla la gente con el espectáculo de este hijo de puta destruyéndome". Malos bichos, hijos del demonio todos esos nerds. 

  Bueno, el mambo del negro fiera pantera parecía no acabarse nunca. Pero en lo imposible, en las tierras del no, noté frustración en el sujeto. No podía dar la estocada final, justo él, el africano que había tenido sexo con toda la facultad. "Mami, vas a ver cómo te parto a este hijo de perra", le grité a la señorita de pelo rojo. Un fuego sagrado me envolvió. Me acordé de la Argentina, de que soy descendiente de españoles, la mejor raza del mundo. Arremetí furioso contra el mequetrefe, que golpeó mis espaldas con mazazos de odio y fuerza brutal. Yo fui hacia él como un toro, con la cabeza gacha, como si quisiera embestirlo con mis cuernos. Porque todas las mujeres que se rehúsan a estar con uno, de alguna manera, te ponen cuernos. Y sí, fui de frente como un macho de las pampas contra esa entidad oscura del mal. El tipo terminó contra el tronco de un árbol. Mi hombro le apretaba el abdomen, casi no podía respirar. Acusaba el cansancio. Estaba entre la espada y la pared. Empecé a trabajarlo con golpes en los muslos mientras presionaba su zona hepática. Cada tanto, le echaba algún mordisco en sus tetillas. La camisa blanca se estaba haciendo roja por la fuerza de mis colmillos lobunos. 

  El negrito cayó muerto de un infarto. Pero eso no era el fin. En todos lados hay un pueblo o grupo que sobresale por fuerza física. Los vascos son los más fuertes de España, tipos brutos como no hay otros. Los escoceses son como ellos pero en el Reino Unido. Lo mismo con los santafesinos en la Argentina. Cuestión que un vasco loco era mi nuevo oponente. Era un tipo alto, blanco, de coleta negra y músculos de culturista. Vestía con ropa deportiva. Me decidí a adoptar la misma estrategia que había empleado para derribar al búfalo africano: esperar y resistir. Y así fue. El menso mandó varias piñas directo a mis sienes pero yo retuve todos sus impulsos en mi guardia. Conseguí amortiguar sus intentos al tiempo que lo caminaba a los costados para quitarlo de su eje. La chica de cabellos de zanahoria lo agitaba a destruirme. Pero ella no vio venir ese golpe sorpresa que la mandé al mejor estilo Sergio "Maravilla" Martínez: le di mi cara al tipo al bajar la derecha. Se confío e intentó conectar a mi mentón pero yo ya había sacudido el suyo con mi zurda. Quedo fuera de combate al instante. Perdió el conocimiento. Los paramédicos vinieron enseguida a auxiliarlo. La policía miraba sin intervenir. Algunos oficiales me alentaban a ganar la contienda bestial. 

  Finalmente, como triunfador de la jornada, la estudiante pelirroja tuvo que acceder a tener sexo conmigo. Porque la verdad de la vida es que los hombres se enfrentan los unos a los otros de mil maneras distintas solamente para poseer el cuerpo de una o más mujeres. Ella no quería acostarse conmigo pero sus donceles se vieron disminuidos por mi tenacidad, mi empuje y mi esfuerzo. Así que ella se desnudó en el pasto, apoyó su espalda en esa hermosa alfombra verde y yo me tumbé sobre ella. Típica pose del "misionero". Parecía algo convencional en principio pero yo le di con mucha fuerza. Ella gimió como una hembra selvática. Luego intentó en vano abrazarme y besarme. Después de haber acabado, lejos de decirle algo lindo, la escupí y la insulté por haber apoyado a mis rivales. Ella quería verme muerto. Yo simplemente salía de la universidad con la intención de comer una maldita salchicha. Vaya uno a saber por qué esa perra me quería cadáver. 


  Al final, yo tomé una bandera argentina y grité bien fuerte: "¡Yo soy un tigre!" La pelirroja lloraba al verme victorioso. Los policías me felicitaron por haber noqueado al vasco y por haber matado al negro, que era un vendedor de drogas y se valía de las debilidades de los estudiantes. De la nada, me convertí en el héroe del día y en el defensor de toda la comunidad. Algunos me propusieron ser Sheriff o participar de las elecciones del condado pero esa es historia para la próxima. Lo importante es que castigué a los rebeldes, agitadores y revolucionarios. Y la chica comunista se lamentó como una idiota por haber apoyado al bando equivocado. Fue justicia.

lunes, 8 de febrero de 2016

Sueños locos LVIII (Dos indigentes)




 Cuando el sol comenzaba a ser mezquino, cuando todo parecía ser parte de lo más, un teléfono llamó. Era papá. Él se puso contento. Quince años sin hablar. Divorcio duro e intransigente. "No lo vas a ver más porque te fuiste con otra". La clásica. Matías estaba contento por dejar ese incómodo estado de orfandad a medias, la orfandad que le inventó la madre para cagarle la vida al padre. Ya era un muchacho grande. ¿Por qué habrían de meterse en su vida otra vez? Todos los padrastros van al infierno. La vieja no estaba. Charló todo lo que quiso. Su viejo le contó cosas de Utopía y Primer Mundo y varios lugares por el estilo. Pero, a pesar del bienestar, de ese estado soñado, quería volver. Ya era un tipo grande. Era hora de pegar la vuelta y reencontrarse con su único afecto. El hijo intentó persuadir a Juan Carlos de quedarse en las lejanías del Hemisferio Norte pero no pudo. Le dijo que él siendo joven puede ir allá y aprovechar las oportunidades que hay. Pero no. El corazón es más fuerte. La Argentina tiene un efecto magnético sobre sus retoños. Creer o reventar.

  A la semana, el hombre de sesenta estaba acá. Sin trabajo a la vista, sin una jubilación en lo inmediato. Trámites, muchos trámites por delante. Y la madre de Matías que lo echó a la calle al enterarse del reencuentro tan temido. Al principio, padre e hijo vivieron en una pensión bien puesta de Buenos Aires.Juan Carlos trajo algo de divisas que pronto la inflación argenta consumiría. En la pieza tenían TV con cable, internet, baño privado, aire acondicionado y todo lo que una persona puede pedir. Pero pasó el tiempo y la plata se agotó. Siete meses tiraron así. El pibe hizo lo que pudo para ganarse el pan pero nunca alcanzaba para más. Papear. Lo básico. Entre desodorante, papel higiénico, jabón, la factura del teléfono, la carga de la tarjeta SUBE, la comida y cosas así, se iba lo poco que entraba. Ya no quedaba nada, nada de nada. No hay laburo para un tipo de más de cuarenta. Tampoco hay puestos para jóvenes que no tengan contactos en alguna empresa. La calle, siempre la calle. La calle de donde venimos y hacia donde vamos. Porque todo está ahí afuera. 

  Una noche fría de invierno encontró al padre y al hijo durmiendo juntos al lado de un pabellón del Hospital Penna, ahí sobre la Avenida Almafuerte. La temperatura era tan pero tan baja que cada respiro era dibujar vapor en el aire. Temblaban y lloraban. "¡No puedo creer esto!". Matías no soportaba la indigencia forzada por su madre. "Discúlpame, hijo. Prefiero que nos separemos y que vuelvas a lo de tu vieja." Él se negaba a oír esas propuestas. 

  Ellos se abrazaban al tiempo que la térmica se hacía más y más baja. Se tenían el uno al otro.

jueves, 4 de febrero de 2016

Nuevas palpitaciones

  



  Casi vencido el insomnio, casi vencida la vigilia, casi extinta la luz del día para un nuevo día, entre enredaderas de prostitutas y locos pilotos de botellas y mil trompadas a la pared de gritos y alevosía. Y es que así son las cosas en este país: las mujeres lloran, gritan y desesperan y los hombres ponen, golpean, matan y mandan matar; matar, matar, matar. A pesar de su pesar, Dios nace y hace nacer todo el tiempo. Ni todos sus abortos frustrarán la aparición de seres de luz que harán la gloria de los Santos Inocentes. Entre serpientes de tierra se elevarán las águilas blancas que harán honra de su nombre, honra del linaje de su padre. Porque la voluntad y la sagacidad de uno justifica a miles. La Justicia es también saber perdonar.

  Hay una entereza que las horas pierde, una entereza que el devenir distrae y que el segundo a segundo quita. El todo de sí agoniza con la secreta convicción de recobrarse prontamente. Porque los colores vuelven en ellos como el mundo a la vista de aquel que con tranquilidad lo contempla todo. Calma serena. Porque hay calmas nerviosas, como la de esos locos que engullen silencio pero traban pechos con pechos y arremeten mares de miradas turbias y gestos filosos. Hay medio minuto en que las caras tiemblan ante el empujón de golpes dados y recibidos, golpes dardos jamás vencidos. Una lluvia de huracanes y negros en pelotas que complican todas las avenidas de tu suerte, jauría puta de mequetrefes fatales incapaces de tragar su propia leche aunque en ello les vaya la vida. Y allí, justo allí, un reflector con la figura de rameras mugrientas que se revuelcan junto a un árbol medio perdido. Y de yapa, un pelado eléctrico que da palizas a domicilio. En la Argentina hay un nuevo servicio para vos: el delivery de piñas. Un gordo cornudo y sin pelos habrá de romperte todo a vos o al que gustes por solo cincuenta pesos. Es un trabajo que le lleva menos de cinco minutitos. Pero se hace varios de ese todos los días. Fortuna. Sí, esa perra que se acuesta con los peores, con los que juntan crema en los testículos para tener más rabia contra el adversario hipotético porque, digamos la verdad, para estos renegados enemigo es todo aquel que no sea él...

  La salvación parece ser hacerse bicho bolita y rezar para sobrevivir al vendaval de soplamocos y patadas, el vendaval de trompazos y cornetas que te la hacen parir como si fueras una tipa sin obra social, una de esas que está allá a lo lejos donde los chongos te bajan los pantalones y te hacen un crío por solo unas monedas. Por atrás y es leche chocolatada. El remisero no piensa más que en la plata. Es capaz de llevar a cualquiera. Así de resultas que te cae un Frankenstein trajeado cuyo fin es eliminarte. Pero es tan vago el viejo puto que te manda a que caves tu propia tumba. Lo peor que le podés hacer al verdugo es complicarle su trabajo. ¿Por qué? Porque es difícil que te mate si ve que no podrá deshacerse fácilmente del cuerpo. Muchos te dirán que hay que morir con dignidad, que hay que proceder rápido para ir sin demoras al encuentro del Señor. Sí, con la frente en alto y todas esos cuentos que te dicen para que vayas como cordero al matadero. Y no, no es así. Porque si cada víctima se resistiera con todas sus fuerzas, los homicidas se matarían a sí mismos ante tanto sacrificio que les subsume su cargo. Si todos ponen palos en la rueda, hay un bosque que impide el paso triunfal del carro de la muerte. 

  No crean nunca cuando les hablan de "paranoia". El instinto de supervivencia está activo. Los quieren matar, los quieren atrapar. Hay un pistolero mexicano que en este momento quiere poner lo suyo en la boca de tu mujer. No confíes. También hay un sujeto loco de Chevron que quiere cortarte las bolas y colgártelas de tu cuello como si se tratara de un árbol de Navidad. Y después también está esa alarma del borracho digital que dice que "debes andar con mucho cuidado". ¿Qué mierda les pasa a todos esos? ¿Qué mierda les pasa a ustedes? ¿Acaso son parte del equipo de la muerte? En ese team del infierno juegan varios personajes siniestros: un guardaespalda que gusta de tocarte el trasero en todo momento, se trata de un gordo ruso adicto a la marihuana que se ríe todo el día pero no como un tipo alegre sino como un enfermo mental; otro jugador es un muppet enfermo del tabaco que grita mucho y mueve más, un tipo que le hace el amor a la mujer más sucia del mundo. El capitán de la escuadra es un gallego estúpido dador de patadones y mordiscos al por mayor. ¿Qué hay que hacer? Disparar desde el helicóptero. Ah, me olvidaba de ese flaco quemado y envejecido que se cree el gran pegador de No Sé Dónde pero no tiene las agallas suficientes para ir a boxear a las Vegas, allí donde los descendientes de los esclavos dejan el alma y el corazón para alegría y orgasmo de unas malditas perras blancas cuyos esposos racistas son capaces de pagar por ver peleas a muerte. ¿Esto es lo que quieren, maldita sea? No descansaré hasta que se suspenda todo este sucio negocio. Lo sabrán en Washington D.C. porque yo soy un ciudadano que paga todos sus impuestos. Ya verán con el Gobernador y el Departamento de Asuntos Internos. A ese hombre le faltaban tres días para jubilarte. Pero tu amiga lo entregó a los latinos en el barrio chino. Ya verás. Pagarán todos esos cabrones. ¡Santos cielos! Me vengaré y seré millones. 

  Cierro con una breve canción para bailar y gozar "all the night" ahora que está tan de moda esa expresión: "Macho loco te la va a dar (¡esta noche vas a explotar!). Macho loco te la va a dar (¡Y a ti te va a gustar! ¡Y tu cola va a estallar!)." ¡Ay, qué horror! ¡Dios me libre y guarde de todos estos desmadres y desbarajustes! En estos tole tole son capaces de arrebatar al Señor del seno de la Virgen y asesinarlo para alegría de todos esos taxistas sedientos de sangre. Ya saben: son esos que están siempre dispuestos a bajarse los pantalones. Dan asco. Deberían llevar cinturón de castidad so pena de mil latigazos seguidos por un baño en alcohol. Bah, creo que hay una solución mejor, una solución faraónica: hacer eunucos de todos esos y mandarlos a construir pirámides en honor de una reina a la que nunca podrán penetrar... 
   

Otro loco fantasma

  A ver, ¿cómo se escribe? Ah, sí, estábamos con eso que yo dije la otra vez: el lobby es la más moderna forma de religión. Fíjense ustedes esa cosa de iniciación que hay en los aprendices de cabilderos. Miren cómo los sacerdotes hacen la corte. Aprendan de su silencio, sus pasos breves y sus visitas fugaces a las catedrales. Estas intrigas palaciegas de hoy tienen un culto velado no ya por el dinero sino por algo más. Hay un resplandor que...