Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

martes, 8 de noviembre de 2016

Sueños locos LXXIX (La nueva Virgen Atea)



  Fue en París, allí se dieron los hechos alegres. Lamentó el puto cliché de París pero esta vez es verdad: fui a Francia y no por asuntos "literarios", no me gusta hacerme el artista, el bohemio pelotudo, el "hippie con OSDE". La posta es que fui sin un mango. El pasaje ida y vuelta y nada más. Se me dio por visitar a mi mejor amiga, a mi sol, al calor que me dio vida cuando mi cuerpo estaba echado sobre las frías vías del tren en espera de la muerte. La famosa Virgen Atea se fue a trabajar a Europa. Sigo siendo el mismo chico pobre de Lugano 1 y2. Pero no me puedo estar sin ella. Seis meses pasé sin verla y me sentí para el culo. 

  Me alejé del centro de París, de todo lo ya conocido. Quise ver cómo es el Flores o La Paternal de allá, me alejé hasta los barrios de casas bajas. Caminé mucho entre lo que el mundo vio miles de veces. Costó un poco salir de los turistas y los cosmopolitas bobos de siempre. Iba solo. Ese día, mi primer día allá, tenía que encontrarme con mi amiga a la noche. No pudo esperarme en el aeropuerto. Una pena. Soy avaro de los momentos a su lado.

  En el portal de una casa, una señorita sentada me pareció que era ella. Me acerqué. La oí hablar francés. Le entendí todo. Hablaba de política y de muchas otras cosas. Otra vez iba a ver a mi Virgen Atea. Sí me sorprendió que, pese al frío y el nublado invierno parisino, estaba bronceada y con los labios muy pintados, algo inusual en mi pálida flor argentina. 

- ¡Hola Sol! ¡Tanto tiempo! ¿Cómo te va!-
- Yo no soy Sol, soy Luna. ¿Sos argentino vos también? -

  La versión bronceada y maquillada de la Virgen Atea, vestida con ropas ajustadas, me miró desde el portal de la casa y me sonrío luego de que yo me puse colorado por la confusión. Me sentí un completo idiota. Por lo menos era una compatriota. Tanto no le erré. Sí me pareció que tenía un rictus muy frívolo, no como mi Virgen Atea. Tenía algo de minita top, de chica popular, de tipa muy mundana. Quisiera expresarme en otros términos pero temo por la censura, ¿se entiende, no? La Virgen Atea es eso: la versión atea de la Virgen María. La señorita que vi allí era una criatura simplona, una flaquita afrancesada llenas de mañas en sus manos, en el movimiento de la cabeza y en los gestos faciales. Parecía un maniquí con epilepsia, Luna no tenía la serenidad de Sol.

  Luna dejó de hablar en francés por celular. Cambió a castellano misteriosamente, como si la persona con la cual estuviera hablando entendiera ambos idiomas: "Te dejo ahora porque se me va a escapar un bombón que me mandó Dios, un pibe divino que recién me acaba de hablar por error. Nos mantenemos en contacto. ¡Besit!" Yo había pasado la esquina rumbo a lo desconocido. Tengo la costumbre de mirar hacia atrás cada tanto, por seguridad, por curiosidad. Allí la vi correrme con una alegría indescriptible. El resto de lo ocurrido me lo guardo para mí.   

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