Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

jueves, 23 de junio de 2016

Hacer el odio



  El otro día, en el lugar menos pensado, fui protagonista de una gresca sin igual. Le mostré a un sujeto la prueba de un triunfo parcial y le dije que si tenía algo que decirme, que me lo diga en la cara, que arregle las cosas como un hombre. El anteojudo se sintió motivado y, se ve que es un nerd adicto a las historias de superhéroes, me metió un poderoso golpe en la boca. Mi labio superior izquierdo quedó cortado por dentro. "El que pega primero pega dos veces". Así dice el refrán de la calle. No hubo segunda vez para él. Corrí hacia su humanidad, me agazapé y comencé a trabajarle el pecho y el abdomen mediante intensos puñetazos a repetición. Mi intención era obvia: romperle la zona hepática y luego, si aflojaba sus miembros superiores, destrozarle el rostro. No iba a dejar esa afrenta pasar como si nada. Yo ejercí la legítima defensa, ni más ni menos.

  Me hubiera gustado enfrentarme a otros enemigos, esos que andan camuflados detrás de nombres falsos. Tengo muchas ganas de asesinarlos, aunque a trompazos limpios, aclaro. Deseo matar pero con las manos. No me interesa utilizar armas de fuego sobre idiotas que se esconden detrás de una computadora. Con zurrarlos bien fuertes delante de sus madres y novias ya me es más que suficiente. Los tiros me los guardo para los hijos de puta del ISIS, a los que masacraría con mucho placer pero sin descuidar el sentido del deber. Esto va para ustedes, malditos terroristas: los voy a hacer mierda a todos. No voy a dejar vivo ni a uno solo. Occidente tiene en mí a un campeón defensor de la civilización, malditos bastardos orientales.

  Decía que el sujeto de anteojos quedó tirado contra un mostrador. Enfrente, yo. Fue impresionante el arsenal de trompazos envenenados que comencé a lanzar sobre su cuerpo debilucho. Una turba de hippies intervino. Me lo sacaron de las manos. Todo quedó ahí. El tipito se arrepintió de haberme arrebatado vilmente. Me pidió disculpas. Yo, como buen caballero que soy, las acepté. Quedamos bien. Pero ese no es el verdadero tema en cuestión. Lo que quiero decirle hoy al mundo es que me sentí muy bien al haberme defendido. Me di cuenta, una vez más, de que soy todo un hombre, un asesino serial, un loco, un guerrero, un chacal, un soldado temible, un comando, un justiciero, un vengador, una espada, un águila. 

  Los pollerudos están por ahí haciendo el amor. Yo hago el odio: tomo el cuerpo de mi adversario y lo descompongo a golpes, hasta la muerte. Voy a acabar con la mentira del otro, ese otro del que tanto hablan los intelectuales. El otro no es solamente un pobre refugiado, un inmigrante, un indigente, un miembro de una minoría. El otro puede ser un maldito bastardo, tu enemigo: un miembro del Estado Islámico, de la ETA, de Sendero Luminoso, del Cartel de Medellín, de las Brigadas Rojas, del KKK, del Mossad, de La 12, de la banda de la otra cuadra. Muchas veces "el otro" es al que hay que destruir. No hay que dudar en utilizar toda la violencia posible para aniquilarlo, para borrarlo definitivamente de la faz de la Tierra. No hay que dejarse engañar por la dialéctica blandengue de los izquierdistas, verdaderos socorristas de Satanás. No hay que hacer caso de sensiblerías. Hay que matar, matar, matar y matar. Matar y volver a matar. Matar y no dejarse matar.

  El mundo está lleno de narcos, terroristas, narcoterroristas, narcosatánicos, chiflados, enfermos, degenerados, atrevidos, ladrones, mequetrefes, rateros, cornetas, tumberos, polizontes, policías corruptos, gomas y cuanta escoria uno imagine. No por el hecho de que alguien sea extranjero es un pobrecito. Muchos vienen de afuera a traer locura y destrucción. A esos hay que expulsarlos previa apaleada heroica. No hay que tener misericordia, nunca más. Cuando se tiene a un enemigo enfrente, hay cubrirse y atacar fuerte, porque la mejor defensa es el ataque. Y si uno ha de irse de este mundo, debe procurar no hacerlo solo...

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