Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

martes, 24 de mayo de 2016

Vamos por más



  La confusión  es una suerte de espada invisible que corta todos los hilos de la conciencia. Es verdad que pronto uno puede regenerarse y ver nuevamente con gran sentido de la ubicación. Sin embargo, no creo que todos estemos preparados para ciertos ataques. En mi caso particular, últimamente me siento susceptible ante ese avión fantasma que evade todos mis radares. Tal vez su poder de fuego no sea el mayor pero el aparato surca los cielos de mi mente sin que yo lo detecte. Y arroja bombas dentro de mí que me hacen daño. Nunca espero semejantes sorpresas. Pasa la aeronave negra envuelta en la noche tenebrosa de mis neuronas y me sacude por completo. Si en el cráneo de un hombre puede entrar la totalidad del cosmos, ¿por qué no habría de ingresar un pajarraco de metal a los dominios de la cabeza? 

 Alguno dirá que es tontera de mi parte confesar que estoy mal pertrechado, admitir mi indefensión por culpa de la política de desarme que apliqué conmigo mismo en ciertas materias. Me hice fuerte en muchas otras aéreas de mi administración psicológica e incluso levanté un muro en mis fronteras personales que bien podría ser la envidia del señor Donald Trump. Así y todo, siempre queda algún resquicio por donde puede entrar el agua. ¿Será la insuficiencia de materiales? No me refiero a la muralla, ahí no está el error. El problema es que fallé ciertos cálculos estructurales: no tenía previsto determinadas contingencias y hoy me hallo en un teatro de operaciones que me es completamente adverso, como si estuviera en medio de una tormenta del desierto sin el equipo adecuado. No hay carpa que me proteja de los golpes de los elementos. Tampoco llevo protección contra las balas. Mi Estado Mayor trazó una campaña en un sentido opuesto al que ahora me asigné. El cielo me quema con sus banderas celestes y esas agujas filosas que llueven del sol. Desde centenares de kilómetros, una embarcación está bombardeando mi posición sin que mi escudo antimisiles logre detenerlo. Me siento frustrado. Tengo todo el entrenamiento que el West Point de la calle me dio pero eso, que antes pintaba pura práctica, demostró ser solamente teoría. La inducción no sirve por más que se logren archivar todos los expedientes sobre una disciplina determinada. Ahora estoy ante un fenómeno que mis técnicos jamás han contemplado. El enemigo amenaza expandirse. Pero no puedo utilizar armas de destrucción masiva. Tal vez no las tenga. Eso sería lo más grave. Nunca me preparé para esto. A causa del déficit fiscal que padecía, destiné las partidas presupuestarias asignadas a Defensa a lo que creí que eran prioridades, urgencias. En seguridad interior, salud y educación crecí enormemente. Pero descuidé el estudio sobre las principales hipótesis de conflicto a mi alrededor. Eso me está costando el excelente trabajo que venía realizando en otros ministerios. Tal vez debí proceder al revés: atacar al invasor y luego organizar la Nación. Sin embargo, con el Pueblo sublevado, no podría haber hecho mucho ante una agresión externa. Dilema más, dilema menos, la guerra era inevitable...

  Mi complejo industrial-militar está operando a pesar de las grandes demandas que la coyuntura impone. Se ha declarado la alerta roja. La producción ha sido llevada al extremo. Han acudido todos mis soldados ante esta alarma. Mi Guardia Nacional ha sido movilizada. Se cerraron mis aeropuertos y han comenzado a funcionar los canales alternativos de comunicación. Mi nación ha sido atacada por dos bombas celestes que han evaporado hasta mis huesos. Todo parecer indicar que a partir de un ataque terrorista, interesante casus belli, se ha entrado directamente en una contienda que amenaza con ser mu larga. No me voy a rendir. Voy a ganar.

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