Casi vencido el insomnio, casi vencida la vigilia, casi extinta la luz del día para un nuevo día, entre enredaderas de prostitutas y locos pilotos de botellas y mil trompadas a la pared de gritos y alevosía. Y es que así son las cosas en este país: las mujeres lloran, gritan y desesperan y los hombres ponen, golpean, matan y mandan matar; matar, matar, matar. A pesar de su pesar, Dios nace y hace nacer todo el tiempo. Ni todos sus abortos frustrarán la aparición de seres de luz que harán la gloria de los Santos Inocentes. Entre serpientes de tierra se elevarán las águilas blancas que harán honra de su nombre, honra del linaje de su padre. Porque la voluntad y la sagacidad de uno justifica a miles. La Justicia es también saber perdonar.
Hay una entereza que las horas pierde, una entereza que el devenir distrae y que el segundo a segundo quita. El todo de sí agoniza con la secreta convicción de recobrarse prontamente. Porque los colores vuelven en ellos como el mundo a la vista de aquel que con tranquilidad lo contempla todo. Calma serena. Porque hay calmas nerviosas, como la de esos locos que engullen silencio pero traban pechos con pechos y arremeten mares de miradas turbias y gestos filosos. Hay medio minuto en que las caras tiemblan ante el empujón de golpes dados y recibidos, golpes dardos jamás vencidos. Una lluvia de huracanes y negros en pelotas que complican todas las avenidas de tu suerte, jauría puta de mequetrefes fatales incapaces de tragar su propia leche aunque en ello les vaya la vida. Y allí, justo allí, un reflector con la figura de rameras mugrientas que se revuelcan junto a un árbol medio perdido. Y de yapa, un pelado eléctrico que da palizas a domicilio. En la Argentina hay un nuevo servicio para vos: el delivery de piñas. Un gordo cornudo y sin pelos habrá de romperte todo a vos o al que gustes por solo cincuenta pesos. Es un trabajo que le lleva menos de cinco minutitos. Pero se hace varios de ese todos los días. Fortuna. Sí, esa perra que se acuesta con los peores, con los que juntan crema en los testículos para tener más rabia contra el adversario hipotético porque, digamos la verdad, para estos renegados enemigo es todo aquel que no sea él...
La salvación parece ser hacerse bicho bolita y rezar para sobrevivir al vendaval de soplamocos y patadas, el vendaval de trompazos y cornetas que te la hacen parir como si fueras una tipa sin obra social, una de esas que está allá a lo lejos donde los chongos te bajan los pantalones y te hacen un crío por solo unas monedas. Por atrás y es leche chocolatada. El remisero no piensa más que en la plata. Es capaz de llevar a cualquiera. Así de resultas que te cae un Frankenstein trajeado cuyo fin es eliminarte. Pero es tan vago el viejo puto que te manda a que caves tu propia tumba. Lo peor que le podés hacer al verdugo es complicarle su trabajo. ¿Por qué? Porque es difícil que te mate si ve que no podrá deshacerse fácilmente del cuerpo. Muchos te dirán que hay que morir con dignidad, que hay que proceder rápido para ir sin demoras al encuentro del Señor. Sí, con la frente en alto y todas esos cuentos que te dicen para que vayas como cordero al matadero. Y no, no es así. Porque si cada víctima se resistiera con todas sus fuerzas, los homicidas se matarían a sí mismos ante tanto sacrificio que les subsume su cargo. Si todos ponen palos en la rueda, hay un bosque que impide el paso triunfal del carro de la muerte.
No crean nunca cuando les hablan de "paranoia". El instinto de supervivencia está activo. Los quieren matar, los quieren atrapar. Hay un pistolero mexicano que en este momento quiere poner lo suyo en la boca de tu mujer. No confíes. También hay un sujeto loco de Chevron que quiere cortarte las bolas y colgártelas de tu cuello como si se tratara de un árbol de Navidad. Y después también está esa alarma del borracho digital que dice que "debes andar con mucho cuidado". ¿Qué mierda les pasa a todos esos? ¿Qué mierda les pasa a ustedes? ¿Acaso son parte del equipo de la muerte? En ese team del infierno juegan varios personajes siniestros: un guardaespalda que gusta de tocarte el trasero en todo momento, se trata de un gordo ruso adicto a la marihuana que se ríe todo el día pero no como un tipo alegre sino como un enfermo mental; otro jugador es un muppet enfermo del tabaco que grita mucho y mueve más, un tipo que le hace el amor a la mujer más sucia del mundo. El capitán de la escuadra es un gallego estúpido dador de patadones y mordiscos al por mayor. ¿Qué hay que hacer? Disparar desde el helicóptero. Ah, me olvidaba de ese flaco quemado y envejecido que se cree el gran pegador de No Sé Dónde pero no tiene las agallas suficientes para ir a boxear a las Vegas, allí donde los descendientes de los esclavos dejan el alma y el corazón para alegría y orgasmo de unas malditas perras blancas cuyos esposos racistas son capaces de pagar por ver peleas a muerte. ¿Esto es lo que quieren, maldita sea? No descansaré hasta que se suspenda todo este sucio negocio. Lo sabrán en Washington D.C. porque yo soy un ciudadano que paga todos sus impuestos. Ya verán con el Gobernador y el Departamento de Asuntos Internos. A ese hombre le faltaban tres días para jubilarte. Pero tu amiga lo entregó a los latinos en el barrio chino. Ya verás. Pagarán todos esos cabrones. ¡Santos cielos! Me vengaré y seré millones.
Cierro con una breve canción para bailar y gozar "all the night" ahora que está tan de moda esa expresión: "Macho loco te la va a dar (¡esta noche vas a explotar!). Macho loco te la va a dar (¡Y a ti te va a gustar! ¡Y tu cola va a estallar!)." ¡Ay, qué horror! ¡Dios me libre y guarde de todos estos desmadres y desbarajustes! En estos tole tole son capaces de arrebatar al Señor del seno de la Virgen y asesinarlo para alegría de todos esos taxistas sedientos de sangre. Ya saben: son esos que están siempre dispuestos a bajarse los pantalones. Dan asco. Deberían llevar cinturón de castidad so pena de mil latigazos seguidos por un baño en alcohol. Bah, creo que hay una solución mejor, una solución faraónica: hacer eunucos de todos esos y mandarlos a construir pirámides en honor de una reina a la que nunca podrán penetrar...
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