Y sí. Quiero exiliarme en la República de tus Ojos, pero no consigo salir del actual estado de guerra en el cual me encuentro inmerso. Fue (¿o será?).
Siento tedio y despecho hacia no sé qué por esta triste realidad de girar una y otra vez sobre densas esferas de fuego. Los pies se me derriten todo el tiempo, pero nunca del todo. Tengo que girar y girar. Tengo que dar la vuelta a esos mundos de calor; quedar de cabeza, verme con la presión baja, hacer fuerza para subir y luego descender una vez más a ese ciclo de infierno. El cielo, negro, todo negro, todo abismo. Mi cuerpo arroja pudrición en ese incinerador del universo donde se queman todas las estrellas, donde los soles se funden en terribles orgías de incendios perpetuos. Los astros se me prenden a la piel y apagan la fortaleza de mis huesos con furor indescriptible. La sangre me hierve como si fuera la lava de un volcán que está por estallar. No tengo ojos sino vapor a punto de perderse. No hay nada más que un verano eterno para burla de un alma que no poseo.
Si alguna vez vi una figura áurea, una figura efímera y brillante como la aurora, fue solamente para que no me detenga en el trabajo alienante de servir como combustible en esa hoguera sin final. La vida nos pone a todos en un lugar. Tal vez pueda despegar los pies de ese suplicio, pero nada es cierto. Siempre hay que seguir y seguir. Y duele seguir y seguir y sin saber qué mierda se está siguiendo. Uno siempre se tiene a sí mismo como la manifestación visible de Dios en esta dictadura de las necesidades, el hambre, la sed, la fatiga y el calor. No hay nada más. Son mis "ruinas circulares", ruinas que esfuman toda vanidad.
Los párrafos de atrás son momentos. Momentos nada más. Sensaciones que nos arrojan urbes suicidas y desesperadas. Yo recojo el guante y saco foto del instante de mi corazón. ¿Saben qué? Yo arrebaté para siempre el tesoro de la mañana, el oro brillante que hay en el centro de su cielo. Lo guardo en mí en todo momento. Podrán matar a mi estrella delante de mis ojos para que me vuelva ateo, pero nunca lograrán matarla en mi alma. Pese a todo, pese a los pasos dados hacia atrás, me siento más vivo que nunca. Es cierto que la cruz la sigo llevando y que el ocaso personal se hace cada vez más grande, al menos por momentos, pero voy a patear bien lejos las bolas de fuego para que estallen contra los confines del universo. Las esferas se van a hacer polvo y yo voy a seguir entero contra el mundo. Decidí ser feliz una vez más. Y termino sonriendo. La serpiente a sus pies...