Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

domingo, 8 de noviembre de 2015

Sueños locos XLV (Futuros)

  Armo la escenografía media gris porque no puede ser de otra manera. Bien la querría naranja pero no se puede todo en la vida. Veo fragmentos, cuadros dentro de un cuadro raro, un cuadro que se desvanece hasta hacerse ocaso, ocasión del pecado de aburrimiento, vanidad de un bobo. Un sol suave entra por ventanales de antaño. Lentamente, el alrededor apático va tomando forma. El edificio público cobra vida a medida que la cámara se acerca a los personajes. Se empezó por la apatía de un recinto cualquiera pero se llegó a la vida de dos jóvenes que se miran, se miran fijo. 
 
 Los colores estallan de repente: se ve verde, blanco, rojo, negro, azul. Las paredes de la "Escuela Universidad Estado Gobernación" se van al anaranjado de una mañana colada en un atardecer suspirado por una chica muy ella. La jornada se hace recuerdos, emociones de un mar pomposo que vive en esos abrigos tan estrafalarios. El frío es suave porque es impuro: está mezclado con la sangre del sol. Es un viento mestizo que intenta vanamente preocupar a las viejas muertas por adelantado.

  La señorita se da vuelta un instante y mira fijo al vacío con ojos verdes que vuelan más allá del yo. La cámara le toma la nuca blanca, pálida, despejada; el cabello castaño claro, dividido en dos por una raya perfecta que obra como bifurcación: los hombros reciben los pelos sueltos y lacios, revueltos en las puntas, rulos incipientes al final. No se lo ve al muchacho. Pero se ve lo que ve él, ese botín de lujuria vampiresca. Los dos de pie, dándole la cara a la nada. Alrededor de ellos y ese abrazo imaginario, un mundo congelado, un desierto contenido entre cuatro paredes y un techo alto. Baldosas rosadas, escaleras de pasamanos marrones de madera a lo lejos, de manera laberíntica. Algunas bibliotecas opuestas por diagonales y un amplio salón principal abandonado a sí mismo.

  A medida que veo la película, me doy cuenta de que el lugar tiene que ver con un pasado poco feliz. Las personas tienen que exorcizar el mundo para hacerlo uno con el cielo. Sigo comentando el film: ella ahora se da vuelta. Se están por despedir. Se miran fijo, con casi nada de distancia entre sus bocas. Pero la despedida queda trunca: la joven voltea como si se hubiera olvidado algo allá al fondo, donde termina el corredor que va del salón central a un ventanal gigantesco de vidrio que regala una avenida verde, frondosa, viva de árboles y bicicletas extraviadas.

  Él le toca el hombro para despabilarla, ella gira repentinamente y le da un beso inesperado. Él no puede ni quiere rechazarlo. Pasan algunos segundos y los labios siguen fundidos en un dibujo espectacular, escultural. La película tiene una música muy rara, como una mezcla de clásica y pop muy suave, que en verdad no es pop. Los violines están de fondo pero sin esa alevosía morbosa que caracteriza a las producciones masivas. Lentamente, empieza a inmiscuirse el silencio. El volumen va bajando en una transición limpia y ordenada. Suben las pulsaciones. La cámara enfoca los ojos vivos de la besadora y roza de costado el rostro del besado amedrentado. Instantes después, es el chico el que es enfocado en un primer plano que lo muestra junto a la nuca de su amada. Ya no se besan. Se abrazan fuerte. Ella viste un saco de fondo blanco con flores y plantas de colores varios; lleva un pantalón negro que le hace muy linda la cola. Para cortar con la sensualidad de su culo de ensueño, chatitas celestes. Una camisa verde manzana completa su cuerpo despojado de tetas. Él luce como un leñador en cuanto vestimenta pero se nota en la serena expresión del rostro que jamás ha matado un árbol y que come carne con gran remordimiento: se lo ve radiante pero reflexivo en el fondo de esa mirada tan llena de alma, de almas, de Dios...

- Te amo, lindo.-

  Una caricia suave anestesia el rostro del varón de pelo largo y barba con algunos pelitos colorados. No puede creer que ella le haya regalado instante tan hermoso. Se queda sin respiración. Sonríe como un idiota. Los ojos, también verdes, se le ponen vidriosos. Se le quema bien roja la cara. Se siente mal. Ella también. Se desesperan. Se matan en un abrazo violento. Se asesinan en la desesperación de no poder expresar lo que sienten.

- Hacía mucho que esperaba esto, estoy contenta a pesar de todo. -

  Él hombrecito sigue absorto. Ella sonríe. Él devuelve gentilezas y esboza una sonrisa digna de comercial de pasta dental. Se toman de las manos como si apoyaran sus palmas en una pared que no existe. No hay muros de miradas ajenas que pueda separarlos. Nadie. El tiempo es cada vez más perezoso, como si el reloj de la vida hubiera sido martillado por Dios para que estos dos tuvieran una razón para reír. De manera elegante, la alegría se va apagando como un fuego que se muere por falta de alimento. Se escucha una ráfaga que surca el suburbio, afuera está de sol pero no es más que un día que se esfuerza por mostrarse fuerte como esos agonizantes que intentan reflejar vitalidad en actos desesperados. La tarde siempre brilla con lo máximo de sus fuerzas cuando está por marcharse: quiere morir dando puñaladas a los ojos incrédulos de los millones que la explotan. 

  La tarde está de sol, la tarde está de sol... Saben que van a estar mucho tiempo sin verse. Son amigos que nunca antes se habían besado. Cada cual tiene que seguir por su lado. No estaba previsto pero esta ocasión de ahora será su despedida. Pasará algún tiempo para que vuelvan a encontrarse. La música crece en este momento. Ella se siente feliz de haber hecho feliz a su admirador más devoto aunque una culpa le ronda la conciencia y el corazón. Él está todavía bajo los efectos de las drogas de ese beso que luego habrá de ser abstinencia. Ahora se besan en la mejilla. Conservan la apariencia de una amistad normal, sin sobresaltos. Ella va hacia el ventanal como si fuera un fantasma que puede traspasarlo, va hacia el sur. Él encara la puerta grande, hacia el norte. Ambos miran hacia atrás, no pueden evitarlo. Se miran. Se sonríen y se intercambian imágenes de lágrimas silenciosas. No pueden más. Quieren volverse a abrazar pero no deben. Tienen que separarse, ir cada uno por su lado. Se van apartando lentamente el uno del otro. La película termina con él caminando triste y contento a la vez por una cuadra de casas bajas y árboles gigantes. Queda una ausencia flotando. La tarde está de sol, la tarde está de sol, la tarde está desolada...

No hay comentarios:

Publicar un comentario