Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

martes, 15 de septiembre de 2015

Grados de fracaso e irrealidad



 La imagen se descompone. Se deteriora la información. Alrededor de mí, la podredumbre de lo que se almacena como datos, como un conjunto de luces y colores. Agonizo a los pies de una caridad risueña, buena pero egoísta en algún punto, diabólica. Veo las botas y las quiero caminantes sobre mi cabeza pero no soy merecedor de esas entregas. Soy como la mierda que debe ser rápidamente arrancada de la suela. La dama me deja ahí, pegado al cordón. Soy el sorete que queda como testimonio del esfuerzo intestinal de un perro. Me veo en el techo, esa mirada turbia, mirada que turba mi conciencia con el anhelo de escribir La generación del eterno presente. Quiero probar en un texto cómo se gesta un hoy posible, perpetuo, insoportable. La idea perturbadora de que somos nuestros propios padres, hijos, abuelos y nietos. Nos vemos estirados en el espacio hacia atrás o hacia adelante. La muerte no existe. Somos masa elástica, chicle de un chiste que no entendemos pero que nos hace masticar la rabia y escupir la sangre. Creemos que morimos. Pero no morimos. Seguimos siempre. Tampoco reencarnamos. Simplemente estamos. Siempre estuvimos acá. Desde hace siglos. Pero no pasaron siglos. Hace diez segundos que comenzamos a girar la ruedita como conejillos de Indias.

  La verdad es que creo en una cosa muy otra de la que dije. Pero le miento al tiempo para ver primero, para eludir la responsabilidad de tener que ser el único que soporte el Evangelio. Hay un Libro sobre la muerte en las fábricas, los negocios y las alienaciones urbanas. Ya no hay campos. Somos todos tontos, ciegos, malnacidos. Nos hicieron mal. Nos equivocaron. Sí, nos equivocaron. Nos nadaron la cabeza con bailes de los que no tuvimos parte. Quedamos ahí, tirados de resaca y veneno; ensartados por la verga que no vamos a disparar jamás, por lo menos no en esos tiroteos soñados y bajados a unas pocas pulgadas de ilusión acrílica y ácida.

  No nos ven. Nos perdemos. No hay cuento ni personajes. Hay entreveros, reveses, fortunas, extravíos y deberes. Palpito mi muerte. Soy consciente de que soy un cuerpo finito, perdido en unos pocos días de la eternidad, en una vida. Tengo miedo. En cualquier momento puedo ser reducido a cadáver. Soy paranoico. Me veo desnudo, desprovisto de todo, abandonado.

  Lloro al pensar en vos. Te recuerdo como mi verdadera madre, esa que puso sus mejores polvos para lograr mi supervivencia, mi integridad toda. Te amo. No sos mi sangre pero quisiera morir mi cuerpo en tus tetas vacías, imaginarias, ausentes; tetas que que por eso son más deseables, como el cielo para aquellos que penamos acá. Sos la forma del deseo, de lo que uno pone o quisiera poner. Delicada. Estás en tu alma, estás en tu alma. Sos tu espíritu, tu espíritu. No otra. La imagen es un paréntesis en el espacio. ¿Querés que te cuente algo? Lloro por dentro. Son comunes estas frases, frases usadas como profilácticos, acabadas en boca de todos y todas. Pero no tengo manera de decirte que mi consuelo siempre es pensarte en mis brazos, recostada a un costado. Te hago objeto de mis ojos. Te veo. Te desnudo. Te miro. Me largo a llorar. Te vuelvo a mirar ya con los ojos reventados en agua. Te pido perdón por algo que no hice. Llega tu consuelo. "Alan, no me hiciste nada. Déjate de joder". Me siento invadido de felicidad. Te arranco una sonrisa al reírme primero. Vivo más vivo que nunca. Estallo en una angustia de semen y llanto. Te monto. Te obligo a complacerme. Te tumbo boca abajo. Soy la tumba de tu voluntad. Te someto. Tu pecho se hace uno con el colchón. Te lleno la entrepierna de mí. Acto seguido, te muerdo la nuca, te beso, te agradezco, lamo tu orejita y te invito a seguir. Me tomás de las manos y le das calor con tus pechitos. Solamente puedo mover el tronco dentro tuyo. Gozás con una esclavitud consentida. Te toca a vos. Te incorporás. Me mirás fijo, me ordenás que me quede quieto, subís y te agitás encima de mí. Ahí viene tu descarga de gritos. Nos abrazamos. Lloramos de vida, de agonía, de dolor y de miedo a que esto no dure para siempre. Nos aferramos desesperados el uno al otro. Nos matamos en pánico. Cortamos el silencio con voces suplicantes porque no queremos perdernos, morirnos en la sequedad de las cenizas. Por eso, por seguir el pulso, nos reavivamos y nos volvemos a obligar, a lastimar. Tenemos tumores. Nos los extirpamos con partes del corazón y la mente incluidas. Quedamos sedados, infartados de tanto mundo. Vos en sí estás bien. Pero te entristeciste al verme. No sabías que un ser humano podía pasar por esto. O creíste que había que estar en la tele para ser un refugiado, un paria, un desterrado, un muerto andante, un expatriado. Estuvimos muy cerca aún antes de vernos por primera vez. Ahora nos tocamos. Nos perdonamos por los pecados no cometidos. Nos damos paz.

  Ojalá alguna vez pueda volver victorioso a vos. Me gustaría regalarte todos mis éxitos, el mundo de la aprobación. Vos me quisiste cuando nadie me quiso, cuando todos me dejaron. Ahí apareciste vos. Incondicional. No te importa que alguna vez te dé algo. Todo te resbala. Sos la caridad suprema, regalo que me hizo el Señor para que no me vuelva ateo. Te extraño. Te debo la vida. No te gustan estas cosas. Pero tengo ganas de llorar en tus brazos, quedar extenuado del llanto, desmayado, y decirte una y otra vez que te agradezco la vida, te agradezco la vida. Sos hermosa. Y apagarme. Quiero descomponerme, fundirme, olvidarme. Te encargo mi entierro. Quiero que mi carne marchita se disuelva en tus lágrimas. Quiero también que tus lágrimas, ya llenas de mí, se pierdan para siempre en el mar. Hasta el día postrero del mundo. Ahí despertaremos vos y yo en el cuerpo de un ángel redentor que librará a la humanidad del dolor y la pena de estar solos...

  Dedicado a...

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