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Me vi con unos años más. Casi cuarenta. Creo que me dejé algunas canas para hacerme "el interesante". Estaba cagando feliz en un inodoro muy pequeño, casi una boca de mármol que se traga tu mierda a pedido. Una experiencia casi erótica. Yo estaba en esa faena de hacerme succionar el ano hasta que entró una rubia de pechos turgentes, cola voladora, ojos de agua y vello púbico oscuro. No podía creer semejante insolencia de entrar justo en el momento de mi garco. Estaba más que indignado. El baño es la única privacidad que nos queda...
- Nena, estoy cagando. Andá afuera, por favor. -
- ¿Vos permitís que tenga sexo con otros hombres y te escandaliza esto? -
- No es lo mismo. -
Dejamos esa mansión de baño, cuarto blanco resplandeciente de porcelana y aguas danzantes. Fuimos al gran jardín de mi morada. Comencé a hacerle sexo oral con devoción religiosa. Tenía pelitos en la vagina, no muchos. Lo suficiente para decir "si hay pelito, no hay delito". Veinte años la piba. Le separé el vello con los dedos y le di fuego con mi lengua. Gozaba como la mejor. Después me subí a su cuerpo de lujuria voraz y la consumí por dentro. El sueño del pibe. Nunca mejor dicho. La realidad es otra, of course...
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