Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

sábado, 17 de enero de 2015

Sueños locos XXXIII (Jesucristo)




   Una iglesia larga, grande y aguda en la punta que está pasando el altar principal; una nave central grave que se clava como una espada afilada contra el resto del orbe. Altas torres en el cielo y luminosas imágenes de santos alrededor, en las capillas laterales. El esplendor de Dios hecho materia artística. Los colores oro, plata, escarlata, bronce y marrón por todas partes: una paleta de tonos luminosos y oscuros se alternan en la retina del observador. Uno pasa el nártex y se encuentra a sí mismo diminuto ante la inmensidad del Señor y su parafernalia mística. Mira hacia arriba y no termina nunca de vislumbrar la cúpula en su totalidad. Cada ángel pintado por un genio anónimo merece ser contemplado con sacra piedad y piadoso silencio. El manto de la Virgen envuelve las penas del peregrino, que no se siente digno de posar su profana vista sobre los ojos hermosos de la Reina preciosa de la Creación. El amor sacude el cuerpo, y el alma se siente agitada ante la Señora suspendida en el aire. Todo por obra y gracia de un  ingenioso varón que simuló una aparición mariana ni bien entrada la fila de asientos píos con inscripciones que remiten a difuntos generosos para con el Catolicismo. Esta breve composición de lugar responde a aquella tarde de verano e invierno en la cual me toco servir de custodia en el atrio. La noche estaba por llegar en cualquier momento pero el horizonte permanecía mudo por el abrazo celestial del naranja y el rosado mezclado con el celeste y el blanco de las nubes. Era una hora queda, una melancolía de risas frente a la plaza que vive y bulle del otro lado de la avenida. Allá mora el verde de los árboles altos y copudos, el verde de las rejas y los bancos de madera. Reverdece la natura suprema, calma y majestuosa. Y sí, yo estaba ahí en ese ayer, ayer que hoy recuerdo para las generaciones que vendrán si es que no las abortan primero. Porque yo fui en busca de la gloria a ese templo que es un símbolo del mundo, una imagen que sintetiza todos los matices de la Tierra. Hacía calor y frío al mismo tiempo: la frente me llovía pero llevaba puesto un uniforme que no alcanzaba a abrigarme lo suficiente. Era un tiempo cero, muerto. Imposible dar mayores precisiones sobre ese conjunto de contradicciones y emociones que es la religión.
    
     Yo estaba parado ahí en el frente junto a un vago más. Las velas iluminaban la barca de Cristo. El Papa Francisco estaba dando Misa como un capitán que toma el timón en tiempos de tormenta. Sentía ganas vivas de entrar a rezar, confesarme y comulgar pero tenía una misión que cumplir: custodiar el lugar santo. Nada podía pasar pero yo debía estar igual, estar por estar o, como dicen algunos, "hacer presencia". Adentro las viejas se emocionaban con la presencia del Santo Padre. El Sumo Pontífice alababa a los jóvenes y decía que no se puede vivir con "cara de circunstancia". La chusma reía estrepitosamente. Las carcajadas podrían haber hecho estallar los cristales pero el Espíritu Santo no quería signos de ruptura en rededor. "Todo está bien, todo está bien". Era una fiesta inigualable, nunca antes superada. El Obispo de Roma se deshacía en gestos y chistes para enseñar verdades de orden superior. Era una suerte de "stand up católico" utilizado como un recurso pedagógico para la catequesis. En las calles adyacentes había algunos curiosos que esperaban la salida del Sucesor de Pedro pero no eran tantos ya que Su Santidad prometió visitar distintos puntos de la ciudad para evitar las avalanchas, las turbas en trance y toda suerte de desmanes generados por su presencia. Una visita apostólica es para que haya vida y no muerte, y cuando digo vida es porque en verdad quiero decir "vida en abundancia". De eso se trata nuestra fe, fe que es injustamente menospreciada por ateos, locos, criminales, masones, políticos, periodistas y tipejos vulgares en general. Ya lo dice la Biblia: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia". Sumido en todas estas reflexiones, mi corazón latía cada vez más fuerte. Dios existe. Dios existe. Dios existe. Tres veces escribo "Dios existe" porque así es. Y lo pronuncio con mis labios pecadores. Soy feliz. A pesar de todo, y en medio de mi triste y vil condición humana, hallo consuelo al saber que me espera el Padre Jorge en sus plegarias por todas las naciones. Y sé también que arriba hay Alguien que nos está amando en este mismo instante. En esos minutos en los cuales montaba guardia también era consciente de la presencia divina en nuestros días. Por eso reía.

     ¡Y por fin la Epifanía! El Papa Pancho se convirtió en el mismo Jesús. Vino hacia mi compañero y hacia mí con ropa resplandeciente de lino blanco, por lo menos esa descripción la hallo más evangélica que cualquier otra. Porque podría decirse que Dios vestía como un César ya que se hizo allí en Gloria. Transformación de Su Santidad o aparición del Señor. O ambos sucesos a la vez. Mi colega y quien escribe se prosternaron al estilo musulmán, besaron tierra y amagaron con besar los pies divinos pero el Hijo del Hombre dijo que no hacía falta aunque agradeció el gesto piadoso. Nos sonrío con brillo cegador. Tenía aspecto de ser un judío rico que vive y trabaja en Hollywood. Se lo veía divino: bronceado, marcado, con la piel hermosa y los cabellos marrones perfumados y lavados. Era alto y estilizado, de contextura atlética. Llevaba la barba cuidada. Su aliento era de menta fresca y refrescante. Digo así a riesgo de ser redundante porque cada vez que hablaba salía un viento glaciar de su boca perfecta. Al día de hoy no puedo olvidar a ese ser tan bello. Los ojos de color marrón le explotaban de amor. Nunca pisó el mundo joven más apuesto que Él. Mientras yo estaba inclinado como un islámico, el sentó sobre mi espalda a modo de chiste. Dijo que estaba cansado de estar de pie. Después me exhortó a creer en Él ya que "ni Ptolomeo ni todos los filósofos y sabios griegos juntos alcanzan la mitad de mi fama". Parecía Jesucristo Superstar. Tal vez alguno o alguna se escandalice con este retrato que hago del tipo más importante de todos los tiempos pero no es mi intención dañar susceptibilidades religiosas. Soy católico. Simplemente me limitó a plasmar lo que he vivido, lo que he visto. ¡Oh Cristo! Segundos después nos regaló una sonrisa atómica y desapareció. Se borró como una luz que se apaga de golpe.

     Un tiempo después el Papa hizo un viaje a un lugar cuyo nombre no puedo decir. Yo estaba de custodio de él. Sabía que podía pasarle algo malo. Me enteré de un complot contra la Iglesia organizado por hombres de Estado y listo para ser perpetrado por periodistas. En la puerta de un templo gigantesco perdido en una selva de calor, fuego y humedad intenté contactar a Francisco. No pude porque la agenda papal estallaba. Una secretaria suya estaba justo en el atrio durante aquella tarde de llovizna tropical. Era una joven de tez trigueña, pequeños ojos negros y cabello lacio, largo, suelto, brillante e intensamente oscuro. Era un poco gordita aunque un tanto alta, diría que medía 1,70 cm. Vestía un pantalón de vestir color ambar, una chaqueta de igual tono y una musculosa escotada de un rosa furioso y fuerte. Llevaba zapatos de taco alto de madera clara. Me parece que no estaba perfumada. Su semblante era serio, distante y hasta un tanto soberbio. Las malas lenguas hablan de "piojo resucitado" pero yo no critico al prójimo. Simplemente hago literatura, nada más. Bien, la encaré y le comenté que en los próximos días habría de desatarse una operación de prensa contra mi ilustre compatriota. Me agradeció el aviso. A los pocos días se frustró todo el plan masónico por mi intervención. Se puede decir que, de alguna manera u otra, yo salvé el mundo pero no pude jamás jactarme de nada so pena de poner en riesgo la vida de muchos. Ahora que pasó mucha agua debajo del puente y el olvido hizo lo suyo, puedo afirmar con alegría que estamos ante un final muy feliz o ante el inicio de una historia de gloria...

3 comentarios:

  1. Buena nota. Gracias por compartir, buen blog. Realmente una pena que seas catolico.

    Saludos!

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    1. Hola. ¿Cómo te va? Muchas gracias por tu comentario. Una cosita nada más: ¿qué otra cosa puedo ser más que católico? ¿Ateo? Saludos.

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  2. hola soy católica y creo que no debes idealizar a Francisco ya que el trabaja para la sinagoga de Satanás fomentando la panherejía del ecumenismo , ese antipapa que va a la tumba del fundador del sionismo y también decirte que la masonería triunfo en el Concilio del Vaticano ii con su novus ordo

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