Respeten sus progreleyes y no sean contradictorios censurandome.

El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)



Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.



- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a Libertades del Tratado para el que se establecia una Constitución Europea)

lunes, 29 de abril de 2013

Los agentes de la autopista

        



      Nicolás Furstone, hombre muy alto y de mediana edad, me reclamaba por un reloj muy caro. Junto a él estaba uno de sus hijos, un simpático pichón de futbolista. Al rato apareció su otro hijo, un chiquitito de ojos azules que recién aprendía a caminar. Estábamos en un laberinto con forma de alcantarilla. En medio de esa putrefacción el tipo se decidió por presionarme...

- Siento que de alguna manera u otra me estás discriminando.-
- ¿Por qué? ¿Por ser paisano? - Eso le pregunté yo.
- Yo ya no soy más paisano. -
- Me alegra mucho tu conversión. Yo no tengo tu reloj. Llevo encima mi rosario y nada más. No sé   dónde quedó mi mochila pero si tu reloj está en ella es porque alguien me quiso inculpar.-
- Ya veremos.- Me espetó el converso.

         No sé como fui a parar a esa cloaca del Nuevo Orden Mundial. Recuerdo que estaba en un parque muy grande y abierto sentado en un banco de piedra junto a un hombre de pelo negro y piel blanca. Algo gordo el tipo que estaba allí disfrutando del sol. De repente se sentaron a nuestro lado dos mujeres aun poco gordas y muy vulgares. Querían seducirnos o ser seducidas. El sujeto de al lado se desesperó. Yo ignoré la indecente proposición. De repente no sé qué pasó y el cuadro se trocó.

          Ya en la alcantarilla ocurrió eso que yo les dije. Luego de hablar con el ciudadano desesperado por su reloj perdido, me tocó darme cuenta de ciertas cosas que jamás había pensado: ¿Para qué tener un juego de agujas en un infierno sin tiempo? No es que yo le hubiera robado al tipito, no, yo no me arrastro por una mierda de metal. Simplemente me di cuenta de la insensatez de ese humano industrializado. ¿Para qué ver la hora si todas sus horas son iguales?

            De repente escuché una voz ajena a la imagen y a la situación que hablaba de un nuevo capítulo de Los agentes de la autopista. En ese momento me acordé de la contraparte de los túneles del Nuevo Orden: Autopistas inteligentes. Ahí me di cuenta de que estaba debajo de un sistema de caminos que todo lo abarcaba. Aldea global. Me sentí excitado al saberme parte de un correlato de series de acción y aventuras. Los agentes de la autopista. Me pregunté si yo era uno de ellos sin saberlo. Tal vez por eso el marrano se acercó a mí con su aire de burgués desfigurado deseoso de que le den parte de sus pertenencias. Típico de burguesito llorar por lo material. En vez de celebrar la conversión de su alma al Señor, no, el tipejo reclamaba una maquinita del tiempo como si fuera la reliquia de un santo.

            Para más datos, Los agentes de la autopista resultó ser una serie animada inventada por una mente japonesa. No sé qué hacía yo en ella. Les aseguro que no salí a robar ni tampoco entré a robar. Simplemente la realidad me robó el sueño en medio del sueño. Desperté en mi mente y desayuné antes de ir a limpiar el mercado más grande la ciudad. Prendí la televisión y miré el programa en el cual había estado involucrado hace cinco minutos. Sentí la adrenalina del amanecer. Los agentes de la autopista eran una delicia conceptual. Ya la palabra "autopistas" denota ciencia y tecnología, progreso y avance cultural. Nada que ver con la obsoleta "patrulla de caminos" de nuestra más obsoleta Gendarmería Nacional Argentina. "Caminos" es una palabra que indica nuestro tercermundismo incurable. En la época de la tecnología 2.0 es patético andar rutas de tierra y viajar en trenes tirados por locomotoras. Hay que volar a la velocidad de la información.

          Los agentes de la autopista tal vez sea una serie con mensajes subliminales hecha en el Japón con la intención de reclutar muchachos de todas partes. El Sistema algún día tendrá una Red Mundial de Autopistas que unirá todos los rincones del mundo. Asimismo tendrá una Red Mundial de Ferrocarriles más otra Red Mundial de Terminales Portuarias y Aeroportuarias. Todo esto como parte del Sistema Integral de Transporte Global. Todos los caminos conducen a Roma. Ahora, ¿dónde está Roma? Lo que se sabe es que Los agentes de la autopista serán parte de la Policía Global que se encargará de luchar contra el terrorismo islámico, el narcotráfico, la trata de personas, el contrabando, la contaminación ambiental, el comercio de armas y otros males que afectan a los ciudadanos del mundo. En el "mundo uno" todo tiene que fluir; no hay fronteras sino canales de comunicación de bienes, servicios y personas. El planeta está integrado para mejorar los negocios y facilitar las comunicaciones entre las personas sin distinción de sexo, raza, ideología, o religión.

           Antes de despertar de verdad yo pensé que Los agentes de la autopista era una serie de verdad. Un poco raro pensar en una serie de dibujos animados cuando mi escena en la alcantarilla parecía sacada de la película yankee Los federales. Todo se une en la ficción y en la realidad. Nada es verdad. La única verdad es que la verdad no existe porque alguien se lavó las manos de su sangre. Una imagen de poesía trasnochada desayunar a las cinco de la mañana pensando en la Policía Global en medio del frío invierno. Solo en mi departamento contemplando la niebla que afuera espera por mí. Los inseguros caminos de este mundo me necesitan para que yo dé seguridad a cambio de una vida mejor: Nada más respetable en este mundo que ser un profesional de la seguridad con un título de nivel internacional y con la posibilidad de viajar por todo el mundo. En el mientras tanto de ese instante eterno saboreaba el café a la par que anhelaba otra vez las delicias contenidas en los labios de mi novia (en un momento creí que los signos de su boca eran los versos de Dios pero luego caí en la cuenta de lo blasfemo que fue mi sucio corazón en otro tiempo). La respuesta.

           Túneles de viento prueban la aerodinamia de los jóvenes cuerpos dispuestos a sacrificarse por la paz mundial. La solidaridad exige amor la gente de todo el mundo sin distinción de sexo, raza, religión, orientación sexual, ideología política u otra cualidad del individuo sujeto de Derechos Humanos inalienables. La libertad, la igualdad y la fraternidad son los regalos más bellos con los cuales la Humanidad se ha obsequiado a sí misma. Negar todo esto constituye un atentado al ejercicio de la vida democrática en el concierto de las naciones. Semejantes actos de discriminación merecen el más enérgico repudio por parte de los tribunales internacionales.

            En medio tantas porquerías transformadas en poesías me desperté sobresaltado el día de hoy. Y me desperté de verdad y nada de sueños enfrascados en otros sueños como laberintos hechos de laberintos. No. Me senté sobre mi cama y reflexioné en medio de la oscuridad de mi cuarto ausente. Me di cuenta en el principio de mi vigilia de que jamás existió una serie con el nombre Los agentes de la autopista. Eso de las motos robotizadas y los autos más rápidos del mundo no fue más que una invención de mi imaginación. En realidad no tanto de mi imaginación: Al mirar sobresaltado los cuatro costados de mi habitación, di con una sombra que se fugaba por la ventana cerrada del dormitorio. Ese espectro era una proyección propagandística del Nuevo Orden Mundial que viene a perturbar por las noches el sueño de la juventud. Sin quererlo, con la real intención de criticar lo venidero, terminé haciendo un elogio de lo que tanto aborrezco. El sistema ganó. ¿Quién osaría criticar el bello ideal masónico de paz mundial? Solo un fascista como yo podría hacerlo. El día del Juicio Final sabrán por qué...

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