El frente de tormenta se cayó y ya nadie podrá levantarlo. Es tan inmoral la soledad que me lleva a coquetear con la peor de las apostasías: la vanidad. Es una barbaridad creerse los elogios de aquellas almas repletas de malas intenciones... hermosas.
Todo lo de hoy carga un dejo del ayer como una lluvia que otrora fuera el agua que salió de mis ojos. Tanta sensualidad a la vuelta de la esquina pudre el alma. ¿De qué vale tanta osadía si solamente conduce al más bajo de los infiernos? Ser hermoso es algo muy feo.
Creo que siendo corto en mi expresión, soy grande en el sentimiento. Y ustedes saben que siento el fuego de la juventud que me quema como un anhelo de tiempos mejores. Es así como camino una avenida de otros con la intención de hacerla mi callecita. Y el mundo es mío.
Es difícil ir derecho cuando las musas nos incitan a doblar. A diestra y siniestra, solamente se llega al centro de la locura. No hay atajos. Hay tajos en medio de la frente de los ángeles. No quisiera caer en sus brazos. Prefiero esta quietud antes que el vértigo de esa insensata inquietud.
Tal vez estas palabras alcancen. Si sobran, me hacen el favor de devolvérmelas. Si faltan palabras de mi persona, no sean mezquinos y completen con buen sentido esta composición. Y si se da el caso de que esta hoja alcance a quién yo quiero, le doy las gracias a Dios eternamente...
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